Se fue a otra vecindad

Por Mariquita Noboa
07 de Diciembre de 2014

Después de una prolífica vida terrenal, el incomparable “Shakespearito” se fue a otra vecindad. Motivado por el deseo de crear un personaje que fuera la antítesis de Superman, engendró al Chapulín, “tan noble como una lechuga” que como escudo tenía un corazón.

Lo conocí en el foro de Televisa San Ángel, en México, cuando fui a entrevistar a doña Sylvia Pinal. Fue ella la que me condujo al set donde Chespirito grababa cada una de sus creaciones que incluían sus diferentes personajes: el Chavo, Chilindrina, Chómpiras, Chimoltrufia, Chaparrón, Chapatín… Todos eran con ch. Qué pena que no conoció los chochos ni el chicharrón…

Hijo de un ilustrador y dibujante, siguió los pasos de su padre y entró a la industria del entretenimiento escribiendo guiones para Viruta y Capulina, que luego los llevó a un programa que se llamaba Cómicos y canciones, transmitido en la radio XEW.

Chespirito había comenzado a traspasar fronteras. La serie ya se transmitía en Ecuador por la señal de Ecuavisa, primera televisora de América, después de México, que proyectó la serie. Luego fueron 19 países más y traducción a cincuenta idiomas y dialectos.

Recuerdo claramente su notable gesto de cortesía: suspendió la grabación para atender la entrevista; hecho inusual entre los actores.

Pequeño de tamaño, grande por sus acciones, agradeció a los camarógrafos, tramoyistas y luminutécnicos por la cooperación en el trabajo.

Preguntó al grupo actoral si les molestaba interrumpir la grabación. Todos tenían una sonrisa y primaba un ambiente de cordialidad.

Me invitaron a comer. No, no era una torta de jamón. En el bien provisto bar de Televisa había una interminable oferta de la gastronomía mexicana.

El respeto a la audiencia es lo que se puede enarbolar como su mejor bandera. Nunca hizo guiones con doble sentido ni descendió al plano de la vulgaridad. Su ingenio y creatividad le permitieron escribir con elevados quilates de sensibilidad.

En un tiempo donde no se “explotaba” el término valores humanos, él hablaba de paciencia, comprensión y tolerancia.

Convertido en un referente de la cultura popular, el barril que brindaba cobijo al niño huérfano y que marcó a una generación está vacío.

Un enjambre de “chapulines humanos” le hizo calle de honor para despedir al mayor comediante de su generación: Roberto Gómez Bolaños. No, no “estamos locos, Lucas”, estamos tristes pero agradecidos por su legado: una comedia sana, blanca y sin groserías.

mtnoboa@hotmail.com

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