Retomando la comunicación con los adolescentes

10 de Agosto de 2014
Liliana Anchundia

Establecer reglas para un joven que ha vivido sin las mismas no es sencillo, demanda de mucha paciencia y autocontrol de parte de los padres.

Con frecuencia papás y mamás de hijos quinceañeros se lamentan de la escasa o mala comunicación que tienen con ellos.

El psicólogo clínico Juan Diego Almeida, por su quehacer en el ámbito educativo, conoce de cerca este tipo de situación. Sostiene que en la adolescencia es común que  exista un distanciamiento entre padres e hijos. Esto es debido, principalmente, a los cambios por los que todo adolescente pasa, cambios que engloban su integralidad como ser biopsicosocial. Por esto, su paso de la niñez a la adolescencia es una búsqueda de “sentido autónomo”, que le permite desenvolverse con mucha más libertad que cuando era niño/a, bajo las directrices de sus padres.

Esta búsqueda de sentido llevará al adolescente a desafiar las normas establecidas en el hogar. Para los  niños los padres son el referente principal porque lo resuelven “todo”, pero al llegar la adolescencia estos referentes se vuelven cuestionables y falibles. Esta ambivalencia que se produce entre padres y adolescentes genera una brecha en la comunicación, por lo que el adolescente se vuelca hacia amigos de su misma edad y modelos sociales que permitirán constituir su personalidad.

Calidad y cantidad de tiempo

En el caso de que los padres no le hayan dedicado suficiente tiempo y atención a su hijo en la niñez, ¿cómo corregir esta situación  en la adolescencia?

Almeida  señala que no  podemos esperar recuperar nuestra ausencia en la infancia de nuestros hijos. Esta será ‘una falta’ que permanecerá como un mal recuerdo para muchos, pero tampoco es motivo para no hacer nada; se pueden hacer muchas cosas, pero no en función de llenar el vacío, sino en darle continuidad al proceso por el que están pasando.

Lo primero que hay que comprender es que ya no son niños, pero tampoco son adultos, por lo que hay que saber escuchar y valorar todo lo que digan y piensen, estableciendo así un lazo de confianza que puede llegar a durar toda la vida. La fórmula irracional que muchos padres utilizan en la infancia de sus hijos  “es porque yo lo digo y punto”,  lo único que generará es aversión y rechazo en el/la adolescente, por eso el diálogo debe ser abierto, en doble vía; los acuerdos deben ser establecidos para mantener el respeto y la sana convivencia.

La doctora Julieta Sagnay, especializada en salud mental, sostiene que lo principal es crear un hogar de confianza. Hay papás que tienen miedo de hablarles de frente a sus hijos, sienten temor de que los vayan a rechazar si les llaman la atención; mientras que otros  son extremistas, se van al castigo físico  o tratan de ponerlos contra la pared cuando les dicen “yo te doy todo, yo me sacrifico por ti”; el adolescente percibe esto como maltrato. Los padres debemos saber  que los hijos necesitan sentir afecto: Cuando se  da un abrazo, aumentan los niveles de dopamina y serotonina, esto hace que aumente la seguridad, la autoestima.

PARA RECORDAR

•  Los adolescentes no son niños, pero tampoco adultos. La edad es una transición, por lo que hay que desechar las estrategias  utilizadas en la infancia y  ayudarlos a su proceso de maduración.
• Establecer acuerdos claros y sus consecuencias, guiados por un proceso de reflexión y análisis siempre que se pueda.
• Escuchar, comprender, valorar, respetar y, sobre todo, amar son las claves para ganarse la confianza del adolescente. Realizar estas acciones garantizará el éxito en la relación padres-hijos.
• Ejercer su autoridad con amor y respeto.
•  Nunca descuide el lado emocional. Afírmelo con las palabras, actos y gestos.

Desafío

Pero cuando los adolescentes se manifiestan abiertamente intratables, Almeida aconseja a los padres  que regresen a su posición  de autoridad, pero no ejerciéndola de manera autoritaria ni  tampoco permisiva, sino equilibrada. Para tener este equilibrio es vital que exista una relación de pareja (si es que la hay) homeostática, de lo contrario no podrán ponerse de acuerdo al momento de corregir a sus hijos adolescentes.

Establecer reglas a un adolescente que ha vivido sin las mismas no es sencillo, demanda de mucha paciencia y autocontrol, por eso  el desafío es para los padres.
Saber llevar con sabiduría la disciplina es utilizar más el diálogo que las órdenes, es reflexionar sobre los actos indisciplinarios y sus consecuencias antes que imponer castigos impulsivos; es escuchar, comprender y resolver antes que silenciar, cerrarse y juzgar.

La insurrección no es  únicamente del adolescente, es una cualidad del ser humano que se acentúa en esta etapa porque cuestiona el paradigma adulto de “lo bueno y lo malo”.

Si en un hogar no se marcan las pautas para mantener una comunicación clara y fluida, en confianza, los padres tienden a frustrarse (y junto con la frustración viene el enojo). Así no fluye el diálogo y la brecha se hace más grande, dice Almeida.

Para mantener  el equilibrio y la confianza es de vital importancia el respeto. Cuando los padres se vuelven “pesquisas de supuestos”, detectives familiares que pretenden hacerlos confesar acusándolos antes de escucharlos, es en realidad porque están inseguros o desconfían de lo que han sembrado en ellos.

Cuando los padres logran mantener el equilibrio en la comunicación con sus hijos adolescentes,   están al tanto de lo que sucede con ellos y su entorno.

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