Autoimagen positiva en adolescentes para formarlos en liderazgo

15 de Octubre de 2017
  • Jonathan Pineda y Daniela Villacís.

“Nada reemplaza el acceso, la influencia y la experiencia”, es el lema del Método Maxwell, diseñado para desarrollar el liderazgo. En Guayaquil, un grupo espera aplicar estos principios con adolescentes.

Modificar la manera en que los jóvenes se ven a sí mismos es el objetivo de la iniciativa Juventud Global, que se abrió en todo el mundo desde el pasado 9 de octubre, a cargo de los miembros del equipo John Maxwell, el programa de liderazgo ideado por el conferencista estadounidense John C. Maxwell, autor de Las 21 leyes irrefutables del liderazgo (Thomas Nelson, 1998), uno de los más vendidos del New York Times.

La autoimagen, según este método, se complementa al trabajar con otras tres áreas: el desarrollo del carácter, la capacidad de influir positivamente y de poder utilizar el fracaso como una plataforma hacia el éxito.

“El desarrollo del carácter del adolescente y su manejo de situaciones complejas depende de cómo se ve”, dice Jonathan Pineda, miembro certificado de Team Maxwell en Guayaquil. “El concepto que tienes de ti mismo, determina tu futuro. Saber quién eres te capacita para pasarle la posta a alguien más. Cuando sabes que eres importante, te sientes capaz de ayudar a otros y ser una influencia positiva sin importar la edad”.

Aunque la persona sea muy joven, puede entender que el lugar donde está en el presente es producto de la toma de decisiones pasadas, y que los resultados que alcance en el futuro llegarán de la misma manera. Y empezará a ver la importancia de tomar decisiones acertadas desde ahora.

Generar confianza

Es imposible imponer la confianza, sobre todo a los jóvenes. Para crear cercanía es bueno observar cómo se desenvuelven los adolescentes en su entorno. Cómo acatan una disposición. Y escuchar cómo se sienten consigo mismos, explica Daniela Villacís, diplomada en Capellanía y Orientación Familiar.

Hay que encontrar los momentos en que están receptivos a un acercamiento, sin tomar una postura de superioridad, sin reprochar. Se trata de generar un vínculo: ¿Cómo estás en el colegio? ¿Cómo estás en casa?

Cuando el joven le cuente algo, por más duro que sea, no se escandalice ni actúe indiferente. Guíelo para que autodescubra de lo que tiene que hacer a continuación. Tal vez necesite hablar con los padres. Tal vez requiera compañía para tratar con ellos un tema especialmente difícil.

“Uno de los errores de los maestros es creer que no pueden generar una amistad con los jóvenes, porque perderían su posición de autoridad”. Pineda opina que este vínculo es parte de la solución.

Un aspecto de generar confianza, especialmente en el caso de educadores, consejeros y tutores, es evitar que los chicos piensen que se los está delatando con los padres. La confidencialidad es básica, afirma Villacís, a menos que la integridad de alguien corra peligro. Y en este caso, debe animarse a los jóvenes a que sean ellos los que digan la verdad a los padres.

Si usted es el padre o la madre, no tema que el educador que escucha a los chicos esté tratando de robar su lugar o sus atribuciones. Dé apoyo desde casa a esa labor, haciendo tiempo de comunicación significativa con sus hijos, libre de discusión; con límites, pero sin palabras erróneas.

Vigile su lenguaje

Villacís recomienda:

1. No compare. No diga “Mira a tu hermano, compañero o vecino”. Produce rechazo al otro y a uno mismo.

2. No exagere los fracasos. Su hijo es capaz de aprender de esa equivocación como cualquier otra persona. Elévelo por sobre la vergüenza o la culpa.

3. No utilice diminutivos ni apodos basados en la apariencia o en los errores. Su hijo podría empezar a decírselos a sí mismo.

4. Use palabras de afirmación, relacionadas con aquellas cualidades en las que su hijo se destaca: es perseverante, es ayudador, es amable, es optimista.

5. Recompense las buenas acciones con lenguaje positivo.

Pineda y Villacís están llevando a instituciones educativas los talleres de la iniciativa Juventud Global, estructurada en cuatro conferencias de una hora cada una, para estudiantes de 12 a 17 años, con los temas de autoimagen, carácter, influencia y éxito. Esperan formar unidades de estudiantes y docentes líderes. Los primeros para que sigan el proyecto, y los últimos para que hagan seguimiento. (D.V.)

Los adolescentes populares   necesitan aprender a utilizar su capacidad de influ

Cambiar intimidación por influencia

La inseguridad no siempre se proyecta como timidez. Los chicos que tienden a intimidar, por lo general, quieren algo de la persona a la que atacan: tener lo que tienen o ser lo que son. Al no lograrlo, la atacan, para poder elevarse. “Es una falencia que se descubre mediante la escucha, el habla, la generación de confianza y la consejería”.

Los chicos que tienden a intimidar a otros necesitan ver que pueden utilizar ese poder de manera positiva. Ellos pueden intervenir en el resto para bien, depende del lado en el que quieren estar.

Y los intimidados también necesitan ver de qué lado desean estar. Pueden levantarse o quedarse en la posición de víctima.

El psicólogo Robert Cialdini, en su libro Influencia, explica que esta tiene una serie de formas y principios, que difieren mucho de los de la intimidación y la manipulación. En la influencia hay: reciprocidad (se trata al otro como a uno mismo), obligación (el deber moral), la concesión (renunciar mutuamente para llegar a un acuerdo), autoridad (usar el tono y la actitud apropiados), compromiso y consistencia (dan credibilidad) y semejanza (la gente gusta de los que son como ella), prueba social (cuando otros semejantes corroboran lo que el líder dice) y escasez (ofrecer al otro oportunidades únicas y exclusivas).

La mejor y única manera de ser influyente, dice Caldiani, es no tener una sola manera de ser influyente. En la manipulación, en cambio, hay castigo, estrés, miedo, ira, emociones negativas que van en aumento.

 

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