Cónyuge sufre adicción

23 de Abril de 2017

Tengo un esposo con problema de adicción a la marihuana. Tiene 41 años. Hemos estado separados y hemos regresado. Pero la situación es desesperante, yo trabajo y quiere controlarme hasta la respiración. Pienso que nunca va a cambiar. No sé a dónde acudir para que me guíe para iniciar los trámites de divorcio. No me gustaría tener escándalos en mi casa, por eso no lo he denunciado, pero ya no aguanto más. No tenemos hijos menores de edad. Pienso que ya no nos une nada. De mi parte, siento odio por la forma en que me trata. Necesito saber si hay alguna comisaría de la mujer en Santa Elena o a dónde ir.

Carmita,
Santa Elena

Por lo expuesto en su relato, la relación con su esposo está muy deteriorada, hasta el punto en que usted está decidiendo terminar con el matrimonio. Lo cual es comprensible, por el desequilibrio presente en la relación, por la adicción de su esposo.

Un adicto es una persona que padece de un estado de dependencia extrema, tanto física como emocional, hacia una sustancia o varias de ellas, hacia personas y situaciones determinadas. Desde este ángulo, el alcohol u otra droga a la que está enganchado se convierte en el centro de su vida, y su pareja y familia acaban por pasar a un segundo plano, junto con cualquier otra cosa que no sea la adicción.

En el consumo de marihuana y otras sustancias se altera cognitivamente la capacidad neuronal del sujeto, especialmente de aquella relacionada con el funcionamiento del hipocampo y que administra los procesos de memoria, entre otras funciones. Por ello, la capacidad intelectual del consumidor crónico puede verse seriamente afectada, porque tiende a lentificarse y con ello también disminuye la capacidad de un juicio apropiado de las distintas situaciones de vida.

Estas afecciones también alteran la esfera emocional, pues al no tener la efectividad intelectual necesaria, tampoco es posible poder tomar decisiones adecuadas, condición que hace que el consumidor se vuelva cada vez más dependiente de personas, situaciones y sustancias. Cerrando con ello el circuito de la adicción y las “justificaciones” para no poder dejar dicha adicción.

Este grado de deterioro conduce con frecuencia a alteraciones psicológicas como la esquizofrenia, paranoia, estados depresivos y de ansiedad. De ahí que la inseguridad crece de manera indiscriminada, llevando al sujeto a conclusiones irrealistas, exageradas y neuróticas. Por lo que se vuelve muy difícil y casi estéril razonar con él sobre aspectos básicos de la vida diaria.

Convivir con una persona adicta a cualquier sustancia no es un proceso fácil, implica estar sometida a distintos tipos de abusos de orden físico, psicológico y emocional, y este es el que causa los mayores daños a la personalidad, pues afecta de manera severa su autoestima, debilitando su voluntad y sus decisiones de vida.

En la mayoría de los casos, el adicto se vuelve agresivo y maltrata a su pareja, ya sea por celos o por cualquier otra razón, responsabilizando a la pareja de esa situación. La pareja de un adicto se afecta psicológicamente y puede deprimirse, culpándose por el abuso y sintiendo vergüenza por no poder impedirlo, e incluso responsabilizándose de no cambiar la situación y de que sus intentos de ayuda no tengan los resultados esperados. Puede llegar a pensar que se lo merece de alguna manera, pues su valía se empieza a afectar. Pero el caso es que cualquier persona puede ser maltratada por otra y no hay más responsable de ese maltrato que aquel que lo lleva a cabo.

De este modo, la relación con un adicto puede minar la autoestima y hacer que usted acabe teniendo problemas de depresión o ansiedad. En este caso, no dude en atenderse buscando ayuda psicológica. Cuanto más baja sea su autoestima, más se implicará en esta relación de codependencia que, en lugar de solucionar, perpetúa la situación. Si esto es lo que le está pasando, lo más apropiado para usted sería abandonar la relación de inmediato, pues es destructiva.

Una de las primeras comprensiones que debe lograr de esta situación es que por mucho que lo desee, usted sola no puede cambiarla sin la cooperación de la persona adicta. Y si esa persona no tiene una decisión real de cambio, nada de lo que intente en este sentido tendrá resultados positivos.

Es muy acertada la idea de pedir ayuda legal, ya sea de protección, de asesoría o para legalizar una denuncia, por lo que tendría que informarse al respecto, acudiendo al Consejo de la Judicatura en Santa Elena (o la Unidad Judicial contra la Violencia a la Mujer y la Familia de Santa Elena, calles Quito y Guayaquil, primer piso) para que la ayuden a manejar su caso. Le deseo mucha suerte en su cometido. (F)

Dra. Glenda Pinto Guevara,
Psicóloga clínica, especialista TREC (Parejas, Familia, Niños, Adolescentes y Adicciones).
Telfs.: 232-4066, 099-961-2322.

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