William Blake: Los estados del alma

Por Paulo Coelho
23 de Noviembre de 2014

“Uno de estos estados es la inocencia, cuando la imaginación nos lleva al crecimiento. El otro estado es la experiencia, cuando nuestra imaginación se ve delante de reglas, moralidad, represión”.

“Ver el universo en el grano de arena, el paraíso en una flor: mantener el infinito en la palma de tu mano y notar la eternidad en una hora”. Estas cuatro líneas pueden sintetizar lo que, hoy en día, se llama “la nueva conciencia”, la capacidad de entender que todo está conectado, que los instantes mágicos forman parte de lo cotidiano y basta un poco de apertura interior para percibir que somos capaces de cambiar por completo nuestra realidad, eliminando la mayor parte de las cosas que nos dejan insatisfechos. En la época en que estos versos fueron escritos, no obstante, pasaron casi desapercibidos.

Su autor, el inglés William Blake (1757-1827), nació de una familia pobre y murió totalmente rechazado por los círculos intelectuales de la época. Alegaban los críticos que mezclaba mucho misticismo en su trabajo, tenía conductas extrañas (como quedarse desnudo con su mujer en el jardín de una casa de campo que le habían prestado) y ser demasiado inocente en sus textos.

Los críticos murieron, y Blake es hoy apreciado no solo por su literatura, sino también por sus grabados, que tuve oportunidad de ver en la Tate Gallery de Londres y lo hacen a mi entender uno de los artistas más completos del milenio pasado.

Blake contaba que, siendo aún niño, estaba en un parque cerca de Londres cuando vio a ángeles en los árboles y el profeta Ezequiel surgió entre las criaturas aladas. Más tarde, teniendo ya 30 años, su hermano menor murió, y Blake aseguró que su espíritu se le apareció algunos días después, cubierto de luz, para enseñarle a hacer “libros no impresos” o sea, grabar texto e ilustraciones de forma artesanal, en tirajes limitadísimos.

Siguiendo el consejo, Blake comenzó a desarrollar una tesis a la que denomina “los estados contrarios del alma humana”. Uno de estos estados es la inocencia, cuando la imaginación nos lleva al crecimiento. El otro estado es la experiencia, cuando nuestra imaginación se ve delante de reglas, moralidad, represión.

Blake vivió intensamente su vida, murió pobre, pero seguro de que había hecho todo cuanto deseaba. En uno de sus trabajos más polémicos, El casamiento del cielo y del infierno, él dice haber visitado el reino de las tinieblas, y anotado los proverbios que los demonios acostumbraban a decir entre sí. A continuación algunos de ellos:

“En la época de sembrar, aprende. En la época de cosecha, enseña. En el invierno, aprovecha”.

“El camino de los excesos lleva hasta el palacio de la sabiduría”.

“La cisterna contiene; pero la fuente desborda”.

“La prudencia es una solterona vieja y rica, cortejada por la incapacidad”.

“Un tonto no ve el mismo árbol que ve un sabio”.

“Quien desea, pero no actúa, siembra la peste”.

“Ningún pájaro vuela demasiado alto solo con la ayuda de sus propias alas”.

“Las prisiones fueron construidas con las piedras de la ley, y los burdeles con las piedras de la religión”.

“Lo que hoy está probado, ayer era solo un sueño”.

“Todo lo que puede imaginarse es un reflejo de la verdad”.

“Los tigres de la ira son más sabios que los caballos del conocimiento”.

“De agua parada, espera siempre veneno”.

“El hombre que mejor te conoce es aquel que permitió que abusaras de él”.

“Las oraciones no aran; los elogios no maduran”.

“Nunca sabrás lo que es suficiente si no te permites saber lo que es más que suficiente”.

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