El estudiante emocional

29 de Enero de 2017
Dr. Guillermo Ramos*

Dr. Guillermo RamosLa neurociencia abarca el estudio del sistema nervioso del ser humano, que tiene su motor en el cerebro. Ese órgano que tenemos alojado en la cabeza, en sentido general, se desvive por  “encontrar placer y por evitar el dolor”. Obviamente que para el cerebro, si tuviera que elegir entre los dos, elegiría evitar el dolor, antes que sentir placer.

Tomando en cuenta esas dos necesidades del cerebro, podemos explicarnos la típica conducta de los adolescentes y también por qué, al desconocerlas, no hemos tenido mucho éxito, cuando queremos corregirlos o prestarles ayuda.

Los padres invitan frecuentemente y con mucho entusiasmo a sus hijos adolescentes a reflexionar, sin saber que los llamados lóbulos prefrontales (encargados de permitirnos reflexionar) desarrollan su función por encima de los 20 años de edad. Quiere decir que no hay manera de que sus hijos adolescentes entiendan lo que les están proponiendo. Simplemente no tienen esa “aplicación” activada.

Estudios realizados en universidades como Harvard, Princeton y la de Barcelona avalan este conocimiento y también los casos con pacientes en la consulta privada. En esto último, recuerdo el caso de un estudiante de 15 años cuyo padre se quejaba de haber perdido su control. Él sabía que su hijo tenía problemas en el colegio y con sus amigos, afuera de su casa, pero cuando se sentaba con él a hablar “de padre a hijo” a “analizar la situación”, simplemente nada funcionaba. El chico se mostraba hermético y se enfadaba.

Al atender este caso, le dije al padre que “la racionalidad” no era el camino para ingresar al “mundo” de su hijo, ya que la racionalidad es manejada por los  lóbulos prefrontales, estructuras que se desarrollan después de los 20 años. Le dije que los adolescentes están totalmente controlados por el cerebro emocional. Por eso, la “puerta de entrada” eran sus emociones. Por suerte tuvimos un final feliz.

Encontramos en la gran afición de este joven al fútbol el camino para acceder emocionalmente a él. Su padre jamás se había preocupado de sus intereses, solo de sus obligaciones escolares. En esta ocasión, le sugerí que fuera con él a algún partido importante de su equipo favorito y que le comprara la camiseta del jugador que más admiraba, para que fuera con ella al encuentro deportivo.

Cuando el padre hizo esto, activó el cerebro emocional del chico, haciendo que el hijo lo sintiera parte de su grupo, no “el tirano” como lo había percibido siempre. Después de varias ocasiones de salir juntos al estadio, el mismo hijo le comentó, espontáneamente, cómo estaba en el colegio y en su vida personal. Lo hizo porque nadie lo forzó, ni nadie lo amenazó. Esto propició una gran empatía entre ellos, la cual abrió el camino para solucionar todos los problemas.

Los adolescentes, en ocasiones, cierran todas las puertas y solo las abrirán para sus amigos o familiares, que sepan llegarles al corazón (es decir, al cerebro emocional). (O)

gesomar@hotmail.es

* Médico guayaquileño con 37 años de labor en la docencia (neurosico-educación, inteligencias múltiples y programación neurolingüística).

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