Diversión dosificada con los hijos

06 de Abril de 2014
Liliana Anchundia

Hacer de los hijos el centro de atención los puede volver egoístas e indolentes; los padres también deben procurarse su tiempo y espacio.

Muchas veces por complacer a sus hijos los padres se olvidan de sí mismos o postergan sus actividades y aspiraciones.

De esto están muy conscientes los mercadotecnistas y publicistas, pues con niños se promocionan productos y servicios de toda índole. Asimismo, para el mercado infantil y juvenil se desarrollan cada vez más películas, series, videojuegos, combos de alimentos, centros recreativos y demás productos pensados para captar la atención del niño, quien motiva a sus padres para la compra.

El psicólogo clínico Óscar Nieto Barquet refiere que es una observación real el hecho de que los padres abandonan su lugar por el “amor” al que la sociedad y las tesis psicológicas desarrolladas en los años ochenta los empujan.

De distintas maneras se hacen bromas acerca de cómo en otros tiempos los padres y los maestros ocupaban un lugar de autoridad y los hijos eran canalizados hacia la responsabilidad. Se habló de que los padres y los hijos deben ser amigos, de que debe haber democracia en la familia y se ensalzó la creencia de que las madres son más importantes que los padres.

Actividades recreativas

Un momento para instituir espacios para los diferentes miembros de la familia es al elegir las actividades recreativas.

La psicóloga clínica Susana Torres de Rumbea expresa que se deben compartir actividades que involucren a toda la familia, de preferencia aquellas que se conviertan en experiencias para recordar; por ejemplo, una visita al campo, al jardín botánico, etc., en el que los padres les hablen a los hijos de la naturaleza, la vida, que despierte la curiosidad del niño por aprender, por conocer, y compartir conversaciones sobre las estrellas, los insectos, lugares geográficos, de cosas diferentes a las que les enseñan en la escuela o el colegio (...), experiencias que a la vez se conviertan en aventuras, según el ritmo de los integrantes de la familia.

Así los chicos entenderán y valorarán la compañía familiar y podrán insertarse en las actividades conjuntas, incluso hasta adultos.

Nieto indica que a la hora de planificar, dependiendo de la edad de los hijos, son los padres los que deben decidir, de acuerdo a sus tiempos y presupuesto. Y debería haber un equilibrio en la selección de tiempos para vacacionar en pareja o en familia.

Generalmente, los padres se olvidan de la relación de pareja durante los primeros años de vida de los hijos. Parece lo adecuado, dada la necesidad que tienen los hijos de atención especial y amorosa de parte de ambos, sobre todo hasta los 6 o 7 años. Pero pasados los 14 años, los padres pueden elegir tomar como pareja sus vacaciones, sin sentir culpa.

Los padres deben aprender a soltar a los hijos de forma progresiva, rodeándolos de todo el amor, orden y seguridad, y comprometiéndolos con sus responsabilidades de acuerdo a la edad, siempre. Que no es lo mismo que renunciar al lugar que les corresponde como padres.

Definitivamente, hay una etapa en la vida de los hijos en la que merecen concentrar la atención de sus padres, expresa Nieto. Esta etapa va desde la concepción hasta los 6 o 7 años. No significa que la atención es menos importante de los 7 a los 14, sino que dada la confianza que han construido en sus hijos, basada en la relación que supieron establecer desde su nacimiento, pueden contar con que sus hijos crecerán seguros, responsables, felices y sobre todo, agradecidos por el amor y el orden que supieron tener como adultos.

La atención especial debe extenderse hasta los 14 años, para que los hijos entren en la adolescencia con la conciencia clara de quién es quién en el hogar. Así tendremos jóvenes felices, empáticos, sensibles, comprometidos y responsables. La vida se encarga de demostrarlo cada día.

Finalmente, más allá de los años, padre y madre siempre serán lo que deben ser: grandes ante los hijos y estos, pequeños. Tal como debe ser.

Orden familiar

Nieto señala que hay leyes sistémicas, universales que ordenan el amor auténtico entre hombre y mujer, entre padres e hijos:

1. La ley de la jerarquía: el que vino antes es primero. El padre, la madre son primero. Por la vida que obsequian son merecedores de gratitud, respeto y honra de parte de los hijos. Independientemente de que lo que hagan bien o mal. “Cada quien en su lugar, para a los hijos poder educar”, es la clave.

2. La ley de la reciprocidad: los padres dan la vida, los hijos la toman y agradecen; sin quejas ni expectativas.

3. La ley de la pertenencia: a la vida familiar pertenecen el padre, la madre y los hijos. Si la madre, tal como es la dinámica de la sociedad actual, decide que el padre no es importante, el hijo también pierde su lugar como tal.

El destino de una sociedad sin padres o sin el orden que estas leyes del corazón fortalecen es un destino desordenado, de irrespeto y desconsideración, falta de empatía, abuso, descontrol e infelicidad, que se observa en lo cotidiano de la vida actual.

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