Traumas, temores y fobias

Por Lenín E. Salmon
28 de Enero de 2018

Son tres experiencias diferentes cuyo escenario es la mente humana y su único protagonista es la persona que las sufre. Sus orígenes son distintos, así como sus efectos. El temor aparece como una reacción de protección ante algo desconocido e interpretado como potencialmente peligroso. Es una manifestación de nuestro instinto de conservación, y lo sentimos cuando percibimos una situación riesgosa y nos obliga a tomar precauciones. Sentimos intranquilidad inicial, pero la podemos aliviar al utilizar recursos psicológicos (el razonamiento, el autocontrol, el sentido común) y tomar medidas apropiadas para dicho evento.

La fobia es una reacción compleja que pone a todo el organismo en un alto nivel de emergencia en el plano físico, mental y emocional, pero en ausencia de una situación objetiva que lo justifique (por ejemplo, desesperarse al estar cerca de una ventana en un piso alto –temor a las alturas o acrofobia, o entrar en pánico en presencia de un perro evidentemente inofensivo –cinofobia). Su origen puede estar en experiencias tempranas estresantes no resueltas, aunque a veces no se puede precisar su causa. Cuando está tranquila, esta persona reconoce lo desproporcionado e irracional de su conducta frente al objeto fóbico y quisiera disponer de más recursos para enfrentarlo, pero a la hora crítica solo siente impotencia, descontrol y nada de sentido común. La característica central de la fobia es su subjetividad: nadie puede interpretar, y por lo tanto entender, la magnitud de la crisis interna que sufre la persona fóbica. Es alguien que necesita ayuda profesional.

El trauma es una grave reacción emocional a un evento catastrófico que excede la capacidad del individuo para entenderlo o asimilarlo. Usualmente se presenta en víctimas de desastres naturales, guerras, violaciones sexuales o haber estado al borde de una muerte violenta. La huella psicológica es más profunda cuanto más joven o inmadura es la persona. A menudo el shock produce amnesia sobre el hecho, que, al no estar en la mente consciente, puede manifestarse en pesadillas, flashbacks o en reacciones fóbicas inexplicables, como fobia a la sangre, a entrar al mar, a los temblores de tierra, a los acercamientos sexuales normales. Nunca se sabe cuándo va a estallar la reacción de la persona traumatizada, que tiene que vivir en un frágil equilibrio emocional, apoyada casi siempre por psicoterapia y farmacoterapia dirigida por especialistas experimentados. (O) salmonlenin@yahoo.com

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