Los hijos del divorcio

Por Lenín E. Salmon
03 de Enero de 2016

Una de las realidades más emocionalmente dolorosas de la vida es el divorcio; solo la muerte del/la cónyuge causa más estrés. Pero si para los protagonistas es devastador, para los hijos es el fin del mundo: el mundo de la confianza, de la felicidad, de la protección, de la sensación de pertenecer a una estructura sólida que existía por encima de todos y les daba identidad y fortaleza.

De allí en adelante, salvo pocas afortunadas excepciones, la vida de cada uno tendrá que redefinirse y adaptarse a situaciones para las que no se prepararon. Por esto es que, en primer lugar, a los hijos se les debe dar una explicación sobre lo que va a suceder, y hacerlo de la manera más delicada considerando su edad y estado emocional (aunque para muchos niños será un alivio saber que terminarán las peleas, amenazas, llantos y agresiones).

Es importante que sepan que el cariño de los padres hacia ellos no está en juego, y que se cumplirá lo estipulado legalmente en cuanto a tenencia, manutención, horarios de visitas y forma de realizarlas (esto le dará algo de estructura a la vida que les espera). Aunque todo parezca muy extraño al comienzo, todo gradualmente se asimilará.

Cuando un divorcio es hostil, y muchos lo son, la parte que se siente afectada tiene que manejar su frustración personal alejada de lo que es la relación de los hijos con la otra parte (nunca usarlos para obtener información sobre la vida del otro, no hablarles mal de él o ella, no obligarlos a tomar lados). Muchos niños se sienten culpables del divorcio y piensan que si se portan bien sus padres volverán a estar juntos (hay que observar a los niños que “quieren ser perfectos” por esta razón y sufren cuando no sucede nada).

Muchas situaciones importantes en la vida de los niños exigirán la presencia, interacción y colaboración de ambos padres. Tal vez la demostración de que se ha alcanzado la madurez en el divorcio es cuando se admite que ambos fracasaron como pareja, pero que nunca dejaron de tratar de ser buenos padres. Esto es particularmente importante si remarcamos que la misión primordial de los padres es enseñarles a los hijos, especialmente en la adversidad, lo mejor de cada uno. (O)

salmonlenin@yahoo.com

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