Discernimiento en nuestro actuar

Por Carlos Muñoz Gallardo
09 de Octubre de 2011
Vivimos en un entorno de cambios constantes, información abundante y poco tiempo para  procesarla. No basta  leer la información, si esta no es analizada, priorizada e integrada a los aspectos fundamentales del plan organizacional o incluso al propio plan de vida, sustentado en base a la identidad, valores y misión que debemos cumplir.  
 
Por ello se hace necesario desarrollar la capacidad de discernir  para poder distinguir  lo esencial de lo accesorio, lo cual permitirá a  la persona mantenerse enfocada en base a principios sin ceder  a presiones o circunstancias externas.  El término discernimiento proviene del latín  “discernere” que significa: separar,  reconocer, cernir.    
 
El primer paso en el proceso es el diagnóstico que nos permite tener una clave de lectura apropiada y una toma de conciencia de los aspectos que están presentes  tanto en el ámbito personal como organizativo. Hay  que evitar tomar decisiones en base a estados anímicos o a la ley del gusto-disgusto: hacer lo que nos resulta agradable y dejar a un lado lo que es más costoso.   
 
La precipitación o falta de reflexión  es manifestación de una acción, que al dejarse llevar por los impulsos, carece del debido discernimiento En el campo laboral, esto implica preguntarse cuánto de lo que hacemos marca una real diferencia para la organización. No basta mantenerse ocupados,  si se evaden tareas que son prioritarias para la institución o si se destinan esfuerzos innecesarios en trabajos que pueden ser delegados a terceros.
 
Para incrementar la calidad en la toma de decisiones, es de gran utilidad cultivar la virtud de la humildad y docilidad para abrirse a las opiniones de los demás y  hacer una opción fundamental por vivir en la verdad.  De esta forma evitaremos el peligro de relativizar situaciones para justificar el uso de métodos errados por razones erradas: “todo el mundo lo hace”, “lo que importa es que la intención era buena” y tantos otros argumentos que esconden falacias de pensamiento.    Para que  las  acciones den frutos permanentes, deben brotar de un recto  de discernimiento fundamentado en la verdad.   Apliquemos a nuestras vidas  la conocida frase: “Por sus frutos, los conoceréis.”
 
 
 

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