Diana Vreeland: ‘Reina del estilo’
Redefinió el papel del editor de moda y lo que era la “belleza” en el siglo XX e hizo que se la recordara cuando se piense en distinguida extravagancia.
“Mi abuela ya no es una persona, es un adjetivo”, dijo Alexander Vreeland al pensar en la que fuera la reconocida editora de moda de la revista estadounidense Harper’s
Bazaar entre 1936 y 1962 y después redactora jefe de Vogue hasta 1971: la excéntrica francesa de labios, mejillas y uñas rojas, Diana Vreeland (París, 1903- Nueva York, 1989).
Su columna ‘¿Por qué no?’ en Harper’s Bazaar en la que realizaba preguntas atrevidas e irónicas como ¿Por qué no pintas el mapa del mundo en la habitación de tu hijo para que no crezca con un punto de vista provinciano? en los años treinta, fue prácticamente la catapulta para hacerse conocida y transformar el papel del editor de moda, las revistas y el concepto de lo que realmente era la belleza en el siglo XX.
A esta parisina de carácter fuerte y preponderante nariz (a propósito de esta, el periodista y escritor estadounidense Truman Capote decía que “es como un extraordinario tucán, algo salvaje que salió de la selva y nos habla en un lenguaje asombroso”) la descubrió la directora de Bazaar de ese tiempo, Carmel Snow. ¿Cómo? Bailando en el hotel St. Regis, Estados Unidos, con un vestido de encaje blanco de Chanel.
La mayoría de estos relatos y más detalles sobre su vida constituyen el documental Diana Vreeland: The Eyes Has to Travel (en español Diana Vreeland: El ojo tiene que viajar. También lo han traducido como Diana Vreeland: Una mirada educada que fue estrenado a mediados del 2012.
Este fue dirigido, por nada más y nada menos, que la esposa de su nieto Alexander, Lisa Immordino, la cual además lanzó un libro con el mismo nombre.
“Conocí a mi marido, Alexander Vreeland, hace 25 años cuando ambos trabajábamos en Polo Ralph Lauren en Milán. He trabajado en el mundo de la moda toda mi vida y, por supuesto, yo había oído hablar de la legendaria Diana Vreeland (…) Pero aunque ella aún vivía en dicha época, nunca se me ocurrió preguntarle a Alexander si podía conocer a su abuela. Nunca le pregunté sobre ella hasta que decidí hacer una película sobre su figura”, dijo Immordino en Harper’s Bazaar en octubre del 2012.
Para Lisa este es su primer documental, el cual cuenta estuvo basado –por ejemplo– en las cintas que el periodista estadounidense George Plimpton grabó en sus entrevistas con Diana para DV, su biografía.
“Escuchaba su voz mientras miraba la imaginería que creó para Bazaar. Después de la proyección en el Festival de Venecia en septiembre de 2011, organizamos una cena para la familia en la que Frederick, de 85 años, hijo de Diana y padre de Alexander (antiguo embajador en Marruecos, conocido como Frecky por la familia) pronunció un discurso. Dijo que “una de las cosas que tengo en común con Diana es que no acepto un ‘no’ por respuesta. Trabajé duro para conseguir financiación para la película y entrevistas con amigos y colegas de Diana, desde Anjelica Huston, Lauren Hutton, Penelope Tree y Veruschka (a la que ella puso en su revista, celebrando sus looks poco convencionales) hasta Hubert de Givenchy, David Bailey y Lillian Bassman, que trabajó con Diana en Harper’s Bazaar. Utilicé 80 imágenes de Avedon y 18 de Irving Penn, una entrevista inédita con Mick Jagger y una carta de Jacqueline Kennedy preguntándole a Diana qué ponerse en la toma de posesión de John F. Kennedy…”, indicó Lisa.
También se propuso a indagar un poco más sobre su vida personal. Dice que de jovencita Diana tenía una relación ‘retadora’ con su madre. Tenía una hermana menor muy guapa por lo que a ella la veían como el patito feo. Sin embargo, ella se propuso en su vida a ser realmente diferente, a destacar.
En 1914 los padres de Diana (su madre era americana y su padre británico) deciden trasladarse desde París a Nueva York. Años más tarde Diana se casa con el banquero Reed Vreeland con quien tuvo 40 años de matrimonio e hijos.
“Reed tuvo aventuras que decidí no sacar en la película, pero la quería a ella y a su vida en común (…) Cuando a Reed le diagnosticaron cáncer, ella no se lo contó a nadie. Murió en 1965. Ella fue a su funeral de blanco y se zambulló aún más en su trabajo”, señaló Lisa.
No aprendes moda. Tienes que llevarla en la sangre. Yo nunca veo otra cosa que un perfectamente maravilloso mundo de moda a mi alrededor”, Diana Vreeland.
La estadía de la familia Vreeland era repartida entre los Estados Unidos y Europa. En el país americano inició todo el torbellino de fama fashionista de esta “sacerdotisa del estilo”.
Incluso, varias películas se inspiraron en Diana: Una cara con ángel (1957) y ¿Quién eres tú, Polly Magoo? (1966). “Eso pasó a formar parte del código de la directora de revista de moda –ahí está El diablo se viste de Prada (2006)”, citó El País de España en el 2012.
Lo que dejó…
Desde que Carmel Snow la eligió editora de Harper’s Bazaar descubrió, entre otros talentos, a la modelo y actriz estadounidense Lauren Bacall; en los 40 aseveró que “el bikini es lo más importante desde la bomba atómica” e inspiró a reconocidos fotógrafos como Richard Avedon. Este la describía así: “Lo que representaba no era lo que era. Prefería ser percibida como frívola. Trabajaba como un perro, pero no quería que se supiera. Vivió para la imaginación, regida por la disciplina, y creó una profesión nueva. Vreeland inventó la editora de moda. Antes eran señoras de sociedad que les ponían sombreros a otras como ellas”.
A inicios de 1960 Vreeland dejó Harper’s Bazaar para dirigir Vogue, después que Snow no la consideró para el puesto de directora.
“La revista, menos relevante, se convirtió en un fenómeno en sus manos. Supo incorporar los cambios de los años sesenta. Mick Jagger, Anjelica Huston, Twiggy o Veruschka encarnaron su alegato por la belleza de lo diferente”, publicó El País de España en el 2012.
En el 71 la despidieron de esta revista, según cuentan, por sus excesos y excentricidades en su trabajo y producciones.
Es como un extraordinario tucán, algo salvaje que salió de la selva y nos habla en un lenguaje asombroso”, Truman Capote.
Entre 1972 y 1989 fue consultora del Costume Institute del Museo Metropolitano y organizó exposiciones que atrajeron una avalancha de visitantes.
“Los últimos años de la vida de Diana son parte de la leyenda de la moda. Se retiró a su apartamento y se dejó el pelo blanco, pero Alexander me contó que no se quedó ciega, como se dijo. Algunos dicen que se reencontró con su familia. No presenté esos últimos años porque no quería que Diana muriese; quería permanecer en la grandeza de su vida”, puntualiza Lisa.
El año pasado también estuvo en Venecia la exposición Diana Vreeland After Diana Vreeland, (Diana Vreeland después de Diana Vreeland), una importante muestra de este personaje que hizo, definitivamente, historia.
Fuentes: www.dianavreeland.com, www.dianavreeland-film.com, www.harpersbazaar.es y www.elpais.com.