En el sur de la ciudad: Bien servido y sin lujos
"El Chelín se especializa en platos de excelente sazón. Pueden escoger una mesa dentro del restaurante, pero en época de calor más bien instálense afuera en la parte enrejada, donde circula una buena brisa”.
Para mí el chelín era el nombre que dábamos en castellano al schilling, aquella moneda inglesa lanzada en 1548 bajo el reino de Enrique VII, pero ahora lo relaciono con un pequeño restaurante que me sorprendió por su calidad más la acogida que recibe el público. En realidad aquel nombre ‘chelín’ viene a ser el apodo cariñoso que le daban a la dueña cuando era una chiquilla: el nombre Acela se convirtió en Chelín.
Mis lectores saben que soy muy exigente en cuanto a comida, busco las razones por las que un sitio adquiere fama, soy insobornable. Casi siempre encuentro las mismas respuestas: aliño espectacular, precios moderados. La gente piensa en su presupuesto cuando decide salir a comer y me escribe pidiendo el valor de los más apetecidos platos para saber si están dentro de sus posibilidades.
Dichos platos muy copiosamente servidos tienen un precio muy razonable que oscila entre $ 3,50 y $ 15. Por sus $ 15 recibirán una costilla de un tamaño descomunal (le calculo treinta y cinco centímetros). Hasta podrían servírsela dos personas de apetito normal. Viene con el hueso, pero querrán ustedes dejarlo totalmente limpio, peladito. Perfectamente asada en su aspecto exterior es jugosa, sabrosa con su filo de suculenta grasa, su carne tiernísima. Pueden servírsela con salsa barbacoa, yo la quise al natural para poder apreciar la forma como fue asada, sentir su carne sin ninguna interferencia. Les recomiendo unas papas pequeñas cuidadosamente lavadas para que puedan comerlas con cáscara en su untuosa salsa de ajo (papas al ajillo).
Los restaurantes más caros presentan platos de tendencia gourmet, a veces vinos de precio elevado, la planilla adquiere ribetes de verdadero lujo al rebasar fácilmente los $ 100 para dos personas. Existen en el otro extremo lugares modestos sin pretensión ni detalles sofisticados, pero con el atractivo que les da la mano de un chef experimentado.
En el caso de Arrecife, por ejemplo, que hace poco visité, el éxito puede atribuirse a una sabia administración, pero también al talento de Ermencia, quien oficia en la cocina. Cuando hablamos de Chelín aclaro que no tienen vinos, tampoco cervezas, tendrán como opción las gaseosas o algún jugo, todo servido en un sencillo vaso de plástico. No tendrán ni mantel en la mesa ni decorado de lujo, ni cuadros en las paredes. Tienen, en cambio, una cocina de acero inoxidable bien organizada, los baños están muy limpios. Se siente en todo la mano de una mujer muy cuidadosa.
Chelín se especializa en platos de excelente sazón. Les recomendaría pedir las costillas, un moro de lentejas o una menestra, el seco de gallina (pierna o pechuga a $ 5,60). Las recetas en sí no son complicadas, el resultado depende de la mano que las elabora, el equilibrio logrado entre diversos sabores y especias. Pidan el lomo de cerdo, el lomo fino de res, las salchichas cuencanas.
Pueden escoger una mesa dentro del restaurante, pero en época de calor más bien instálense afuera en la parte enrejada, donde circula una buena brisa. Presumo que el enrejado fue puesto para ofrecer mayor seguridad. Hay guardianía para su vehículo.
A pesar de las limitaciones que comenté en mi artículo, quiero dejar claro que en Chelín están las mejores y grandes costillas de la ciudad, que dejan atrás a Friday’s, Tony Roma’s y otros best ribs in town como dicen los gringos. Ojo: abre a partir de las 17:00 hasta las 22:00. Mi cuenta para dos personas fue de $ 25,25.