“Una reunión donde no se discute algo acaloradamente no sirve para nada”. Me lo decía un amigo argentino hablando de reuniones laborales, donde a veces el termómetro es tan frío como el de un velorio. En todas las empresas el tema de las reuniones –o su frecuencia– es motivo también de cuestionamientos sobre la practicidad de hacerlas si no se establecen parámetros y objetivos certeros para todos.

Hoy lo presentamos como tema de psicología, partiendo de la premisa esencial: toda reunión debe ser productiva. Los que participan con una actitud positiva e integradora deben salir de ellas con motivaciones y nuevas luces. Allí está el reto y eso debería ser el común denominador para congregarse, siempre con las reglas del juego bien prácticas y concisas. (O)