El Editor Carlos A. Ycaza
Ojos secos anónimos
Ojos secos anónimos
Un editor en el paredón no es nada nuevo. Siempre he recibido las críticas como algo necesario en mi trabajo. Me preocupa más el silencio, que no deseo que sea el de los inocentes porque esos a veces son caníbales -recuerden a Hannibal Lecter interpretado por Anthony Hopkins- y al menos ya sé de sus instintos sangrientos. Quiero referirme a nuestra columna Ojos Secos (pág. 42) que a veces ha motivado tremebundas diatribas en reuniones, por la decisión editorial de que las críticas las hagan voces anónimas. Ya son exactamente nueve meses en que semana a semana ellos observan las novedades en el cine, las artes visuales, la música clásica, el teatro, la televisión... Quisiera tener todo el papel para poner más. Ha habido respuestas de toda índole, pero yo defiendo lo que considero crucial: a fin de cuentas, una voz anónima es el público, que puede esconderse hasta en forzados aplausos.