A veces es posible hallar huellas donde se realiza una gestación artística. Servio Zapata vivió en su Zaruma natal hasta los 17 años, pero lo que el pintor revela a Moisés Pinchevsky en la visita que juntos hacen al lugar es aquella semilla inmortal que mueve a los creadores a realizar “lo de uno”.

En su larga trayectoria, si bien su obra pictórica no está del todo vinculada a sus memorias citadinas, lo que nos deja es una sensibilidad exquisita por esa naturaleza que formó su niñez en una ciudad repleta de tradiciones y circundada por el verdor de los bosques, las minas y los cielos azulísimos, donde las nubes adquirían formas imborrables. “Zaruma es una ciudad de gente amable”, dice Servio, “de casas bonitas y de gastronomía deliciosa”. Para el artista, el turismo es un gran tesoro que su ciudad tiene como atracción primordial para el país y el mundo. (O)