Llegamos a la recta final del año siempre con emociones contrapuestas. No solo por la efervescencia navideña que nos inunda, sino por un escenario político que se acerca a momentos cruciales en febrero. Uno quisiera escaparse de todo. Y ahora, convertido en un nuevo habitante de Samborondón, mis trayectos de ida y regreso hacia mi trabajo en el sur de la ciudad (donde antes vivía), formo parte de ese gigantesco y dantesco conglomerado de automóviles en vías lentas, congestionadas y peligrosas. Si bien es importante la tranquilidad y el confort recuerdo un libro: La naturaleza de la música, por Maureen McCarthy Draper, que se promociona como “un camino para el bienestar interior”. Esa naturaleza artística que nos hace vibrar sí es una ayuda y una cálida compañía, ayudándonos a relajar nuestras mentes, curar nuestros cuerpos y encontrar algo de serenidad. (O)