¿Niños abusivos?

21 de Enero de 2018
Gisella Quintana B.

Además de la víctima, el joven acosador también sufre traumas que limitan su desarrollo adecuado.

Al pequeño maltratador lo conocemos muy bien porque constantemente busca dañar y molestar a sus compañeros, por lo general a quienes no suelen quejarse o reclamar o a quienes considera más débiles. Pero lo que no conocemos son las condiciones que están fabricando este comportamiento hostigador y perjudicial para sus allegados y para su desarrollo.

“Hay que buscar maltrato físico, abuso sexual y patrones de familia con conductas agresivas detrás de ellos”, argumenta Carlota Manrique, médico psiquiatra y jefa del Área de vida del Instituto de Neurociencias.

“También debe indagarse si hay abandono físico y emocional, porque en ellos hay un entorno distorsionado psicosocial que generalmente no se investiga porque él simplemente recibe una sanción, rechazo escolar o la expulsión”, agrega.

El médico Guillermo Ramos Pazmiño, experto en neuropsicoeducación, coincide en que la raíz del acoso escolar está en casa. Germina en los hogares disfuncionales, donde además de haber agresión directa, se puede dar el caso de padres protectores que han mimado demasiado a sus hijos y se han acostumbrado tanto a la atención que no les importa si es negativa. O aprenden la violencia puertas adentro.

“Si ve que sus padres no se tratan con empatía, jamás podrá ponerse en lugar del compañero”, ilustra Ramos. “Si el padre no es solidario con la madre y como es hombre es su modelo, su estereotipo, entonces lo replica porque cree que está bien”.

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En el último de los casos, aunque igual de importantes, son las razones orgánicas que propician la actitud abusiva. “Factores estresantes durante el embarazo (sufrimiento fetal) o en el primer año de desarrollo psicomotor del niño influyen en sus actitudes agresivas”, explica Manrique. Esas cuestiones generan irritabilidad cerebral que no siempre se manifiestan como crisis convulsivas, sino con un carácter belicoso, aclara la especialista.

A pesar de ser una condición poco frecuente, dice, debe ser contemplada dentro de la evaluación del menor a través de electroencefalogramas. Una de las especialidades del Instituto de Neurociencias es descartar la organicidad en temas psicológicos.

Cómo reconocerlos

Estos jóvenes se caracterizan por tener sentimientos negativos, son muy irritables, no se sienten queridos, son impacientes, verbalizan sus deseos de ser los primeros en hacer y tener, ejecutan berrinches, desobedecen a la autoridad.

Pero la principal señal es la falta de empatía, concuerdan los entrevistados. Los acosadores no pueden ponerse en los zapatos del otro. Este conflicto los convierte en víctimas de rechazo, reciben ofensas de los otros porque al ser victimarios los ven como perversos. Pueden rotar de colegio en colegio, que al mismo tiempo incide en repetir el año lectivo, interfiriendo en su camino académico. A largo plazo son individuos con problemas de disciplina y no logran entablar relaciones sólidas. Finalmente, el rechazo y abandono los empuja a actividades de riesgo, como consumo de sustancias psicotrópicas o salir con amistades peligrosas.

Educar y reeducar

De acuerdo a Manrique, la legislación escolar ampara a los niños con problemas de violencia para que no puedan ser excluidos de los centros escolares. Las pautas a seguir comprenden la separación de las aulas para recibir tareas dirigidas y la exigencia a ser atendido en un centro de especialidad para poder reinsertarse en el centro educativo.

En su experiencia ha visto casos de adolescentes hostigadores que llegan al instituto porque han empezado a desarrollar conductas delictivas o, efectivamente, por solicitud de las autoridades colegiales que quieren la evaluación para poder reinsertarlos.

Todos adolecen de falta de autoestima y depresión. Por ello su pronóstico siempre será la terapia psicológica y madurar su dignidad y honra. “Hay mucha gente que crece en las carencias más grandes y son excelentes personas. Todos los chicos no pueden crecer en hogares formidables, tenemos que aceptar eso, no podemos cambiar su entorno. Pero trabajamos en mejorar su autoestima y en el respeto a los demás”.

Deber de padres

“Los padres deben hacerse un autoanálisis para intentar hacer su hogar funcional”, advierte Ramos. Así puedan evitar este cuadro o que empeore. “Lo que aprende un niño hasta los 8-9 años, lo aplicará en su adultez. Por eso esta etapa es tan crucial para que los padres cuiden cómo educar a sus hijos. Y los profesores también, porque con ellos se comparte la cocrianza”.

De la actitud que tomen los padres depende la solución a este problema. “Hay momentos para reprender y castigar, pero cuando los hijos han llegado a cierto nivel de desacato, el castigo creará más rebeldía y será contraproducente”. Si el acoso se ha tornado violento es indudable la ayuda profesional. Por eso llama a reforzar los principios dentro de la familia.

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