El Pobre Diablo: Habita la noche quiteña
En sus 26 años, este ‘diablo’ brinda todas las ventajas para pasarla bien. Opera en el barrio La Floresta.
“Hace 26 años pasaba por la vereda y me metí de curioso y colado a esta casa. Y desde allí sigo de colado (jajajaja)”.
Así, Juan Lorenzo Barragán resumió ante casa llena su vinculación al bar y restaurante El Pobre Diablo. Era viernes con sabor festivo. Charlando, tomando canelazos, picando golosinas, escuchando música y abrazando a los conocidos, los amigos la pasaban rico. Había muchos nuevos colados.
El ambiente se presta para dar un giro a la rutina. Si usted es un colado cualquiera puede ir a El Pobre Diablo y sentirse como si estuviera en un restaurante para comer, en una cantina para beber, en un escenario para tocar y escuchar música, en una disco para bailar, en una sala para ver las últimas exposiciones de arte o, simplemente, en un lugar para charlar con sus amigos o hacer nuevos amigos.
Ingreso para todos
No hay necesidad de romperse la cabeza tratando de definir qué es El Pobre Diablo. Ni tampoco hay que preocuparse si usted va en facha deportiva, con jeans y camiseta, terno combinado, terno completo o abrigo, gafas y sombrero. Puede colarse tal como lo encuentre el momento.
Siempre será bien recibido si es empleado privado, funcionario público, emprendedor, empresario, artista... o un bohemio social o empedernido.
Desde hace 26 años, este sitio ha sido de puertas abiertas para pasarla bien. “El Pobre Diablo no somos solamente los socios, sino la gente que trabaja aquí y los amigos que nos acompañan durante tantos años. Hay muchos amigos que se hicieron amigos, que se hicieron novios, que se casaron... Es un espacio popular donde podemos conocer gente. Esto ha sucedido con los músicos, con los poetas, con los pintores, con apasionados de la fotografía, en fin...”, dice Pepe Avilés, uno de los creadores, responsables y sostén del lugar, mientras se pasa la mano por su poblada y ya canosa barba.
Desde que abrió sus puertas, en la preinauguración, en el ya lejano 19 de octubre de 1990, El Pobre Diablo no volvió a cerrarlas más. La propuesta fue acogida. Y con base a ese “sí” de los quiteños, la partida de nacimiento se inscribió 23 días después, el 10 de noviembre de 1990.
Ahora, con 26 años de vigencia, “no se puede comprender la noche quiteña sin ese espacio irreverente”. Y como insiste Pablo Corral Vega, secretario de Cultura de Quito: “¿Alguien puede imaginar la cultura de Quito sin el jazz, sin la fotografía, sin los afiches, sin la efervescencia creativa de El Pobre Diablo?”.
Patricia Endara es el alma de este centro lúdico desde su creación. El alma y el corazón desde que con Pepe Avilés plasmaban un sueño en un lugar para apostar por el olvido de la rutina cotidiana. “Cada día ha sido un aprendizaje en las cosas que nos gusta hacer. Hemos aprendido a vivir con todo tipo de personas, de amigos, de clientes. Y con todos ellos, hemos pasado y seguimos pasándola muy bien”, apunta Patricia con modestia.
Y como lo cuenta Rafael Barriga, en el libro editado a propósito de los 25 años de El Pobre Diablo, que su primer impacto fue, en 1990, ver a “gente vieja” y que eso era mirar solo la epidermis, pero también estaban gentes más jóvenes... “Y pronto conocí a Pepe Avilés, a Fernando Riofrío, a Paco Salazar y a Patricia Endara, quienes con gran audacia rentaron una vieja casa de La Mariscal para abrir el lugar”. Ahora El Pobre Diablo ocupa un lugar de especial significación en el querido y tradicional barrio de La Floresta, en el centro norte de la capital.
Por El Pobre Diablo han pasado generaciones de lo más excelso de la cultura, de las letras, de la música, de la pintura, de la política, de la academia, nombres de personas y de agrupaciones que bien podrían engordar una agenda de referencias importantes para la sociedad.
Pero este local luce con orgullo su estampa de que pertenecerá para siempre a la gente común de Quito y del Ecuador. (I)