Teatro en tarrina: Ojo con lo que uno lleva

Por Mercucio
23 de Abril de 2017

“Víctor Aráuz es ahora un actor maduro y este trabajo es prolijo.  Nos enseña que la locura hay que dejarla para el teatro y que el teatro se hace desde la propia oscuridad”.

El microrrelato es la característica principal de la movida posmoderna, lo que también quiere decir que sus contenidos no solo serán fugaces, sino mayormente insignificantes. Hoy daré una vuelta por los microteatros del Pop Up Teatro Café, obras que tienen una duración aproximada de cuarto de hora. Y, ¿qué buena comida puede cocinarse en 15 minutos? Pero sí hay opciones que podemos disfrutar y llevar en tarrina buenos recuerdos, a pesar de que comprimir la dramaturgia a lapsos cortos es un riesgo artístico.

Así pasó con la obra que daba su palabra que sería controversial, que se promocionaba con las fotos innecesariamente eróticas de sus dos actrices: Adriana Bowen y Bárbara Fernandes, para mostrarnos una función cuyo guion pretendía ser contundente, polémico y filosófico, pero quedó más como un poco fofo y pueril. Mi casualidad, libreto discordante con las actuaciones que escondían sus faltas con el grito, el exceso y lo forzado. El director, Michy Zelaya, sin razón alguna toma protagonismo dando ciertas explicaciones antes y después de la presentación, insisto, sin necesidad. Esta obra, con texto de José Rengifo, como en las comidas rápidas: la carne en la foto vende más.

Contrastando tenemos a otras Dos mujeres, obra interpretada por Frances Swett y Florencia Lauga, dirigida por Montse Serra y texto del argentino Javier Daulte. Se vio un gran trabajo, incluso desde la escenografía y quizá si querían ver sensualidad, a esta obra no le faltó. Son actuaciones importantes y, sin embargo, seguro de lo que voy a decir, en 15 minutos no se cocina a profundidad la trama. El conflicto no llega al clímax o si lo hace es efímero. Con otra extensión probablemente hubiera sido excelente.

Por otro lado, en El rehén en la que actúa Guillermo Boshetti y debía actuar Ney Calderón, fue David Castro quien en su reemplazo salvó esta pequeña comedia. Sin que sepamos qué pasó con el actor titular, Castro se echó al hombro el papel del maniatado y la actuación de peso de Guillermo, que en personaje hacía de criminal y al rato de amigo. El joven actor fue literalmente rehén de la obra e hizo una buena resistencia.

Para hacer de este escrito un plato fuerte y con postre, dejamos para el final el homenaje que hace el grupo Actantes al escritor y dramaturgo guayaquileño Luis García Jaime. Del que tal vez habrán escuchado poco, pero es un autor importante para el teatro de hoy, más aún si sus obras tocan algo de nuestra realidad.

En la primera semana estuvo Negro de mierda, con la estupenda actuación de Jorge Tenorio tomando la negritud como camino y como voz, con un guion elaborado para interpelar a un público “blanco” y que lo fue. Con lo que cabe decir que la presencia del público afrodescendiente en los teatros aún se hace esperar, ¡asistan! Febrero 33, en cambio, me hubiese gustado poderla apreciar mejor, sin la música intensa del bar. Víctor Aráuz es ahora un actor maduro y este trabajo es prolijo. Nos enseña que la locura hay que dejarla para el teatro y que el teatro se hace desde la propia oscuridad; es así como se piensa shakespearianamente.

Es posible que estas dos obras sean el trabajo más importante en las carreras tanto de Tenorio como de Aráuz. Las obras de Luis García fueron dirigidas y adaptadas por Jéssica Páez y continuarán esta semana junto con las demás en Pop Up. (O)

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