Philip Glass y la OSG: Evento memorable

Por Vinteuil
24 de Diciembre de 2017

“La OSG, bajo Anzolini, se lució con ambas obras, manteniendo una perfecta articulación incluso bajo los tempos más energéticos del primer movimiento de la octava sinfonía de Glass”.

​La noche del viernes 15 de diciembre, en el Centro Cívico, con la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, bajo su director Dante Anzolini,  el público guayaquileño tuvo la rara oportunidad para escuchar dos obras que sobresalían por su impacto dramático y su voluntad para romper con las corrientes establecidas de su tiempo. También pudo conocer en persona al autor de una de las obras, Philip Glass, que a diferencia de la gran mayoría de otros compositores contemporáneos de música académica, ha logrado conectar con el público a un nivel comparable al de un artista popular, gracias sobre todo a su música para películas, logrando tres nominaciones al Óscar, una de ellas por Las Horas.

Antes del inicio del concierto, al saber que Glass estaba en el auditorio, el público le dio la bienvenida con un fuerte y largo aplauso. Sin embargo, la obra que abrió el concierto no era una de Glass, sino la primera sinfonía del compositor quiteño Luis Humberto Salgado. De hecho, su interpretación esa noche significaba su estreno mundial, y sin duda alguna la presencia de Glass contribuirá al conocimiento de la obra de uno de los más grandes compositores ecuatorianos, que en gran parte es desconocida incluso en el Ecuador.

La primera sinfonía de Salgado, como las otras interpretadas por la OSG, mezclan la música folclórica ecuatoriana (sobre todo la de la Sierra) con la occidental, tanto del periodo romántico como del modernismo. En el uso del dodecafonismo, la primera es más cercana a la segunda, también conocida como la Sintética, por la resumida exposición y desarrollo de sus temas, propios del neoclasicismo asociado con Stravinsky. Sin embargo, la estructura de la primera, compuesta de cuatro movimientos, es más propia del romanticismo, específicamente el de la sonata, como tradicionalmente se lo aplicó a la sinfonía de cuatro movimientos.

En la primera sinfonía el muy singular genio de Salgado yace en utilizar temas folclóricos ecuatorianos, muchos con herencia precolombina, en una de las formas más tradicionales y representativas de la música europea, mezclando el lenguaje harmónico de ambas tradiciones, pero yendo más lejos al también utilizar a un grado muy notable el dodecafonismo, el cual incluso en el presente, más de medio siglo después de su desarrollo por Schoenberg, mantiene la disonancia que lo identifica. Pero otra faceta del genio de Salgado yace en mantener el lazo con el público, a pesar del uso de estas técnicas de composición vanguardistas, que en manos más dogmáticas producen una monotonía insoportable.

Estas mismas facetas se pueden reconocer en la octava sinfonía de Philip Glass, la cual fue interpretada después de un intermedio. La obra, un poco más corta que la de Salgado, y compuesta de tres movimientos, hacía uso de la repetición de motivos, algo representativo en la música de Glass, y usualmente asociado con la corriente contemporánea conocida como el minimalismo.

Aunque este, como es en el caso del compositor británico Michael Nyman (famoso por la banda sonora de la película The Piano) está asociado con el posmodernismo en la música, la octava sinfonía de Glass, en la energía de su primer movimiento y la complejidad harmónica del segundo (que utiliza el dodecafonismo) transmite un espíritu ajeno a la música occidental, quizás más cercano al de la hindú, a la cual Glass fue introducido a través de Ravi Shankar. La sutil melancolía del tercer y último movimiento, al que Glass define como un Réquiem, también transmitió este  espíritu, que en algunos momentos bordeaba en lo religioso.

La OSG, bajo Anzolini, se lució con ambas obras, manteniendo una perfecta articulación incluso bajo los tiempos más energéticos del primer movimiento de la octava sinfonía de Glass. (O)

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