¿Qué crisis?

Por Clara Medina
27 de Diciembre de 2015

Crisis. Esta es una de las palabras que más se han escuchado en el Ecuador durante el 2015. Y ante esta palabra, que se extiende como eco, se podría pensar que el que termina es un año para olvidar. Si bien en algunos sectores ciertamente hay crisis, en otros se nota un florecimiento. Una fortaleza. Pienso en la narrativa ecuatoriana, que se ha ubicado entre lo mejor de lo que se escribe en español. Y lo digo sin exageración. El libro La muerte silba un blues, de Gabriela Alemán, estuvo entre los cinco finalistas del Premio Hispanoamericano de Cuentos Gabriel García Márquez, que se convoca en honor al fallecido Premio Nobel de Literatura colombiano. La crónica Vasco Pimentel, el oidor, de la periodista Sabrina Duque, fue una de las cinco finalistas del Premio de Periodismo Gabriel García Márquez, categoría texto, que convoca la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Y la novela Te Faruru (aquí se hace el amor), de Jorge Salvador Izquierdo, integró la lista de las siete finalistas del Premio Herralde de Novela. Los tres certámenes son de primera línea.

Alguien, para amainar mi optimismo, podría decir “solo fueron finalistas”. Pero estar entre los finalistas en concursos como estos es muy decidor. Significa que un jurado, que es experto en la materia que califica, ha considerado que la obra tiene los méritos suficientes para ser premiada. La escogen entre cientos y la ubican en una selecta lista, de la que se escoge a la ganadora. Quizá haya en esta etapa ciertos detalles que lleven a los jueces a decidirse por una en especial, pero eso no invalida los méritos de las finalistas.

A estos tres nombres se añaden los de otros narradores: María Fernanda Ampuero ganó el certamen de relato Los hijos de Mary Shelley, en España, con el cuento ¿Quién dicen los hombres que soy yo?; Sandra Araya se llevó el premio del certamen de novela breve La Linares, con La familia del Dr. Lehman. El concurso de novela breve Miguel Donoso Pareja premió a Juan Pablo Castro Rodas por La curiosa muerte de María del Río. Mónica Ojeda, Premio Alba de Narrativa 2014, obtuvo mención de honor. Y Ernesto Carrión, celebrado por su trabajo en poesía, recibió menciones de honor en ambos certámenes. Carla Badillo, que se alzó con el Premio Loewe de Poesía, también se adjudicó mención de honor en el concurso de novela La Linares.

Los casos citados son un indicativo de que en Ecuador existe un grupo de gente joven que está escribiendo muy bien, que está produciendo de forma constante y que no teme exponer su obra y medirla con la de otros colegas. Revela, asimismo, la diversidad de géneros que se cultiva: cuento, crónica, novela. Son escritores que se mueven en varios registros. Es destacable que entre las voces narrativas, las mujeres constituyen mayoría.

En la literatura ecuatoriana la crisis no existe (el problema es todavía distribuirla, hacerla circular). Es una de las actividades que, por lo menos en mi opinión, muestran más vitalidad. Si así llovió en el 2015, que no escampe en el 2016. ¡Feliz año! (O)

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