Escritor de la felicidad

10 de Diciembre de 2017

El escritor Jean d’Ormesson, fallecido en la madrugada del martes a los 92 años, era uno de los intelectuales más populares entre los franceses, que apreciaban su optimismo frente a la desesperanza de muchos de sus colegas. “Lo bueno fue la vida. No la mía por supuesto. La vida sin más. Me gustó mucho este breve paso por nuestro mundo”, se confió en el 2003 el decano de la Academia Francesa en C’était bien (Estuvo bien).

Este aristócrata de mirada azul, chispeante de inteligencia y malicia, se convirtió además en uno de los pocos escritores franceses en ingresar en vida en la prestigiosa colección La Pleiade, consagrando así su obra como un clásico.

Su hedonismo, su obra exitosa y su carisma ante las cámaras hicieron de él una de las personalidades favoritas en Francia. “He intentado dar un poco de felicidad a mis lectores, es cierto”, dijo el escritor en una entrevista con la AFP, antes de definir sus libros como “una especie de Prozac para almas atormentadas”.

Escribir pese al cáncer

En una columna publicada por el diario Le Figaro, Mario Vargas Llosa dijo de él que fue “uno de los herederos más destacados de la gran literatura francesa, por la elegancia de su estilo, que unió con astucia la elegancia de los clásicos y la audacia de la modernidad”.

Un cáncer de vejiga le costó en el 2013 ocho meses de sufrimiento con frecuentes hospitalizaciones, lo cual no le impidió seguir publicando con ese estilo tan característico suyo de decir cosas graves con un tono ligero. “La condición humana –decía– es oscura, y hay que tomarla con la mayor ligereza posible”.

‘Jean d’O’, como lo llamaban con cariño sus compatriotas, debutó incluso en el cine a los 87 años, en la comedia Les saveurs du palais (Los sabores del palacio), en la que encarnó al expresidente François Mitterrand. También actuó en el teatro, adaptando para la escena su libro La conversación, un delicioso diálogo entre Napoleón y su hombre de leyes Cambaceres.

‘Devolver un poco de encanto al mundo’

Junto a su padre diplomático destacado en Alemania y Rumania en los años 30, también asistió al advenimiento del nazismo y la entrada de Europa en la guerra.

Profesor de Filosofía, formó luego parte de varios gabinetes ministeriales en Francia. Ocupó un alto cargo en la Unesco, dirigió el diario conservador Le Figaro y colaboró en numerosos medios, hasta que decidió entrar de lleno en la actividad literaria.

¿Por qué se lanzó en las letras? “Me da vergüenza admitirlo, fue para gustarle a una chica”, contestaba. En seis décadas, publicó unos cuarenta libros. Escribir, decía, “es a la vez un placer y un sufrimiento. He intentado devolver un poco de encanto a este mundo que hoy en día es tan duro (...) porque cambia muy rápido y el cambio es muy difícil de soportar”, confió el escritor a la AFP.

Este intelectual, que se autodefinía como “un hombre de derecha con muchas ideas de izquierda” volcó sus reflexiones filosóficas en Le rapport Gabriel (El informe Gabriel) o Presque rien sur presque tout (Casi nada sobre casi todo). AFP

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