El ocaso de la tragedia

30 de Agosto de 2015

“Todos los hombres tienen conciencia de la tragedia en la vida. Pero la tragedia como forma teatral no es universal. El arte oriental conoce la violencia, el pesar y los embates de los desastres naturales o provocados; el teatro japonés está repleto de ferocidad y muertes rituales.

Pero esa representación del sufrimiento y el heroísmo personales a la que damos el nombre de teatro trágico es privativa de la tradición occidental”. Es como inicia George Steiner (1929) su libro La muerte de la tragedia (traducción de Luis Enrique Revol, editorial Fondo de Cultura Económica, Ediciones Siruela. México, 288 páginas).

Como señala Steiner, tan arraigadas están en nuestra tradición cultural obras como Hamlet y La Orestíada que a menudo no caemos en cuenta de cuán extraño es esto de llevar la angustia privada a un escenario público. La tragedia pone a las personas frente al abismo. Hay en ellas una imposibilidad absoluta de justicia, de redención o de salida, por así decirlo. En ella el individuo es casi un estorbo. Una noción de raíces profundamente helénica que se proyectó por siglos.

Y, sin embargo, a juicio de Steiner, es un género que en un cierto momento de la historia de la literatura comenzó a flaquear y decaer. El autor se propone indagar qué fuerzas pudieron haber motivado esta lenta agonía, y revalorar aquellas grandes obras dramáticas que no sucumbieron a este proceso. Para ello Steiner se embarca en un viaje iluminador donde examina allí donde el genio trágico floreció, logrando así mantener viva la tradición helénica, y cuando ese florecimiento no fue posible.

Es un viaje que va desde las tragedias griegas, hasta Shakespeare, Goethe, Racine, Víctor Hugo y Schiller, así como Beckett, Ibsen, Brecht y Chéjov. Steiner argumenta que con el advenimiento de una civilización racionalista, el espíritu trágico, y por lo tanto la propia tragedia, es casi imposible que sobreviva.

Casi al final Steiner observa: “Mas la tragedia es la forma de arte que exige la intolerable carga de la presencia de Dios. Ahora está muerta porque su sombra ya no cae sobre nosotros como caía sobre Agamenón, Macbeth o Atalía”. Y más adelante deja caer algunas ideas sobre lo que podría ser el resurgimiento de este género.

Al lector que tenga interés en este tema le recomiendo también leer El nacimiento de la tragedia de Friedrich Nietzsche. El libro que hoy hemos comentado puede obtenerse en la librería Rayuela o directamente de la casa editorial. (O)

hernanperezloose@gmail.com

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