El hombre que amaba los libros

13 de Enero de 2013

Sus manos siempre estaban llenas de libros, al igual que su casa. Y en su cabeza habitaban ideas, palabras. En los encuentros con sus amigos y en su vida diaria, sus conversaciones giraban en torno a los libros, a la literatura, a la historia, a los acontecimientos culturales de Guayaquil y el país.

Carlos Calderón Chico, el hombre que siempre llevaba gruesos lentes, era un conocedor de esos temas, y lo que lo hacía diferente de otras personas, también eruditas, era que él compartía sus lecturas. Se interesaba porque los libros y los autores fueran conocidos por el público. Por ese motivo, organizaba conversatorios, paneles, mesas redondas y cuanta forma considerara propicia para esos propósitos. Barricaña fue, por años, uno de los lugares clave para esa difusión, por iniciativa suya y de Enrique Ponce.

Editor de diversas publicaciones culturales y profesor de secundaria y universitario, Carlos fue un verdadero activista en favor de la cultura. Y del libro nacional, de cuya actualidad estaba especialmente enterado. Había ideado modos para que así fuera. Tejió contactos a lo largo de los años.

La llegada del nuevo año, que los seres humanos festejamos con ilusión, porque la consideramos un preámbulo de nuevas realizaciones y oportunidades, nos sorprendió con una triste noticia: Carlos falleció el tercer día del 2013. Una diabetes le apagó la vida. La noticia circuló en redes sociales, luego en medios tradicionales y así, poco a poco, el Ecuador se enteró de esta partida, inesperada, sorpresiva. La presencia de la muerte, pese a estar indefectiblemente ligada a la vida y ser lo único cierto de este mundo incierto, siempre nos devasta. Nos desarma.

Sus libros de conversaciones con personajes de la literatura como Adalberto Ortiz, Jorge Enrique Adoum y Alfredo Pareja Diezcanseco, o de la política, como Carlos Julio Arosemena Monroy, su biblioteca, quizá la más grande en manos privadas en Guayaquil y que era de puertas abiertas para quien quisiera consultarla, porque Carlos era generoso con sus libros, permanecerán como el legado de su paso breve, pero intenso, por la vida.

Recordaremos también su carácter vehemente, sus intervenciones, a veces cargadas de elogios y otras, de críticas implacables, con esa voz estentórea y frontal, que era como su señal de identidad. Así era Carlos: un hombre lleno de matices. Pero era, sobre todo, el hombre que amaba los libros.

claramedina5@gmail.com

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