100 años de Gregor Samsa

Por Hernán Pérez Loose
25 de Octubre de 2015

Contaba García Márquez que cuando era estudiante tuvo en una ocasión dificultad para conciliar el sueño por las noches, y que un amigo suyo le prestó un pequeño libro, asegurándole que su lectura le iba a ayudar a dormir. Sucedió todo lo contrario. No solo que la lectura de ese libro lo mantuvo despierto por varias noches, y que nunca más volvió “a dormir con la placidez de antes”, sino que él marcó un giro fundamental en su oficio como escritor.

El pequeño libro que le dañó el sueño al autor de Cien años de soledad fue La metamorfosis de Franz Kafka. El libro cuenta la extraña historia que un día le ocurrió a Gregor Samsa, un comerciante de telas que vive con su familia, cuando se percata al despertarse una mañana de que se había transformado en un insecto. Esta transformación que sufre Samsa le parece a él carente de todo sentido, y al lector le resultará, sin duda, completamente inexplicable desde un plano racional.

La nueva forma que Samsa ha asumido le impide, por supuesto, trabajar, y con ello sostener económicamente a su familia. Esta se verá entonces obligada a hacerlo por su cuenta, algo que provocará un creciente resentimiento en contra de él. Tal es la animadversión que Samsa ha generado entre su familia, que esta terminará odiándolo. Hasta que un buen día se deshacen de él; lo matan como muchos lo hacen con insectos o roedores que los consideran indeseables.

El libro fue publicado en 1915. En sus primeros cien años Gregor Samsa ha sido uno de los personajes más conocido, querido y estudiado de la literatura contemporánea. El libro de Kafka, a mitad de camino entre el cuento y la novela, consta entre las obras más importantes que se hayan escrito. Hace unas semanas Google colgó en su página principal una pequeña caricatura (el doodle) en su homenaje.

Borges, y con él muchos otros, creen que el título “metamorfosis” no es el apropiado, y que más correcto debió ser el vocablo “transformación”. La tragedia que embarga a Samsa parece reflejar el destino que le espera a quien pretenda salirse del opresivo sistema social y burocrático que domina las sociedades modernas. Lo grave, sin embargo, es que en este caso Samsa no parece haber elegido ese destino sino que vino apresado por el inexplicable azar. Como señala Albert Camus, el arte de Kafka consiste en obligarnos a su relectura. Para aquellos que no lo hayan hecho aún solo tengan en cuenta lo que le sucedió a García Márquez. (O)

hernanperezloose@gmail.com

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