El porcentaje de las termitas: No faltan en ninguna fiesta

Por Gonzalo Peltzer
19 de Mayo de 2013

“Son una tribu urbana de sujetos, ellos y ellas, que viven de lo que dan de comer y beber gratis cientos de instituciones cada día en la gran ciudad. Consiguen entrar en las embajadas, ministerios, hoteles, galerías de arte...”.

En mi tierra, al nordeste de la Argentina, les decimos tacurú a los nidos de hormigas blancas, duros como la roca, que se levantan como volcanes en el campo. Y cuando un potrero abandonado está plagado de tacuruses le decimos tacural. Y ya sé que no son hormigas las termitas aunque se les parezcan. Algunos dicen termites, así, con e, pero deben ser, los mismos que dicen fermacia y comisería. Quizá los confunda el nombre original latino –y también castellano– de la termes o isóptera (gracias, Wikipedia). Pero esta vez me interesan las termitas de carne y hueso.

En Buenos Aires hay que calcular siempre el 20% más de comida en cualquier actividad en la que se da de comer. Pasa en los cocteles, reuniones, agasajos, vernissages y cualquier tipo de sarao más o menos público. Todo por las termitas, que se comen por lo menos el un quinto de lo que se sirve.

Las termitas son una tribu urbana de sujetos, ellos y ellas, que viven de lo que dan de comer y beber gratis cientos de instituciones cada día en la gran ciudad. Consiguen entrar en las embajadas, ministerios, hoteles, galerías de arte, clubes...
A veces, supongo, están compinchados con los saloneros que les sirven sus bocadillos favoritos y les escancian generosas copas de vino reserva. En general son personas grandes, mayores, bastante bien vestidas, aunque siempre hay un detalle que las delata, como a los extraterrestres que persigue Tommy Lee Jones en Men in Black. Y ahora que lo pienso, quizá sean extraterrestres...

Era todavía adolescente cuando me colé con un amigo a un matrimonio en una casa de fiestas vecina. Queríamos hacer la prueba y resultó muy fácil: solo había que vestirse de casamiento y entrar como Pancho por su casa a disfrutar del champán y entremeses de bienvenida, pero hay que desaparecer cuando toca sentarse a la mesa. Y era bastante más grande cuando probé el excelente desayuno de un hotel cinco estrellas de Miami: solo quería demostrar que era posible vivir de arriba si se tenía la suficiente caradura y la ropa adecuada. Y se puede.

Las termitas de Buenos Aires alegran las fiestas y hasta las engalanan. Si falta gente, ellos la completan y si hay mucha, ni se nota. Charlan animadamente entre ellos porque se conocen como pocos de los presentes. Seguro que se llaman para encontrarse después de investigar la oferta del día que aparece en los diarios de la ciudad: solo hay que saber leerlos.
Supongo, también, que se estudian el libreto de la reunión. Una vez allí se instalan en el lugar más estratégico, degluten sin parar y hasta se guardan sandwichitos de miga en los bolsillos o en la cartera.

Se diría que no hay fiesta si no hay termitas y lo gracioso es que todos las conocemos. Es un poco molesto que sean tan ávidos de comida y bebida, pero se ve que lo disfrutan y nunca se quejan. Para que no falte, solo hay que saber calcular el porcentaje de las termitas.

gonzalopeltzer@gmail.com

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