Un trío creativo

16 de Diciembre de 2012
Texto y fotos: Jorge Martillo Monserrate

Las historias de tres artesanos hábiles y talentosos que en Guayaquil elaboran juguetes para estas fechas. Son como ‘tres Reyes Magos’, que, con creatividad y manos laboriosas, diseñan y confeccionan para hacer felices a los niños.

 

José Basantes Aguirre
Caballitos y trenes de madera

Hace 65 años nació en Píllaro, Tungurahua. José Basantes recuerda feliz cuando en Navidad su madre le regaló un carrito de madera. En su pueblo aprendió talabartería. En los sesenta llegó a Guayaquil y en la talabartería El Manaba confeccionaba monturas y maletas de cuero. Nunca dejó de estudiar. Como maestro normalista está a cargo de la escuela particular Luz y Vida, de la 33, entre Bolivia y Vacas Galindo. Ese sábado, el patio de la escuelita es un improvisado taller invadido por caballitos y coloridos trenes a medio hacer.

“Yo quiero decirle a los padres que busquen los juguetes ecuatorianos”, dice José, quien como dirigente de la Asociación de Artesanos de Guayaquil lucha por un mercado artesanal para su gremio porque, según él, los que existen son de los comerciantes y las artesanías muy caras.

Cuenta que antes confeccionaba un caballito tradicional con la cabeza rellena de aserrín y empleaba clavos. Desde hace dos años, la cabeza es de cueran y está rellena con plumón. “Es tan suave que puede servir como almohada para el niño”, comenta. Además, al palo de escoba se le ha agregado ruedas para que el niño se desplace con facilidad. Ese es un juguete para niños de tres años en adelante y tendrá un precio de 8 a 10 dólares.

Su otro juguete es educativo. Un tren de madera con cinco vagones, cada uno transporta una figura geométrica o las cinco vocales. Ese colorido tren tendrá un valor de 12 a 15 dólares.

José Basantes se considera “un diseñador artesanal de juguetes. Hago el diseño y le doy el terminado final”.

Junto a él trabajan otros artesanos. El maestro de Pedro Carbo es quien hace las figuras geométricas y las ruedas del caballito. Una señora es quien cose las cabezas del caballito. Otra persona le da colores al palo del caballito y a los vagones del tren. Todos son artesanos, jugueteros nuestros.

 

Patricia Jara Ruiz
La vestuarista de la Barbie

Hace 52 años nació en Riobamba, pero desde niña vive en Guayaquil. Esa tarde vi a Patricia Jara en el parque infantil del malecón Simón Bolívar. Rodeada de niñas, ella tejía vestidos, trajes de baño, sombreros y bolsos para la famosa Barbie. Varias muñecas lucían las creaciones de Patricia. También Kent vestía un mameluco.

Ella es peregrina. No tiene un taller o lugar fijo. En verano se la encuentra en los parques de la ciudad y durante la temporada playera en Salinas, Montañita, Puerto López. “Mi casa es el mundo –asegura mientras con par de ganchitos y un manojo de hilo, teje con suma habilidad– porque un día estoy en Playas o de pronto me voy al Perú o Colombia”. Siempre la acompaña su hermana Mónica y cuando viaja su padre.

Su historia comienza cuando de niña veía a la Barbie en las vitrinas de las jugueterías. Como su mamá sabía tejer, a sus cinco años se dijo: “Voy a hacerle ropita a mis muñecas, me puse a ensayar y saqué mis primeras ropitas”, que en la escuela sus compañeritas le compraban o ella rifaba muñecas ataviadas con sus creaciones.

Hace veinte años cuando dejó de trabajar en un hotel, retomó su antigua afición. “Quiero que esta misma idea la tengan las niñitas porque con pena he visto que ahora la ropita de las muñecas están adornadas con calaveras y cosas muy negativas”, dice quien sueña que la empresa Mattel, los creadores de la Barbie, adquiera sus diseños de trajes de playa y accesorios. Patricia dice que como en el mercado no hay ropa tejida, le gustaría tener su marca propia, pero necesita apoyo financiero y promoción. Teje con hilo de algodón, orlón, lana, cabuya y paja toquilla (sombreros y bolsos). Pero no solo teje para muñecas, también prendas para personas. “Soy una diseñadora folclórica y fashion”.

 

Ivonne Mera López
Muñecas de trapo

Ella todavía conserva a Lulú, su muñeca que le regalaron una Navidad cuando era niña. Ahora, a sus 42 años, la guayaquileña Ivonne Mera López confecciona muñecas de trapo. Vive cerca del estero Salado, en la Décima y Francisco Segura, es ahí donde desde hace 10 años da vida a muñecas pequeñitas de 20 centímetros hasta grandes de un metro.

Cuenta que las aprendió a hacer en los talleres del CAMI (Centro de Atención Municipal Integral). Utiliza diversas telas, las rellena con plumón y lana para las cabelleras de varios colores.

Su madre, Yolanda López, es su principal ayudante. Ella confecciona los llamativos vestidos de las muñecas. Doña Yolanda, oriunda de Montecristi, recuerda que de niña su abuela le tejió una hermosísima muñeca de paja toquilla.

Ivonne vende sus muñecas al que se las solicita y por docena a bazares. Todas tienen distintos precios: las pequeñitas, $ 2; las medianas: $ 5; las grandes $ 8 y las más grandes de $ 15 a 20.

“A las niñas les gustan las muñecas de trapo porque son más tiernas que las Barbie. –dice rodeada de sus muñecas– por eso las niñas más pequeñas duermen con ellas”.

 

Estos ‘Reyes Magos’: José, Ivonne y Patricia y otros hábiles artesanos exponen hoy sus productos en la Feria Navideña, de 09:00 a 24:00, en la explanada del MAAC del Centro Cultural Simón Bolívar.

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