Tomás Jácome: El arte en madera costeña

20 de Julio de 2014
Texto y fotos: Jorge Martillo M.

En la isla Trinitaria, el artista Tomás Jácome levanta cada día un Guayaquil muy personal con sus recuerdos.

Tomás Jácome.

Tomás Jácome es artista y mago. Como en un acto de magia transforma fragmentos de madera en obra de arte y memoria. Hace siete años su taller estaba a cielo abierto, pero bajo la sombra de un frondoso árbol de mango. Ahora trabaja en el interior y aprovecha la luz que entra por la ventana de su casa sembrada en la populosa isla Trinitaria.

Mientras su esposa prepara el almuerzo y uno de sus dos hijos escribe en la computadora, Tomás Jácome Inoquio, guayaquileño de 63 años, cuenta que fue en 1976 cuando empezó a expresarse con la tararea, esa antigua técnica que consiste en crear imágenes incrustando minúsculas piezas de madera sobre una tabla que funciona como el lienzo de una obra pictórica.

Su arte empezó cuando era niño, dibujaba inspirándose en las revistas de aventuras, pero cuando falleció su padre tuvo que trabajar. A los 20 años se independizó y construyó artesanalmente lámparas con pantallas hechas con tiritas de guayacán. Él las vendía por las calles, hasta que en el desaparecido bar Flamingo –9 de Octubre y Boyacá–, el chileno Guillermo González, que había venido a restaurar los vitrales de la Catedral, descubrió su habilidad y lo contrató como ayudante.

Durante tres años trabajó en el taller de González. Cuando decidió volar con alas propias no pudo alzar el vuelo porque los materiales eran costosos. Así fue como retornó al mundo de la madera. Cuenta que al ver esas reglas de madera a colores que utilizaban los sastres se le ocurrió emplearlas como láminas.

“Comencé a trabajar con el guayacán porque esa madera tiene el color blanco y el café –evoca–, así fui plasmando mis primeros dibujos. En 1976 con un cuadro del rostro de Cristo participé en una exposición nacional de artesanía artística y gané el premio adquisición”.

A la par, durante un par de años asistió como oyente a clases de dibujo artístico y escultura en la Escuela de Bellas Artes, nutriéndose con las enseñanzas de sus maestros, los pintores César Andrade Faini, Luis Miranda y del escultor Evelio Tandazo.

Guayaquil de madera

Siempre su tema más recurrente ha sido el Guayaquil antiguo del que casi no existen rastros arquitectónicos. Jácome empezó a crear sus cuadros basándose en fotos y obra plástica de la época. Después dio cuenta de la ciudad moderna, personajes históricos y motivos abstractos. En su propuesta se dan cita el dibujo artístico, el minucioso tallado de madera, el diseño arquitectónico y lo pictórico al emplear los propios colores de las maderas.

Tomás Jácome.

La música alegre y las voces de sus vecinos distraen a este artista obsesionado en levantar cuadro tras cuadro un Guayaquil de madera para así eternizar a esa ciudad pintoresca que está desapareciendo. “Yo viví en esas casas porque mi barrio de infancia fue el de la Piscina Olímpica” –evoca Jácome sin dejar de hacer lo suyo– “y trabajé en oficinas que funcionaban en unas casas antiguas que existían alrededor del Correo, todo eso es lo que trato de revivir porque es el Guayaquil que se está olvidando”.

Esa mañana iluminada, al pie de la ventana, Jácome forjaba con gubias diminutos detalles del cuadro. Recuerda cuando buscaba madera en depósitos y talleres de carpintería. Los ebanistas creían que estaba loco porque revisaba los colores y las texturas de cada retazo de amarillo, bálsamo, cedro, chapul, guayacán, roble, palo de vaca y tantas otras maderas ahora difíciles de encontrar.

Cuenta que primero fija en la mente la escena que desea crear, es cuando sabe qué color tendrá cada uno de los elementos y qué madera necesita. Después dibuja la escena en papel, luego en una cartulina dúplex que funciona como plantilla. Entonces con maestría y paciencia empieza a forjar en madera cada elemento, primero los planos y después los elevados, creando niveles y desniveles. Sus cuadros casi siempre son de 80 por 60 centímetros o de 2 por 2 metros.

Trabaja todos los días de seis a seis. Por lo meticuloso de su labor suele demorar un mes o un mes y medio. “No trabajo de noche porque ya no se ve bien y uno comete errores”, explica entre olorosos retazos de madera, limas y sierras de esas que utilizan los joyeros, gubias y formones.

Ese día, el cuadro en que trabaja recrea al Guayaquil de 1850, según la versión original del francés Ernest Charton, el legendario pintor viajero. Casi sin levantar la mirada confiesa: “Amo las maderas costeñas porque somos del trópico, nuestras raíces están en los astilleros, en los barcos que siempre hago y porque mis abuelos maternos eran carpinteros de ribera”.

Jácome expone muy poco, en una de esas muestras dio a conocer su arte y dice que cautivó a los que hasta hoy son sus más fieles coleccionistas, entre ellos el hotelero Gino Luzi.

Al mediodía, el sol arde en la isla Trinitaria y Tomás Jácome no cesa de trabajar en su mesón. “Yo siempre muestro al Guayaquil de madera porque es nuestra identidad y hay que mantenerla”, dice mientras de las manos laboriosas de este artista auténtico brota nuestra ciudad a orillas del río Guayas.

Contacto: Isla Trinitaria. Coop. Monseñor Leonidas Proaño. Telfs.: 098-840-4704 y 269-5519.

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