El salto del amor

01 de Enero de 2012
  • Sergio y Priscila Sánchez fue la pareja del año 2011.
  • Sergio (izq.) es bombero voluntario. Desde pequeño siempre tuvo este sueño y lo cumplió.
  • El motivo de la supervivencia de esta pareja de esposos en el río Daule, sus dos hijas: Heidy (7 años) y Valeria (11 meses).
  • En la actualidad, Sergio y Priscila ya fueron dados de alta y se están recuperando satisfactoriamente.
Texto: Lorena León Velásquez

Sergio y Priscila Sánchez fue la pareja del año 2011. No son “famosos”, pero sí personas comunes y corrientes que vivieron el drama de sus vidas al sobrevivir para seguir amándose.

Parece que el cantautor español Joaquín Sabina hubiese escrito el coro de su canción  Contigo para esta historia: “Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te  mueres… porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren…”. Gracias a los designios de Dios (ellos lo afirman y están convencidos de que así fue), Priscila y Sergio Sánchez sobrevivieron al “salto” de sus vidas.

El domingo 11 de diciembre del 2011 y los días siguientes, los distintos medios de comunicación del país publicaron en sus páginas principales la noticia del momento: ‘La historia de amor que conmovió al Ecuador: el hombre que se lanzó al río para salvar a su pareja’, ‘El amor salvó a mujer de que se la tragara el río’, ‘Auténtica historia de amor en días de Navidad’, entre otros titulares.

Todas relataban cómo la madrugada de ese domingo Sergio Sánchez Acosta, de 31 años, se había lanzado aproximadamente 40 metros desde el  puente de la Unidad Nacional al río Daule para salvar a su esposa, Priscila Gómez Macías, de 25, quien  cayó al agua producto del impacto que sufrió la moto en que se movilizaba con su esposo al ser embestida por un vehículo. El hecho tuvo lugar en el sentido Guayaquil-La Puntilla. Casi una hora y más estuvieron flotando para vivir hasta que finalmente miembros de la Armada los rescataron. La motivación en el  accidente: el amor y sus hijas, aseguró esta pareja de esposos.

¿Por qué te lanzaste?, se le preguntó a Sergio… “Porque Priscila  se me llevaba las llaves de la casa”, contestó en ese momento riéndose casi a carcajadas; respuesta que Priscila  refuta: “Eso es mentira, porque las llaves estaban prendidas en la moto” (más risas aún).

Es que ahora  “la  caída” ya pasó… solo quedan los estragos de una cirugía del antebrazo y muñeca izquierdos y un esguince de tobillo, entre otras dolencias de Sergio,  y una cortada profunda en la pierna de Priscila.  Pero aun así cuentan a La Revista con detalles este hecho que marcó sus vidas y la  historia de amor que está detrás, días antes que a ella le den el alta en el hospital Clínica Alcívar.

Por no saber inglés

“No me gustaba esta materia”, dijo Priscila. Así que en sexto curso, cuando tenía 17 años, para pasarla pidió ayuda a dos amigas que eran hermanas gemelas, ellas aceptaron y Priscila fue a su casa. Lo que no sabía es que en pocas horas iba a conocer al actual padre de sus hijas: Heidy (7 años) y Valeria (11 meses). 

Sergio, en ese entonces de 24 años, cae de sorpresa a visitar a sus amigas las gemelas  y se percata de que había otra persona en esa casa… una chica con lentes sentada con las piernas cruzadas “como niña malcriada”, comentó.

“Ella fue la que primero me habló. Me dijo hasta por qué estaba fumando en ese momento. No es que sentí guau, me enamoré, pero el momento fue especial”, expresó Sergio.

No obstante, para Priscila, Sergio no le había sido indiferente. Ese mismo día había comentado a una de sus amigas  que le había parecido muy atractivo y caballeroso.

Pasaron cuatro meses antes de que se volvieran a ver. “Todo fue culpa de la buseta que cogíamos en esa época en Durán”, contó Sánchez. Dice que ella estaba sentada adelante en el bus y él atrás… alcanzó  a verla y se dio cuenta de que estaba más arreglada que cuando la había conocido, lo cual le encantó.

Él se acercó y no pararon de conversar, se pasaron incluso sus paradas y el destino que finalmente tuvieron los dos ese día fue la casa de Priscila. 
Sergio la llamaba todos los días a las dos de la tarde cuando llegaba del colegio, la iba a visitar a la casa porque a ‘Prisca’, como él le dice, no la dejaban salir mucho.  El primer beso (que vino con declaración y todo), recuerdan, “fue muy chistoso”. Priscila cuenta que después de que  terminó de besarse con Sergio, abrió los ojos y salió corriendo.

“No sabía qué decir, hacer y cómo reaccionar”, expresó. Mientras que Sergio dijo que se quedó en shock y le gritó que regresara… “Yo dije por lo menos después me va a coger la mano, nada… salió corriendo”, dijo.

Como ya estaban “amarrados”  comenzó la etapa del “romanticismo a flor de piel”, asevera Sergio. “Aún conservo una bailarina de cerámica que Sergio me regaló, ya está rota y todo, pero es muy especial para mí”, agrega Priscila.

Pero algo que no van a olvidar los dos es que tan intensa fue esta etapa que pensaron en casarse. A Priscila le gustaba la idea, pero quería esperar un tiempo. Sin embargo,  el amor y las ansias de estar juntos  a veces no esperan, se convirtieron “en tres”. Priscila quedó embarazada. 

“Me enteré y quise cometer muchos errores al respecto, pero los frené… Me dio un sentimiento saber que iba a ser papá. Me asusté y todo; pero ya era grande. Decidí contarle a mi suegra, ella nos comprendió después de la repelada, y nos casamos. Eso sí, Priscila tuvo que esperarme dos horas antes de llegar al Registro Civil por el tremendo tráfico de ese día. Ella pensaba que me iba a echar para atrás, pero  no fue así”, comenta Sergio.

Pruebas de vida

Ya casados, sus prioridades cambiaron. Priscila había terminado el colegio, pero no pudo seguir la carrera de medicina que tanto la apasionaba. Sin embargo, tuvo la oportunidad de trabajar dentro de la industria farmacéutica como colaboradora de distintas cadenas de farmacias del país. Actividad que en la actualidad realiza y a la que espera regresar después de recuperarse.

Sergio ha trabajado siempre, pero ha  contado con el apoyo de sus  padres de forma incondicional. Pero algo que lo apasiona es ser bombero voluntario.

“Desde chiquito él miraba los carritos de bomberos de juguete y me decía mami, mami, yo quiero estar trepado en uno”, contó Jenny Acosta, mamá de Sergio.

Por cosas de la vida y tiempo no puede dedicarle el tiempo que quisiera, ya que por ahora se dedica al comercio de víveres. Pese a ello,  Priscila comenta que ese espíritu servicial nunca lo deja de lado.

Hasta aquí la aspiración de los dos por ejercer lo que realmente les  apasiona aún no se cumple del todo. Ambos siguen adelante en trabajos que necesitan. 

Un hecho importante y realmente doloroso fue la pérdida en el 2007 de su primer hijo varón. Priscila cuenta que “el bebé se vino antes de tiempo”. Nació vivo a los seis meses, pero luego falleció. Para los dos, un golpe fortísimo, pero una oportunidad más para aprender nuevamente a aceptar las cosas que no pueden cambiar y seguir adelante con el recuerdo que les dejó su pequeño, al cual le pusieron de nombre Ariel.

“Teníamos que seguir, estuve muy deprimida; Sergio estuvo muy fuerte en esos momentos, pero teníamos que salir de los baches que nos ponía la vida”, sostuvo Priscila.

El gran salto

Cuatro años habían pasado después de afrontar la pérdida de su hijo. Ya no se imaginaban más dolor, pero llegó la madrugada del 11 de diciembre de este año y todo cambió.

“Yo no sé si mi mami presintió algo, pero me llamó ese día y dijo que ya regresáramos a la casa porque ella se había quedado con mis hijas. Y así fue, esperamos que nos sirvieran la comida que habían preparado en la casa de los amigos donde nos encontrábamos (al sur de la ciudad) para irnos”, dijo Priscila.

Ella recuerda que recién ese día prácticamente prepararon la salida. Sergio quedó en pasarla viendo a la salida de su trabajo en el centro de la ciudad. Priscila confiesa que no le gustaba treparse mucho en la moto que tenían, pero “le tocaba”. Sergio interrumpe y dice: Si es que le quieren echar la culpa a la moto, no tiene sentido... el carro que nos rebasó no tuvo la delicadeza ni siquiera de pararse para ver qué nos había pasado, porque yo sí quedé en el pavimento. Pero también me pongo a pensar que si hubiese tenido cara a cara al conductor, tal vez habríamos terminado a golpes, lo que no me hubiese dejado escuchar a Priscila.

¿Qué pensaste cuándo te lanzaste?, preguntamos... Absolutamente nada, contesta.
“No me di cuenta de nada, no sentí dolor, fue simplemente eso que haces  sin pensar al saber que estaba pidiendo auxilio la madre de mis hijos y que estaba siendo llevada por el agua”, asevera.

Los dos coinciden en que estuvieron conscientes al momento de la caída. Priscila pensaba en dónde iba a parar y a Sergio le pareció interminable el tramo que “recorrió” en al aire para caer al río casi frente a su esposa.

“Yo vi que alguien se lanzaba; pero nunca pensé que podía ser Sergio, incluso en ese momento de desesperación le dije que por qué se había lanzado... que tenía que estar por lo menos uno vivo para que cuide a nuestras niñas”,  comenta Priscila.

Pasó casi una hora y más en la que Sergio le daba valor a su esposa: “Mamita, ¿estás bien, estás bien?, piensa en nuestras hijas, no dejes de flotar”... Estuvieron un buen tiempo agarrados, pero después tuvieron que soltarse porque Sergio no podía más con el dolor de su brazo. Desde lejos se gritaban que todo estaría bien, aunque por dentro pensaban que iban a morir. Sin embargo, no dejaban de pedirle a Dios con todas sus fuerzas que les diera otra oportunidad de vida. “Tenía hasta miedo de que salga un cocodrilo y me coma. Me acordaba que decían que todo el que entraba en ese río ya no salía. El casco que tenía también me ayudó mucho”, cuenta Priscila.

Pero la ayuda no tardó en llegar, personas que vieron el suceso y se aglutinaron en el puente habían llamado a miembros de la Armada. Ellos primero encontraron a Sánchez en las inmediaciones del Parque Histórico, a dos kilómetros del sitio del suceso. Luego fue hallada Gómez, después de que comenzara a gritar cuando vio las luces de las linternas que la buscaban: ¡Aquí, aquí! Dice Sergio que al escuchar que ya la estaban rescatando sintió un alivio y quedó inconsciente hasta que  los sollozos de su padre lo despertaron en la clínica.

“Mi salto valió la pena, agradezco a nuestros familiares y personas del Gobierno que estuvieron prestos a ayudarnos, especialmente a Priscila en la odisea que vivió en el Seguro Social, ya que estuvimos en dos clínicas diferentes. Yo sé que si no saltaba, nadie lo hubiese hecho. Es que yo a esta mujer la quiero, a veces nomás que me saca de quicio, pero yo adoro a mi patucha”, finaliza Sergio.

Maquillaje: Marcia Lema, (09) 124-6189

“...En ese momento de desesperación le dije (a Sergio) que por qué se había lanzado...  que tenía que estar por lo menos uno vivo para que cuide a nuestras niñas”. 
Priscila Gómez

“Ella fue la que primero me habló. Me dijo hasta por qué estaba fumando en ese momento.  No es que sentí guau, me enamoré, pero el momento fue especial”.
Sergio Sánchez

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