Schubert Ganchozo: Lutería criolla
Los instrumentos de barro, caña y materiales no convencionales sonarán con nuestra música interpretada por jóvenes, dirigidos por Schuberth Ganchozo.
Su vida es música con raíz. Reflexiono cuando visito el taller de Schuberth Ganchozo y lo encuentro rodeado por unos 40 instrumentos que ha creado en base al barro, la caña y materiales no convencionales.
De este talentoso guayaquileño de 54 años, conocía de sus travesías tras investigaciones etnomusicales; sus espectáculos musicales basados en mitos precolombinos y étnicos o postura ecológica como Coordenadas mestizas, Solsticio 4600, La ofensiva del mangle, entre otras. Todas lideradas por él, en compañía de diversas agrupaciones: Macolla, Orquesta Máster de Bambú, Camarata de Bambú y Bambú Ensamble. También he disfrutado con dos de sus varios discos: Carrizal –música montubia ecuatoriana- y Misa montubia –homenaje a Narcisa de Jesús-.
Sé que proviene de artistas y constructores de instrumentos musicales. La última vez que nos topamos comentó sobre su faceta de creador de instrumentos.
Fue ahí cuando pactamos una entrevista.
El sol incendia las aceras. Bajo la sombra de su taller, Schuberth cuenta que proviene de tres generaciones de músicos lutier. Lo suyo no es un asunto de última generación, sino de continuidad.
Nos trasladamos al pasado y arribamos al recinto El Limón de Calceta, Manabí: “Mi abuelo Zabulón Ganchozo era constructor lutier de finos de cuerdas, así decía la etiqueta de sus instrumentos”, asevera con orgullo. Él no lo conoció, pero sí a su tío Cruz Ganchozo, ese tío heredó la lutería.
En las familias de lutier –informa Schuberth– lo que se hereda son las herramientas, ese es el bien más preciado, no es la casa ni nada de eso.
Schuberth, de su padre, heredó el canto y por la genética, la travesura de la lutería. En cambio, sus primos Luis Alberto –fallecido– y Santiago heredaron la lutería del abuelo a través de su padre. Fueron ellos quienes le construían los instrumentos para sus primeros espectáculos.
Hace tres años empezó a crear sus instrumentos que considera innovaciones derivadas de los saberes ancestrales. Ganchozo se cobija bajo el pensamiento del maestro Antoni Gaudí, quien pregonaba que la originalidad devenía del origen, y qué es el origen: volver a las soluciones más sencillas y eficaces.
“Nosotros podemos hacer innovaciones desde nuestra cultura conociendo sus orígenes –argumenta, mientras produce música percutiendo un instrumento hecho a base de cazuelas de barro–. Creo que la continuidad de la cultura de los cholos huancavilcas, de los montubios, de los afroecuatorianos, de los chachis y en cualquier grupo étnico del litoral ecuatoriano se encuentran sus pensamientos y saberes que se mantienen porque están vivos, yo continúo eso en mis instrumentos”.
Nuevas propuestas
Afuera el sol arde. Pero Ganchozo, rodeado por sus prototipos de instrumentos que antes nunca existieron, expresa: “Una vez que encontramos la razón de nuestras culturas, sus geometrías sagradas, conocemos sus mitos, sus realidades, somos capaces de proponer las formas futuristas de nuestra propia música, en este momento, ese es mi papel: proponer y hacer instrumentos que suenen agradables y traten de ser la continuidad de doce mil años de nuestra cultura”.
Así con barro Ganchozo ha creado instrumentos de cuerda, viento y percusión. Explica que el barro posee una particularidad sagrada porque unifica la fuerza y la vitalidad de cuatro elementos: el fuego, la tierra, el agua y el viento. Y para los asiáticos existe un quinto elemento: el éter, que es el alma cuando el barro cobra vida.
Cuenta que ciertos instrumentos de viento los construyeron los artesanos de La Pila, Manabí, y que otros él los transformó a partir de piezas de barro de los alfareros de Samborondón, Guayas, y Picoazá, Manabí.
La caña guadúa es una materia que nos ha acompañado desde los tiempos precolombinos de las culturas Vegas, Valdivia y otras. Con dicha caña, han creado instrumentos de cuerdas, percusión y viento. Por ejemplo, la guitarra triple mástil de tecnología avanzada y la guitarra arpa.
El campo produce el barro y la caña, ¿pero qué produce la ciudad?, y responde: desechos, materiales no convencionales: cartón, madera aglomerada, plásticos, playwood, que le han servido para crear instrumentos musicales.
Impartiendo un laboratorio de música para el consorcio Puerto Limpio se enteró de que Guayaquil diariamente produce 3 mil quinientas toneladas de basura. Nada menos.
Ganchozo con cartones, papel maché, playwood y basado en la geometría sagrada huancavilca y la técnica guayaca de elaborar monigotes –años viejos-, creó bandolines, una megaguitarra de once cuerdas, entre otros instrumentos.
Instrumentos prototipos para ser tocados por músicos contemporáneos –afirma–, inclusive no hay siquiera una técnica para tocarlos, pero yo puedo prever cómo se deben tocar y sonar.
A estas alturas de la historia, seguramente ustedes desearán conocer y escuchar sonar estos instrumentos. Como nada es casual. Vamos a tener esa oportunidad. Desde junio Ganchozo empezó a impartir la cátedra Orquesta e Instrumentos Ancestrales, en la Universidad de las Artes, a un total de 45 alumnos que después de un semestre de clases teóricas y prácticas van a crear un repertorio sobre nuestras fiestas ancestrales, se formarán ensambles que se presentarán el 23 de septiembre en homenaje al equinoccio y posteriormente en octubre durante el festival internacional de arte organizado por dicha universidad.
Desde ya Schuberth Ganchozo manifiesta lo que se viene: “Un ensamble de instrumentos ancestrales que por lo menos diga esta es nuestra música, y no solo el jazz, o la música europea académica, sino una música nativa, nuestra música, con nuestros instrumentos y de gente joven”.
Su vida es nuestra música con raíz hacia el futuro. (I)
Un ensamble de instrumentos ancestrales que por lo menos diga esta es nuestra música, y no solo el jazz, o la música europea académica, sino una música nativa, nuestra música, con nuestros instrumentos y de gente joven”.
Schuberth Ganchozo