Pintor de los pueblos costeños

11 de Diciembre de 2011
  • Desde hace 63 años, el artista Luis Miranda retrata en sus cuadros escenas y personajes populares de la Costa ecuatoriana.
  • A sus 80 años de edad, Luis Miranda sigue pintando con maestría y autenticidad a personajes y escenas costeñas
  • Conjunto musical
  • El Cangrejo Criollo
  • Guardian del estero
  • La isla de los pescadores
  • Las Balsas de Playas
  • Los Trici Taxi
Texto y fotos JORGE MARTILLO M.

Luis Miranda posee el don de pintar con maestría y autenticidad al mundo que lo rodea.

Esa tarde, el pintor de los pueblos costeños está lejos del mar de Chanduy. Recuerdo que años atrás entrevisté a Luis Miranda en ese escenario que él ha atrapado magistralmente en su pintura.

En aquella ocasión contó que se acostaba temprano y despertaba cuando los gallinazos empezaban a caminar por las hojas de zinc del techo de su casa. Después, él y su esposa, Gloria Guerrero, pintaban junto al gran ventanal siempre con música de fondo. Ya no vive en esa casa mixta.

La actual se levanta entre el estero y el mar del puerto de Chanduy, sitio donde se concentran los pescadores. Esta vez íbamos a encontrarnos en Chanduy, pero por una ligera complicación de su salud conversamos en su residencia de Bosque Azul –vía a la costa–.

El pintor guayaquileño Luis Miranda Neira en abril cumplirá 80 años. Él cree que su pasión pictórica lo mantiene lúcido y tan vivo como los colores que utiliza en sus lienzos. En Guayaquil solo pinta hasta el mediodía cuando con su esposa huyen del calor y se refugian en algún mall, donde beben café y ven a la gente pasar –que él retrata a lápiz porque dibujar es su tic nervioso–. “Aquí en Guayaquil no soporto el calor que me hace daño para el corazón porque tengo cuatro bypass y la válvula aórtica artificial, entonces me meto en los malls hasta las cinco que pasa el calor”.

En cambio, en Chanduy pinta mañana, tarde y noche. “No puedo estar sin pintar –afirma–. Si estoy sin pintar es porque estoy muriéndome y solo lo sentí cuando me operaron del corazón. Me dieron de garantía 10 años de vida y ya van casi 14.  A mí me mantiene vivo la pintura”. Siempre fue así. De niño no le gustaba que le regalaran juguetes sino acuarelas, cajas de colores, lápices y cuadernillos. “Esos eran mis juguetes. Pinto de toda la vida”.

En la sala de su casa están sus más recientes cuadros. Todos habitados por  balseros, cangrejeros, músicos populares, platanales, pescadores, prostitutas. Una galería de gente auténtica y popular. Pintándolos Luis Miranda es feliz. Aunque se confiesa medio huraño de reuniones sociales y hasta antipático, porque no tiene pelos en la lengua y eso no gusta a todos. Habla moviendo las manos como dibujando en el aire. El tiempo ha pintado canas en su cabellera. Viste camiseta, bermudas y zapatillas, ropa cómoda para pintar y vivir.

Pintar la vida cotidiana

A los 17 años ingresó a Bellas Artes, donde tuvo magníficos maestros: Hans Michaelson, Alfredo Palacio, Marcos Martínez Salazar y César Andrade Faini. De este dice: “Mi pintura ha tenido muchísima influencia de él”. Sus compañeros más cercanos fueron Anita von Buchwald, Theo Constante, Lucho Gómez, Eugenia Martillo, Enrique Tábara, de quien asegura: “Para mí es el mejor pintor del Ecuador y uno de los mejores de América, su pintura tiene carácter universal”.

Hacia 1955 comenzó a pintar escenas y personajes de las haciendas que su padre tenía en Quevedo y Puná. “Pero nunca trabajaba con él como mis hermanos, yo siempre estaba dibujando”. Dibujaba platanales, árboles de fruta de pan, matapalos, el manglar, campesinos, pescadores.

Bebe un sorbo de agua y recuerda su estadía en Roma entre 1956 y 1961. En la Academia de Bellas Artes se graduó de licenciado en Bellas Artes con especialidad en pintura, escultura, grabado y crítica de arte.

“Fueron años decisivos porque me di cuenta de lo que era la gran pintura. Residí en Roma, pero recorría toda Europa. Creo que el 80% de lo que aprendí  se lo debo a grandes maestros como Américo Bertoldi, Mario Mafai, Jarvi Lini, Pericles Pazzini y otros”. Exhibió en Roma, Florencia, Malta, Londres y Estocolmo.

Luego residió 16 años en Nueva York. Recién se había casado y como trabajaba de mecánico textil se convirtió en pintor de domingo. “Pinté a los hippies, a los vagabundos, a los jazzistas del Harlem latino. Yo siempre he sido enamorado de la gente de la calle, la gente de clase media y baja. Nunca he tratado de pintar a la gente clase alta, siempre he buscado a la gente del pueblo porque me identifico con ellos”.

A su regreso en 1975 retomó el tema de los platanales y en los años ochenta, cuando llegó a Chanduy, las escenas cotidianas. “Es lo único que me interesa desde que comencé –asevera mostrando sus últimas obras–. Nunca he traicionado mi tema. Creo que el artista para ser verdaderamente artista debe expresar el mundo que lo rodea. Yo veo la belleza en la gente del pueblo. No me interesa más en la vida. No soy un arribista. No ando atrás de las condecoraciones”, asevera con esa tierna y frontal sinceridad que lo caracteriza.

Se considera un artista con suerte porque la gente gusta de su pintura y la adquiere,  pero aunque ya no trabaja con galeristas ni galerías, lo buscan personalmente.

Últimamente ha sumado a su galería de personajes a los balseros de General Villamil, Playas, y a los cangrejeros. “Es que muchos pintores copian mis cuadros, entonces ahora pinto cangrejos que es muy difícil. La gente no sabe mirar donde está la belleza y la belleza está en todas partes, la cuestión es ponerla plásticamente”, reflexiona.

Inocentemente le pregunto: ¿Usted no pinta a la Sierra?

“Es que yo soy pintor de la Costa, incluso no quiero ni exhibir en Quito. Yo soy regionalista. El Premio Eugenio Espejo se lo han dado a todos mis compañeros. A mí ni siquiera me han nombrado porque como soy tan de carácter antipático, especialmente con la gente de la Sierra”, comenta.

Está convencido de que el artista tiene que tratar de hacer buena obra y nada más. “A mí me da asco la egolatría de toda esta gente que hace arte y que se ponen en primer plano. Da fastidio, no son ellos los importantes, sino su obra”.

Este año realizó con éxito dos exposiciones en Cascol –General Villamil, Playas– con el tema de los balseros. Su próxima exposición será en febrero del 2012 en la galería El Mirador de la Universidad Católica (av. Carlos J. Arosemena), donde mostrará sus dibujos. “Por primera vez quiero mostrar los que yo creo son mis aciertos en dibujo. Voy a exhibir una pequeña parte de mis dibujos con la pluma, con la aguada y el lápiz”.

Esa tarde, el pintor de la gente y los pueblos costeños, está lejos del mar de Chanduy y dice su última reflexión: “Tengo 63 años pintando y nunca me ha interesado nada más en la vida”.

Y aunque el mar está lejos creo escucharlo. Es como si el mar de Chanduy cantara desde cada cuadro donde Luis Miranda lo ha pintado azul y mágico.

 

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