Más allá de los colores
Historia de Beni Sotomayor, un chico que ha sabido sortear su condición de autista. Dedicado al deporte y la pintura, es también profesor voluntario.
Beni rompe los esquemas. El próximo martes 5 de diciembre en el centro de convenciones de la Universidad Espíritu Santo presentará Mundo de colores, su primera exposición de arte, pero además Benigno –Beni– Sotomayor Pino, guayaquileño de 21 años, desde niño ha practicado exitosamente diversos deportes: equitación, natación, tenis y velerismo. En el colegio Monte Tabor ejerce de profesor voluntario de ajedrez, artes plásticas y educación física. Es alegre y sociable pese a su condición de autista.
Esa tarde también conversamos con sus padres: Benigno Sotomayor Hoffman y Patricia Pino.
Beni me muestra sus cuadros que exhibirá. Trece acrílicos de mediano formato que dan cuenta de su labor creativa en los últimos dos años y medio. “Lo que más me gusta es los caballos –dice mientras aprecio sus cuadros ubicados en el comedor, espacio donde él prefiere pintar– siempre los estoy pintando, también me gustan los veleritos”.
Los principales motivos de su obra están relacionados con los deportes que ha practicado con éxito cuando ha competido representando a Guayas a nivel nacional. También escenas de París y Venecia, ciudades que ha visitado. “Yo he visto a Leonardo da Vinci, vimos a Mona Lisa esa mujer que sonríe, es la cara de la felicidad”.
Beni cuando está inspirado pinta por las tardes porque los lunes, miércoles y viernes trabaja de voluntario desde las ocho de la mañana a las doce y media de la tarde en el colegio Monte Tabor. “Me llaman míster Beni –sonríe y orgullosamente indica–: “Y mi uniforme dice: coach”.
El producto de la venta de sus cuadros será en beneficio de los niños de la aldea de Cristo Rey, esa fue una propuesta de Beni, quien nunca ha tenido un profesor de pintura. El día de la exposición, Noni Quiroz, directora de dicha aldea, disertará sobre la experiencia de trabajar para niñas y niños desamparados de Guayaquil, además se presentará un video con los testimonios de adultos que ahora son profesionales, pero que de niños vivieron y esa educaron en Cristo Rey.
“Yo no sé de pintura, pero a las finales cuando uno ve la obra terminada dice: ¡guao!! Él es perfeccionista, cuando algo se le manchó, no descansa y dice: Hay que corregir, hay que corregir, y no está tranquilo hasta que él lo ve perfecto”, testimonia su madre, Beni la escucha feliz.
Beni es puro, un ángel
La tarde es dorada, teñida por el sol que ilumina a Beni acompañado de sus orgullosos padres y rodeado de cuadros de su autoría.
Benigno cuenta la historia de Beni, su primogénito, además es padre de Daniel y Paula, de 11 y 10 años.
Beni es un chico autista, se lo diagnosticaron a los dos años y medio. Sus padres para integrarlo a la sociedad lo relacionaron al deporte, sin conocer que poseía grandes aptitudes. A los 5 años demostró ser muy buen tenista. Durante las temporadas playeras a sus 6 años lo vincularon al velerismo, actualmente navega solo por la bahía de Salinas. Como su padre leyó que la equinoterapia ayudaba a chicos de estas condiciones, gracias a la ayuda de un herrero del club de equitación, Beni perdió el miedo al caballo después de pasearlo, darle de comer y peinarlo. Cuando le colocó la silla, se sentó, empezó a coger las riendas y a los seis meses ya montaba solo.
Empezó a participar por Guayas en torneos de salto, donde más destacó. Competía con chicos normales y corrientes. Perteneció a la Federación de Equitación del Guayas, en el 2010 durante su primer campeonato nacional quedó en tercer lugar. Impresionaba porque competía con personas de experiencia. Luego en Quito dio la sorpresa, quedó en primer lugar. “Nos demostró a todos, mamá, papá y a los presentes que no había límites. Él era capaz de hacer eso y otras cosas más”, manifiesta emocionado.
Para Beni no hay límites, es capaz de llegar a instancia nacionales compitiendo contra deportista sin ningún tipo de discapacidad.
La pintura, esta nueva faceta de su vida. La empezó hace unos cinco años cuando comenzó a armar rompecabezas de 500 piezas, las armaba rápido y terminó después con rompecabezas de 2.000 piezas. Una de sus mayores virtudes es la paciencia. “Tiene una memoria fotográfica y por eso le dieron un set de pinturas con números. Al inicio la figura le salía deforme. Después mejoró y trabajó obras más complicadas. Siempre empleando el acrílico, siendo detallista y encontrándose con la técnica de aplicar los colores en espacios reducidos, sin diluir la pintura crea relieve y crea una sensación de movimiento. “Él no diluye el acrílico, lo aplica directamente –comenta su madre–, ahora mezcla pinturas, va creando colores y la gran mayoría de sus obras son de un estilo impresionista”.
Ella comenta que algunos cuadros de Beni ya están reservados y es casi seguro que para la exposición del 5 de diciembre ya toda su obra esté vendida. Cuadros que ha pintado durante casi tres años.
Benito, su orgulloso padre, augura que el próximo paso de Beni será abrirse paso en el mundo de la plástica, creando una obra propia. En tal caso él y su obra tiene un carácter festivo.
“Creo que es necesario mandar un mensaje a otros papás que tienen chicos especiales y que dicen: ‘No se puede’. Yo les digo: Sí se puede. No hay límites, apuéstenles a sus hijos. Con mucho cariño y amor sí se puede. El mensaje es que crean en sus niños que tengan alguna incapacidad porque con amor y paciencia estos chicos pueden lograr muchas cosas”.
¿Eres feliz teniendo a Beni? pregunto a Benigno. “Beni es puro, es un ángel. Tiene una química que atrae a las personas, es muy querido, es una persona que todos los días nos hace valorar lo que tenemos”.
Beni rompe los esquemas establecidos. Sus cuadros están inundados por alegría, colores y movimientos. Está ausente lo sombrío. Lo más común es que los autistas sean retraídos, encerrados en su mundo interior. En cambio Beni se expresa y es parte de esta sociedad.