La vida está en los rebotes

09 de Septiembre de 2012
Moisés Pinchevsky / Foto: Jorge Peñafiel

Elevarse, caer y volverse a levantar. Así ocurre con los balones en el deporte. También con las personas. “Tenemos puntos altos y bajos”, según el economista y escritor Juan Jacobo Velasco.

Los deportes han generado una profunda pasión en el guayaquileño Juan Jacobo Velasco. Comenzó a entenderlo así cuando, a los 7 años de edad, tuvo que aprender de memoria el Himno al deporte para participar en unas olimpiadas de su escuela.

“Del deporte amemos/ las nobles virtudes/ que dan a las almas/ y al ego un sentido/ elevándonos/ sobre todo lo vivido/ mejora el alma/ de las multitudes”.

Es un mensaje que aún estremece a este analista económico y deportivo que acaba de publicar su libro La vida está en los rebotes. “Es increíble cómo algunos recuerdos pueden estar grabados a fuego en la cabeza”, indica Velasco, quien hace en ese texto una emotiva exaltación a la actividad deportiva a través de ensayos breves que ha venido publicando en la prensa nacional; señala también que disciplinas como el fútbol, el baloncesto, el voleibol o el tenis no solo se juegan con el físico, sino con el análisis filosófico.

Ese enfoque lo ha puesto a escarbar en la poderosa capacidad de los deportes de unir a los seres humanos, tal como alguna vez lo señaló Barack Obama, pues además logra sembrarles valores como la hermandad, la constancia, la disciplina y el deseo de superación. “Nos revela el sentido de la vida”, dice Velasco.

Aunque también puede detonar lo peor del ser humano. “¿De qué eres capaz para ganar: de hacer trampa, de lastimar al adversario, de doparte?”, señala este economista nacido en 1972 y que lleva 16 años residiendo en Santiago de Chile, precisamente desde el día siguiente en que Jefferson Pérez ganara la primera medalla olímpica para Ecuador. Velasco viajó allá para estudiar un posgrado en Ciencias Políticas y se quedó laborando como analista económico de los mercados laborales de América Latina; además, publica dos columnas semanales en un periódico de Quito: una sobre temas varios y otra sobre deportes.

En la era de Messi

Juan Jacobo Velasco reflexiona sobre la conexión que el deporte genera entre el cuerpo y el espíritu del practicante, provocando una confrontación interna que le permite encontrarse con su verdadero potencial, especialmente cuando entrena y compite por ser el primero. “La persona se entrega al máximo, sin mentir, porque las marcas no son negociables. Es lo precioso del deporte, sus frutos vienen del esfuerzo de las personas”, indica este aficionado al fútbol y la natación, y competidor en triatlones.

Tales logros tienen hoy una especial trascendencia, ya que esta época coincide con un despunte de las tecnologías de la comunicación. Velasco explica: “El fútbol mundial experimentó una transformación cualitativa en cuatro años, gracias a la irrupción del Barcelona de España, dirigido (hasta hace pocos meses) por Joseph Pep Guardiola y liderado por Lionel Messi. El equipo demostró que se puede ser exitoso, jugando bien y emocionando al público, de manera consistente. Lo hizo en el periodo de la historia con la mayor cantidad de aficionados (siete mil millones), nunca tan intensamente conectados. Los ojos del Gran Hermano global vivieron y se maravillaron con el arribo de una nueva era”.

En esta época, los éxitos deportivos enaltecen a los países ante la mirada del mundo. Y también hacen soñar por las historias que envuelven las hazañas. “Miremos a Álex Quiñónez. Llegó a emocionar a todos los ecuatorianos en los Juegos Olímpicos, y hace tres años trabajaba en el mercado Caraguay porque debía mantener a su familia. ¿Qué habría pasado si él hubiera recibido desde antes todo el apoyo como corredor?,” reflexiona.

Ecuador podría generar más atletas de élite con procesos sostenidos, inversión económica, buenos entrenadores y la difusión de una cultura ganadora que promueva que no es suficiente participar, sino dar lo máximo de cada uno. “Los seres humanos tenemos límites, ya sean físicos, económicos o de otra índole. Pero podemos quebrarlos por el solo hecho de dar lo mejor”. Así siempre apuntaremos a ser como la pelota que persiste en su intento por elevarse.

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