Flechado por el arte y la caricatura

21 de Julio de 2013
Texto y foto: Jorge Martillo Monserrate

Visita a Luis Peñaherrera, un maestro en las artes plásticas y un caricaturista dueño de un fino humor costeño y social.

Visitando a un maestro en artes plásticas y caricaturista de Juan Pueblo y otros jocosos personajes de nuestro folclore.

Esperando en esa sala habitada por obras de arte y coloridos cuadros, recordé cuando todos los días, en la página Editorial de Diario EL UNIVERSO, encontraba la columna de caricatura ‘Flechazos’, firmada por Robin. Yo era aún pequeño y no siempre entendía ese humor de tinte social. Pero para mí, la lectura era más entretenida cuando el protagonista era Juan Pueblo, ese personaje tragicómico tan nuestro. Tan parecido a tantos guayaquileños, de carne y hueso, que caminaban por las calles porteñas. Años después supe que tras el seudónimo de Robin estaba el guayaquileño Luis Peñaherrera.

Esa mañana, en Los Esteros, visito al artista que en estos días se recupera de una operación en la rodilla izquierda. Cinco años atrás, a pretexto de los 90 años de Juan Pueblo, lo entrevisté en su taller de García Avilés y Aguirre, el sitio donde nacen sus cuadros.

Ahora, Luis Peñaherrera Bermeo, con sus 77 años bien trazados, asegura que su vena artística la heredó de su padre, un talentoso tallador de muebles finos. “Yo nací en Alcedo y Lorenzo de Garaycoa” –dice recordando su infancia– “desde pequeñito me pasaba haciendo mis dibujos y los llevaba para que los vieran mi padre y el español Orús Madinyá, dueño de la empresa donde mi papá era un excelente tallador y ebanista”.

Gracias a sus dotes artísticas se graduó en Litografía y Dibujo en la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas y como profesor de Artes Plásticas, en la Escuela Municipal de Artes de Guayaquil; en ambas fue profesor y en la segunda institución, además, rector durante 33 años. En Bellas Artes tuvo como maestros a Alfredo Palacio, César Andrade Faini, Hans Michaelson y como profesor de pintura a alumnos que hoy son grandes pintores, entre ellos a Jorge Velarde. “Era un muchachito que yo llevaba a pintar al estero Salado esas casitas que ya se caían, íbamos a tomar apuntes, reflejos del agua”, dice.

Peñaherrera ha triunfado en importantes salones nacionales de artes plásticas, aunque su obra la exhibió más en muestras colectivas. “Exposiciones personales he hecho pocas –dice rodeado por sus cuadros– porque preparar una muestra lleva mucho tiempo y yo no lo he tenido”. Su temática es diversa, pero prefiere la figura humana, en especial la femenina. “Siempre me ha gustado el retrato. Domino la figura humana en dibujo y pintura, en casi todas las instituciones y empresas hice retratos de sus personeros”. Él destaca su obra circular Apoteosis de Guayaquil, que pintó en el cielo raso del Salón de la Ciudad del Palacio Municipal, en la que retrata a los personajes más emblemáticos de la historia antigua y contemporánea de Guayaquil.

“El manejo del pincel para concebir en óleo, acuarela, témpera, etcétera, adquiere en las manos de Luis Peñaherrera la categoría de lo prodigioso”, escribe el periodista Germán Arteta en Mis obras, libro antológico de la obra plástica de Peñaherrera, publicado en el 2008.

Juan Pueblo y otros personajes de nuestro folclore

Luis Peñaherrera era un dibujante de 23 años cuando “heredó” a Juan Pueblo, personaje creado en 1918 por el artista Jaime Salinas y que apareció primero en diario El Telégrafo, posteriormente en La Prensa y EL UNIVERSO.

En 1959, a la muerte de Salinas, El Telégrafo convocó un concurso para reemplazarlo. Peñaherrera, que ilustraba el suplemento dominical de ese diario, ganó y transformó estilísticamente al Juan Pueblo que dibujaba Jaime Salinas.

Desde 1962 hasta 1998, en Diario EL UNIVERSO, Peñaherrera tuvo a cargo el editorial gráfico ‘Flechazos’, firmado con su seudónimo Robin. Conversar sobre esos años lo revive, habla con entusiasmo. Recuerda que era un muchacho cuando empezó a imitar a grandes caricaturistas extranjeros, en especial a los creadores de las tiras cómicas como Pancho y Ramona, El Príncipe Valiente y otras.

“Eran caricaturas bellas, perfectas, a mí siempre me gustó lo clásico”, asevera. Le pregunto por la razón de su seudónimo y responde: “Porque me gustaba la historia de Robin Hood, ese personaje que robaba a los ricos para dar a los pobres”.

Peñaherrera recuerda los años febriles cuando en su estudio todos los días, a las ocho, comenzaba a dibujar la caricatura que debía entregar a las diez de la mañana a este Diario: “Yo dibujaba de mañanita. La mayoría de los temas eran míos. Pero a veces me llamaba el director y me decía: Lucho, hay tal tema, ve tú cómo lo interpretas. Ahí me rompía la cabeza. Yo era veloz, aprendí a trabajar rápido. Lo difícil era saber qué hacer”. Era lo que lo atormentaba todas las noches antes de irse a dormir. Pero también tuvo conflictos con los políticos a los que  parodió.

Rascándose la cabeza, evoca sonriendo: “Ah, sí. A veces me pegaban mi insultadita por teléfono cuando la caricatura no caía bien. Eran amenazas… Yo lo contaba en el periódico y me decían que a todos les había pasado”.

En 1995 se publicó En broma y en serio, libro que da cuenta de su labor de caricaturista. En dicha obra, el doctor Ignacio Carvallo Castillo expresa: “Luis Peñaherrera Bermeo, quien es Robin, refrenda en cada caricatura lo esencial de su carácter, dado al humor sano, la chispeante manera de ser y comentar las trastadas de nuestros políticos y politiqueros, los padecimientos de Juan Pueblo, las angustias de los maestros, de las amas de casa, de los pacientes transeúntes o conciudadanos víctimas de las injusticias de la vida”.

Ese mediodía, Luis Peñaherrera, extrañando sus días de caricaturista, dice: “Sentí mucha pena de dejar lo que hacía por muchos años todos los días –Peñaherrera fue nuestro caricaturista hasta 1998-. Aunque seguí con mi pintura”. Ahora a su taller, a su pintura es a lo que desea volver cuando mejore de salud. Retornar a su arte que lo mantiene más vivo que nunca.

 

LOS PERSONAJES MÁS DESTACADOS

Juan Pueblo, el hombre del pueblo guayaco
Peñaherrera dos veces transformó a Juan Pueblo. Primero, cuando lo empezó a dibujar en Diario EL UNIVERSO. El personaje de Salinas era una caricatura típica del realismo social: andaba descalzo, era más famélico. Robin le puso zapatos aunque rotos. Y la vivacidad y generosidad característica del guayaco. En 1993, cuando el Municipio eligió a Juan Pueblo como el personaje emblemático de Guayaquil: “Lo engalané con guayabera blanca, pantalones y zapatos azules”, asegura. Juan Pueblo siempre será un hombre del pueblo, del pueblo guayaco.

Cirilo, un montubio en la ciudad
Peñaherrera es un caricaturista más recordado por Juan Pueblo, pero a partir de los años setenta nos deleitó con otras historias de tira cómica criolla. Comenzó retomando a Cirilo –personaje que había creado Julián García–. Todos los miércoles a la página agraria de esos días llegaba Cirilo, un flaco y alto, casi un Don Quijote, un campesino recién llegado a Guayaquil donde vivía una y mil peripecias pero siempre se la ingeniaba para salir avante.

Bolón y Melloco, un dúo regional
Cuando Luis Peñaherrera crea al dúo: Bolón y Melloco, impone una tira cómica donde uno representa a la Costa y el otro a la Sierra. Bolón es un guayaco alto, flaco y sabido. Melloco, un paisano, bajo, gordito y un tanto inocente. Pero sobre todo un par de amigos que viven y sobreviven por las calles comerciales de Guayaquil. Pero Bolón como era más despierto casi siempre salía mejor parado que su compañero Melloco.

 

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