El maestro Guambo

16 de Junio de 2013

Este artesano profesional lleva 50 años en el negocio de los zapatos y cuenta ahora con la ayuda de su nieta, de 25 años, quien está apasionada con esta labor.

Entre más de 200 pares de zapatos, colocados en vitrinas y estanterías, estaba concentrado en su labor el zapatero Gonzalo Guambo Rivera, de 81 años, en su local Calzado Mary, cuyo nombre fue puesto en honor a su esposa y mano derecha.

Su negocio está ubicado, desde hace 50 años, en la calle Washington entre Guatemala y Valparaíso (Barrio del Seguro) y recibe la visita de personas que confían en su “cuidadoso y efectivo trabajo”.

“Ya sabemos que cuando necesitamos un zapato de buena calidad o un arreglo al instante acudimos donde el maestrito Guambo”, dice uno de los moradores del sector.

Guambo comenta que le enseñaron este oficio unos maestros en su ciudad natal, Riobamba. “Tenía unos 15 años. Al principio no me gustaba, pero mi mamá pensaba que era bueno aprender alguna actividad”.

Y fue así que, poco a poco, comenzó su amor y pasión hacia la zapatería, después de haber trabajado en otras actividades.

Pasaron los años y buscando días mejores se trasladó a Guayaquil para ofrecer sus servicios.

“Fueron magníficos los primeros años del negocio. Recuerdo que la gente se asombraba porque en el sector había una zapatería, ya que en esa época la mayoría de personas tenían que ir al centro para buscar una de ellas”, señala.

“Yo al comienzo arreglaba zapatos, que era lo que más me solicitaban, hacía pocos y también los limpiaba”, agrega.

Entre las anécdotas que cuenta este zapatero dice que acuden a Calzado Mary clientes “con pies muy pequeñitos o muy grandotes”. “Vienen mujeres de tallas 29, 30, y hombres de talla, por ejemplo, 47. Pero para todos hay una solución y un calzado principalmente de cuero”, expresa.

Hoy en día su negocio no solo está basado en el arreglo de zapatos, sino que ha aumentado la venta del calzado diseñado y elaborado en su local especialmente para mujeres, niños y- en casos especiales- para hombres. Además, sugiere a las personas que le lleven los zapatos que ya no usan para reutilizar sus materiales o rediseñarlos.

Y en todo este trabajo recibe la colaboración de su nieta Lucía Guambo Avilés, de 25 años, además de una hija.

Lucía manifiesta ser una admiradora de su abuelo –a quien le dice papi de cariño–, de su abuelita –la ayudante fiel del negocio– y de los maestros que colaboran con él desde hace 20 años.

“Prácticamente me crié con mis abuelos. He vivido entre el cuero, la tela y todo lo que hay aquí; por eso, me encanta diseñar, hacer creaciones diferentes. Quiero revivir y dar a conocer el trabajo artesanal. Me parece que no debemos dejarlo a un lado”, manifiesta.

Asimismo, comenta que su abuelo ha hecho zapatos para algunas reinas, debutantes, personalidades y demás interesados. “Por ejemplo, a Nebot y otras figuras se les ha arreglado el calzado”.

La labor de Lucía es, esencialmente, apoyar en todo cuanto pueda a su abuelito e irse inmiscuyendo de a poco en este trabajo que tanto aprecia. “Hago de relacionista pública, lo engancho con personas, diseño, tomo medidas, corto. Yo hace un año puse un local de zapatos con el cual me fue muy bien, pero como este negocio –y eso lo aprendí de mi abuelo– demanda mucho sacrificio no pude hacer tantas cosas a la vez, porque trabajo en una empresa y soy mamá”, dice.

Sin embargo, cuenta que uno de sus objetivos a corto plazo es estudiar Diseño después de que termine su carrera de Gestión Empresarial. “Yo soy socia de los artesanos calificados, he ido a asambleas, a mí me falta terminar ciertas actividades para obtener el título. Pero, definitivamente, aprendo bastante con mi abuelo. Quiero en un futuro tener mi propio local, pero con un taller incorporado”, asegura.

También explica algunos pasos para hacer un zapato a la medida: “Se toma la medida del pie de la persona y esta elige el modelo y materiales en los que desea que sea elaborado su zapato. El maestro realiza el molde del diseño sobre la horma que se eligió de acuerdo a la medida tomada, luego lleva a cabo el corte de la capellada sobre los materiales elegidos, después apara o cose la capellada y se la da al plantador junto a los otros materiales. Finalmente, este entrega la obra y se verifica que el zapato se haya realizado correctamente. Este proceso demanda tiempo”.

Agrega que el cuero es un material que recomienda su abuelo.

“Él se pelea para que los clientes lo elijan, ya que entre sus beneficios está que no causa mal olor”, dice.

Los zapatos que confeccionan tienen precios que van desde los $ 40 y los arreglos se los valora de acuerdo al daño del calzado. Además, los que no son retirados por olvido del cliente son entregados a una fundación, después de un tiempo considerable.

“Nada botamos, todo lo utilizamos; ya que es importante tener un buen calzado... un calzado artesanal”, finaliza Guambo. (L.L.V.)

 

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