El librero popular más tradicional

02 de Septiembre de 2012
TEXTO Y FOTO JORGE MARTILLO MONSERRATE

En pleno centro de Guayaquil hay algunas librerías y puestos de libros usados. Nuevos Horizontes, de Néstor Cali, es una de ellas.

Es todo un personaje. Vive rodeado de unos 25.000 libros. Pero solo lee periódicos. Es el azuayo Néstor Cali Jara, de 78 años, propietario de la librería Nuevos Horizontes, ubicada en 6 de Marzo 924 y 10 de Agosto. Una de las más visitadas del sector, porque ahí además de comprar libros nuevos, también puede adquirir, vender, intercambiar y hasta alquilar libros, textos y revistas usados. Ese novedoso sistema convoca a lectores de escasos recursos, amantes de la lectura, estudiantes, escritores y catedráticos.

Su librería está al fondo de un pasaje ubicado frente al Mercado Central. Afuera hay estantes y mesones repletos de libros y revistas. Siempre hay remates: libro a dólar. Cuenta con dos amplios locales provistos de altillos que sirven de bodega.

En esta librería, los libros no solo están en los anaqueles, sino también en pilas que se alzan desde el suelo y mostradores como torres de Babel que si uno tropieza se vienen abajo con sus poemas, cuentos y novelería a cuestas. Un par de empleadas atiende al público. También Alipio y Javier, hermano y sobrino de Néstor, quien a los 7 años de edad llegó a Guayaquil.

Recuerda que a sus 9 años empezó como vendedor ambulante ofreciendo globos para jugar carnaval. Luego comercializaba caramelos y cigarrillos de contrabando.

En 1950, junto al Mercado Central, instaló un mesón que era todo un bazar. Y anunciando, a viva voz, las noticias vendía EL UNIVERSO y otros matutinos, además de las revistas cubanas Bohemia, Carteles y la fotonovela El derecho de nacer, que era la más buscada. Al poco tiempo les empezó a comprar revistas usadas a los botelleros –los recicladores de esa época–. Fue cuando se le ocurrió cambiarlas por $ 0,10 –en 1964 haría lo mismo con textos y libros–. “Por ejemplo, usted me compraba dos o tres revistas usadas, entonces yo las cambiaba por otras que no habían sido leídas”, explica Cali.

Cuenta que en los años cincuenta existían algunos libreros populares: Luis Fabara, más conocido como Luchito, el Negro Filián, el cuencano Robles, Valladares, entre otros, todos han muerto. “El único librero antiguo soy yo”, dice Néstor Cali, cuyo apelativo es El Colorado. En 1971 instaló Nuevos Horizontes en el actual local, donde atiende de lunes a sábados (09:30 a 18:00) y los domingos hasta las 15:00.

“Así como cada fruta tiene su temporada, los libros también la tienen durante abril, mayo y junio”. Es cuando se venden textos escolares y colegiales, más nuevos que usados. Comenta que las ventas han decaído. Antes a los niños les compraban libros de cuentos, ahora el padre adquiere un DVD y ven la película en casa.

“¡¿Para qué van a comprar libros?!”, dice. Refiere el caso del doctor que le quiso vender toda su biblioteca, repleta de enciclopedias, porque ocupa espacio y actualmente él investiga por internet. “Ahora ya no puedo comprar libros para tenerlos arrumados”. Afirma que principalmente mujeres y personas del campo siguen leyendo novelitas. Esas que nuevas valen $ 1,50 y él cambia por $ 0,20. “Hay que llenar los gustos de los clientes, algunos prefieren las novelas de letras y otros las con figuras”. Las más leídas son las románticas, de vaqueros, FBI, Perry Mason, Agatha Christie. Esos lectores acuden todas las semanas y se llevan como mínimo siete novelas de bolsillo. Y para los niños compran Condorito, que es la única revista infantil que se publica porque han desaparecido La Pequeña Lulú, Memín Pingüin, Viruta y Capulina, y otras

Indago: ¿Qué obras literarias busca la gente? Cali, extendiendo las manos como deseando abrazar a su librería, responde: “Todo esto está lleno de libros, ya no llaman la atención como antes. Solo leen los que tienen ese vicio”. Aunque acepta que llegan tras las obras clásicas y las novelas de García Márquez, y entre los ecuatorianos, los cuentos de José de la Cuadra.

Pero él aún compra textos y libros usados que calcula después de “maquillarlos” –arreglarlos– venderá barato –de $ 1 a $ 5–. En su librería no hay precio fijo.

Rodeado de tantos libros, le pregunto: ¿Y usted lee? “No –responde rotundo–. Leo tres periódicos diarios, libros no porque hay que concentrarse y estoy atendiendo la caja”. Y en su hogar tampoco “porque ya llego completito y en mi casa no tengo libros”. En casa de herrero, cuchara de palo. Pero Néstor Cali y su librería pobladas con unos 25.000 libros nuevos y usados aguardan por los viciosos amantes de la lectura.

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