Viajemos

28 de Enero de 2018

Con mucha satisfacción he leído el reportaje sobre el sendero que lleva desde Campo Alegre hasta la piedra ceremonial de los punaes. (‘¡Salieron lagartos!’, enero 18). Vivo en Data, un recinto cerca de Posorja, y aunque soy de la tercera edad, junto a mi familia tuve la oportunidad de hacer este interesantísimo recorrido hace unos años. Llegar a Campo Alegre no fue fácil, el camino solo transitable durante el verano estaba en pésimas condiciones. Pero lo más desalentador fue que después de aprender sobre la historia del lugar en el centro de interpretación, caminar por un hermoso sendero lleno de ceibos gigantescos, terminar el recorrido en un gran hueco donde hasta hace más o menos un siglo estaba la piedra ceremonial: la de los lagartos. Para ver esta gran pieza arqueológica tuve que viajar a Guayaquil y visitar el Museo Municipal. Es comprensible que los habitantes de la comuna de Campo Alegre no estén muy motivados en realizar actividades turísticas, Campo Alegre no tiene agua potable, parte del pueblo se inunda cuando sube la marea (es decir dos veces al día) y el recinto queda incomunicado en los meses de lluvia, porque los pocos caminos vecinales se convierten en lodazales. Quizás al menos dos gestiones de parte de la Alcaldía animarían grandemente a esta comunidad de Campo Alegre: proveerles de una réplica de la piedra ceremonial que está en el Museo Municipal de Guayaquil y así el sendero se volvería realmente espectacular. Dotar a la población de una desalinizadora de agua de mar que permita a los habitantes de Campo Alegre tener agua potable y así mejorar grandemente su calidad de vida. Estoy segura de que entonces, con mucha alegría, y haciendo honor al nombre de su comuna, los habitantes de Campo Alegre tendrían la motivación suficiente para despegar como un importantísimo destino turístico rural dentro de nuestro cantón Guayaquil.

Carlota Peña Triviño

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