Mormones jóvenes y en onda

18 de Diciembre de 2011
Texto y fotos ALEX WILLIAMS (The New York Times)

Durante décadas, la popular imagen del estilo mormón ha sido la de pulcros jóvenes misioneros en bicicleta, con trajes negros, camisas blancas y delgadas corbatas negras. Sin embargo, se están expandiendo las fronteras del estilo mormón.

Con una varonil barba de varios días, camisa de franela y ceñidos vaqueros negros, Brandon Flowers tiene todo el aspecto de líder de banda, entusiasta del jazz.

Con canciones sobre ahogar las penas en bourbon o explorar las sórdidas entrañas de su ciudad natal, Las Vegas, Flowers ha vendido más de 15 millones de discos en todo el mundo. En el pasado  fue sincero sobre su forma de beber, fumar y gusto por el blackjack.

Sin embargo, en un video vaporoso de cuatro minutos, un anuncio para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que se publicó en internet en octubre, el cantante mira fijamente hacia la cámara y dice: “Soy padre, soy esposo y soy mormón”.

Durante décadas, la popular imagen del estilo mormón ha sido la de pulcros jóvenes misioneros en bicicleta, con trajes negros, camisas blancas y delgadas corbatas negras; y, a últimas fechas, por la toca esculpida del candidato presidencial estadounidense Mitt Romney o el estilo deportivo del corredor de motocross Jon Huntsman, otro candidato presidencial republicano.

Sin embargo, se están expandiendo las fronteras del estilo mormón. El muy visible anuncio de campaña “Soy un mormón” (el tema de una gran campaña en televisión, espectáculos, metros e internet) busca aplastar los estereotipos tradicionales al hacer alarde de un conjunto de mormones diversos y en onda, incluidos, además de Flowers, un aficionado a la Harley, vestido de cuero; un profesional de la patineta con gorro tejido, y un cantante de R&B con la cabeza rapada.

Más urbanos

No son solo los anuncios patrocinados por la iglesia. En los campus universitarios, las calles de las ciudades e incontables blogs sobre estilo, una generación joven de mormones ha adoptado una estética urbana de avanzada en la moda (elegantes anteojos geek, etiquetas de diseñador y bastantes cosas típicas) que no se vería fuera de lugar en alguna fiesta de desván en Brooklyn.

“Solía haber un prejuicio en contra de ‘estar en onda’ en el mundo mormón”, expresó Kendra Smoot, de 31 años, una estilista de accesorios para Lucky y Martha Stewart, y a quien se puede ver luciendo conjuntos de tendencia sartorialista en Smoot, un blog que tiene con su esposo, el fotógrafo Seth. Hace diez años, cuando ella era estudiante en la Universidad Brigham Young (UBY), “no había ningún sentido de la moda, yo misma incluida”, notó. “Ahora, cuando los visito, los chicos allá se ven realmente increíbles”.

“Creo que ahora se acepta que puedes tener un aspecto actual e interesante, y aun mantener los valores de la religión mormona”, agregó. No obstante, hay límites. Según los lineamientos sobre el vestido y el arreglo en el sitio web oficial de la iglesia, se insta a los mormones a no usar ropa poco recatada, incluidos ‘pantalones y faldas muy cortos’, ‘ropa muy ceñida’ y ‘faldas que no cubran el estómago’. Se deberían ‘evitar los extremos en el atuendo, apariencia y peinado’ y ‘no desfigurarse con tatuajes o perforaciones corporales’.

Nada de barbas

Esas restricciones pueden ser un desafío para los miembros de la clase creativa que sienten el atractivo de la elegancia desaliñada y bohemia. El vello facial en particular puede ser un problema complicado. Comunes en los dirigentes eclesiásticos del siglo XIX, ahora se considera que las barbas son inapropiadas para los misioneros, así como para los estudiantes de la UBY, según el código de honor universitario (se permite que los varones usen bigote acicalado).

Persiste el debate sobre si las barbas son un aspecto apropiado para los feligreses de la iglesia en general en algunos rincones, como uno reciente en internet sobre el tema de LDS Living, un sitio web sobre el estilo de vida mormón. Un participante mencionó un discurso de 1971 de Dallin H. Oaks, ahora integrante de la dirigencia de la iglesia conocida como el Quórum de los Doce Apóstoles, quien escribió: “No hay nada inherentemente malo en el cabello largo o las barbas, como tampoco hay nada inherentemente malo en poseer una botella vacía de licor. Sin embargo, una persona con barba o con una botella vacía de licor es susceptible de ser mal interpretada”.

Cuando Britain Baker estuvo en la UYB, tuvo que hacer esfuerzos considerables para asegurar una dispensa de barba para que hiciera juego con sus camisetas de época y jeans con la valenciana doblada. Por lo general, los estudiantes necesitan demostrar que tienen algún padecimiento de la piel, como protuberancias causadas por las navajas. “Tienes que rasurarte diario durante tres días”, dijo, “y si aún tienes protuberancias al tercer día, te dan una navaja especial”. Solo se otorga una ‘tarjeta para barba’ cuando también falla esa navaja.

Ya que no tenía ningún padecimiento de la piel, Baker intentó un enfoque novedoso: solicitó un papel como extra en una película estudiantil sobre Jesús el año pasado. Cuatro meses antes de egresar, pudo llevar una de las pocas barbas en el campus. “Lo recibieron con críticas mezcladas”, dijo Baker, de 24 años, quien ahora vive en Los Ángeles y espera ingresar a la facultad de Medicina. “Sentí que la gente me miraba fijamente todo el tiempo”.

Tampoco se ve con buenos ojos al cabello largo. Cuando estudiaba ahí, Francesco Perri se hacía una cola de caballo con el cabello marrón chocolate y usaba una gorra de lana en el campus. “Solo quería verme distinto a todos los demás”, dijo Perri, de 31 años, quien hoy es empleado en un hotel de Nueva York y anda por todo Brooklyn en su bicicleta de una sola velocidad.

También tatuajes

A quienes les gustan los tatuajes enfrentan obstáculos más difíciles. Los que los tienen los ocultan, en especial después del 2000, cuando Gordon B. Hinckley, entonces el presidente de la iglesia, habló en contra de los tatuajes como de “grafitis en el templo del cuerpo”, en su conferencia general.

No obstante, los mormones tatuados se las han arreglado para encontrarse y conformar una especie de subcultura.

“Me sentí abrumado por la cantidad de tatuajes que vi en la gente”, dijo James Peterson, de 32 años, sobre su capacitación como misionero en Provo, Utah, a fines de los noventa. Cuando fue a su misión en España, otros misioneros y él intercambiaban números de revistas de tatuajes, cuidando de arrancar las imágenes de mujeres con el torso desnudo o de demonios.

Peterson no solo conserva las suscripciones a las revistas, sino que abrió Rogue Parlour, un establecimiento de tatuajes en Tucson, Arizona. Aunque todavía encara la condena de familiares por su profesión, el año pasado se agregó uno en el brazo izquierdo: un avispero, el símbolo mormón del trabajo colectivo por el bien común. “Es una forma complicada de decir que todavía amo a la iglesia”, dijo.

No sorprende que los mormones expresen opiniones fuertes y diversas sobre lo que es estiloso y aceptable. La religión en rápido crecimiento cuenta con más de seis millones de feligreses en Estados Unidos (30% de ellos en Utah), y, de tiempo atrás, las personas han tenido que equilibrar la tradición con un deseo de encajar en la cultura general. Los feligreses aún combaten una percepción de otredad, como en el reciente altercado entre Romney y Robert Jeffress, un pastor bautista sureño y partidario de Rick Perry, que ridiculizó a la religión calificándola de “culto”.

Algunos retos

Incontables mormones trabajan en la moda, el diseño, el arte, la música y el cine, y, por lo general, se visten y actúan como todos los demás. Sin embargo, cuando se trata de vestirse en forma juvenil y a la moda, algunos mormones dijeron que enfrentan retos únicos. Entre otras cosas, muchos adultos usan un tipo de ropa interior conocida como prendas del templo, cuyo propósito es ser un recordatorio simbólico de las promesas a Dios. Tanto los hombres como las mujeres tienen su propio estilo de prendas, pero son dos, una casta pieza inferior hasta las rodillas que recuerda a un calzoncillo bóxer ajustado y una camiseta blanca.

Los mallones y vestidos maxis no son un problema, pero sí las camisetas sin mangas y las faldas cortas, notó la hermana de Britain Baker, Elna Baker, y quien detalló su lucha con la fe en unas memorias del 2009, The New York Regional Mormon Singles Halloween Dance. Para cubrir la ropa interior, algunos mormones conscientes del estilo en lugares como Brooklyn adoptan un aspecto retro irónico de tiendas de segunda mano, incluidos vestidos estilo ‘Mad Men’ o el tipo de moda para secretarias de los años ochenta: blusas con volantes, cuellos de moño y faldas rectas de talle largo.

Para algunos mormones que navegan las aguas de Brooklyn, la lucha se trata menos de qué ponerse para una fiesta de desván y más de qué hacer una vez que se llega. Está prohibido beber licor, según la Palabra de la Sabiduría, que los feligreses consideran una revelación de Dios relativa a la salud.

Por eso muchos mormones de Brooklyn tienden a hacer sus propias fiestas, dijo Elna Baker. Recordó una en la que alguien llevó un paquete de seis cervezas O’Doul, sin alcohol, según los anuncios, “por el impacto”. Sin embargo, típicamente, el único vicio exhibido fue el azúcar en la forma de abundantes postres, el punto central de muchas fiestas mormonas, agregó.

Sin embargo, hasta una mesa llena de tartas y galletas puede representar un reto, bromeó su hermano Britain. “Debido a todas las fiestas de postres”, dijo, “los vaqueros apretados pueden ser una maldición”.

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