Naldo Campos: Un ‘manaba silvestre’

24 de Junio de 2012
Texto: Estefania Carlier, especial para La Revista

Él toca el requinto como nadie y desde pequeño lo acompaña un enorme deseo de superación. Su vida ha sido un continuo aprendizaje musical.

A sus 63 años es dueño de unos dedos prodigiosos que le han dado muchas satisfacciones en materia musical. Toca la guitarra desde los 6 y el requinto desde los 10.

“Estudiaba al día mínimo cuatro horas y máximo ocho. Me pasaba con una guitarra en la mano cuando mis amigos estaban jugando. Hasta se me burlaban en el barrio”, comenta.

Naldo es manaba de nacimiento, pero creció en el barrio conocido como La Placita, ubicado en las calles Cuenca y la Séptima. “Ahí me crié con mucho placer. Yo quería ser un gran guitarrista y el tiempo me ha hecho creer que lo logré”, dice.

El fenómeno

Cuando tenía 16 años, la estrella del momento, Julio Jaramillo, llegó con el empresario guayaquileño Francisco Feraud Aroca al barrio de Naldo. Buscaban al hombre que había tocado el requinto en el disco de la cantante Holanda Campos. “Creo que mi hermana Holandita me dejó tocar para que alguien me escuchara”, comenta. La sorpresa fue grande cuando se enteraron de que ese ‘hombre’ al que buscaban era en realidad un jovencito. “Pasé de comer encebollado de balde en cuclillas a la mesa presidencial del Dr. José María Velasco Ibarra sin saber cómo se cogían como cien cuchillos”, indica entre risas.

Su madre, Amalita, fue la que desde pequeño lo impulsó continuamente a superarse como músico y profesional. “Ella me decía: ‘Sí puede, mijo, usted va a ser el mejor guitarrista de este país, propóngase’. Le prometí sacarla del barrio y lo conseguí con una guitarra a cuestas y un enorme deseo de superación”, cuenta.

Más adelante, Naldo formó parte del trío Los Brillantes, junto con Olga Gutiérrez y Héctor Jaramillo. Entró como reemplazo del requintista Homero Idrovo. “Para mí, él era el mejor guitarrista que ha tenido el país. Murió hace años y ya nadie se acuerda de él”, dice.

Naldo tuvo que grabar lo que Homero había hecho y también componer cosas nuevas. Con el trío grabó ocho long plays.

A sus 24 años fue contratado como director musical de Fediscos, donde trabajó de forma exclusiva durante once años. En ese entonces, los cantantes y los músicos grababan al mismo tiempo. Naldo, extasiado, no tocó cuando debía. “Discúlpeme, les decía. Fue por estar escuchando a don Julio”. Tiempo después, él y Naldo fueron buenos amigos.

En Fediscos, Naldo se ganó un peculiar apodo: Miseria. Cuando fue a cobrar su sueldo, Francisco Feraud Aroca le preguntó que qué hacía ahí. Naldo respondió: “Aquí viniendo a cobrar la miseria que usted me paga”.

El apodo trascendió y una vez en un evento en el que Naldo estaba siendo premiado, desde el público alguien le gritó: “Buena, Miseria, te lo mereces”. Era Francisco. Manuela Estrada, una de sus grandes amigas, le puso otro apodo: Manaba Silvestre, según ella, porque Naldo no sabe decir mentiras y detesta la hipocresía. “Si algo no me parece, yo lo digo de frente”, agrega.

Pasé de comer encebollado de balde en cuclillas a la mesa presidencial del Dr. José María Velasco Ibarra sin saber cómo se cogían como cien cuchillos”.
Naldo Campos

En toda su carrera artística junto con el requinto Naldo ha colaborado con numerosos cantantes: Julio Jaramillo, José Jaramillo, Patricia González, Beatriz Gil, Astrid Achi, los hermanos Miño Naranjo, los hermanos Villamar, Claudio Vallejo, Daniel Santos, Lucho Barrios, Alci Acosta, entre otros. En la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, el único requintista es Naldo.

El maestro

Ahora, Naldo es profesor de requinto y guitarra en la Escuela del Pasillo Nicasio Safadi, en el Museo de la Música Popular Guayaquileña, y recuerda con nostalgia a Manuel Rosales, uno de sus primeros profesores. “Él me decía: ‘Estudia, muchacho, que vas a ser el mejor guitarrista de este país’. Yo le respondía: Eso a mí no me interesa, lo que quiero es hacer bien mi trabajo”.

Todavía conserva un libro que le regaló Manuel y que ahora usa para dar clases. Para Naldo, lo más importante es enseñarles a sus alumnos que la guitarra y el requinto se tocan con el corazón. “Yo nunca me escondo nada. Quiero que ellos se conviertan en grandes guitarristas si quieren hacer de eso su carrera, pero deben tocar con el alma y el corazón. Muchos merecen aprender, son fantásticos y los quiero muchísimo”.

Como metáfora didáctica, Naldo compara las guitarras con los caballos. Cuenta que en una ocasión se subió a uno al que aparentemente nadie hacía mover y lo hizo corretear. “Soy bien montubio. El caballo sabe quién está arriba y rinde de acuerdo al jinete. La guitarra también. Tocar bonito no es suficiente, hay que ser un gran guitarrista”.

Entre sus planes futuros está organizar una rondalla con sus alumnos. La idea fue de la fundadora y directora de la escuela, Jenny Estrada. Naldo explica que “una rondalla está formada por un grupo de guitarristas y cantantes, jóvenes generalmente, que se juntan para interpretar en vivo música nacional de su país”. De llegarse a concretar, el show estaría abierto al público en general.

En familia

Naldo tiene cuatro hijos producto de sus dos matrimonios: Naldo Alberto y Klider Enríquez Campos West, y Rafael de Jesús y José Fabricio Campos Chávez. En sus tiempos libres le gusta jugar play station con ellos o el fin de semana hacer algo distinto.

“Estoy tratando de disfrutar lo que antes no pude. Tenía mucho trabajo y viajaba mucho, y mis hijos estaban durmiendo cuando me iba y regresaba. Ahora están grandes y no han dejado de ser mis hijos. Los amo con toda mi alma. A veces compro pan en la esquina de la panadería antigua y les llevo. A lo mejor no necesitan, pero como padre lo hago”, cuenta. Ellos han optado por carreras no afines a la música, como la Ingeniería Comercial y la Ingeniería en Sistemas. Aun así conservan en sus casas recuerdos de la ‘época de oro de su padre’.

De vez en cuando a Naldo le da por cantar mientras entona los numerosos pasillos, boleros y valses que guarda en su memoria. “No soy cantante, eso es naturaleza purita”. Y si le preguntan cuál es el trabajo más lindo que ha hecho en toda su vida, responde: “Ninguno, el que voy a hacer mañana, ese va a ser el más lindo”.

guitarra y requinto

Estos dos instrumentos, aunque similares, tienen un elemento clave diferenciador. “Físicamente el requinto es más pequeño que la guitarra. Eso hace que su afinación sea más aguda. El piano y la guitarra se afinan en do, mientras que el requinto lo hace en sol. Si contamos do, re, mi, fa, sol, la afinación es una quinta más arriba que la guitarra. Y así sucesivamente”. Por esta cercana relación entre los dos instrumentos, Naldo agrega que si se aprende a tocar uno, tendrá las bases para tocar el otro.

 

 

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