Menos exposición: Menos riesgo

Por Connie Hunter
20 de Septiembre de 2015

En Facebook, los papás nos convertimos en reporteros de la vida de nuestros pequeños. ¿Estamos conscientes de toda la información que damos a los demás a cambio de unos cuantos ‘Me gusta’?

Cuidamos de ellos desde que nacen y, sin darnos cuenta, también entramos en una carrera para demostrar que el nuestro es mejor que los demás. Come más que el bebé de la prima, gatea más rápido, le salen primero los dientes y, no conforme con eso, no solo sabe decir mamá, sino que con apenas un año también aprendió a decir ‘pleisteishon’.

La competencia continúa y se intensifica cuando los pequeños van a la escuela. El promedio de notas, la lonchera y los marcadores deben ser excepcionales. El uniforme más limpio, la más sublime primera comunión, el más costoso regalo de graduación y así, hasta que llegan al día de la boda.

A diferencia de otros tiempos, ahora todo ese historial de éxitos y alegrías se va registrando en Facebook. En ese medio, los papás nos convertimos en reporteros de la vida de nuestros seres queridos. El primer diente, el primer diploma, el viaje familiar. Todo se publica inmediatamente y nos embriagamos con los likes y comentarios dulces. Claro, eso gusta y puede llegar a ser psicológicamente necesario sentirse agradado por los demás.

Pero en todo este proceso no nos percatamos de lo descubierto que dejamos nuestro mayor tesoro ante el mundo. Las fotos de los niños muestran su entorno, la escuela donde estudian, los amigos que tienen, el sector donde viven y muchas veces hasta la rutina que llevan. Y me pregunto: ¿estamos conscientes de toda la información que damos a los demás a cambio de unos cuantos ‘Me gusta’?

Recientemente, en México, leí una recomendación que hacen en las escuelas a los padres de familia de no exponer a sus hijos en las redes sociales, ni a los amigos de ellos sin la autorización de sus representantes. ¿Estamos nosotros tomando este tipo de medidas al respecto?

Esta acción que nace del amor y las ganas de compartirlo y que aparenta ser totalmente inocua, puede ser tan riesgosa como cuando los menores de edad interactúan con extraños en las redes. No es posible entonces que los padres, que todo el tiempo nos preocupamos por lo que los chicos hacen en internet, no pensemos también en lo que nosotros hacemos con la imagen de ellos. Sin darnos cuenta atentamos contra su privacidad y los ponemos en riesgo.

Nuevas palabras se han integrado al diccionario de la delincuencia virtual. Sextorsión, catfish, grooming y cyberbullying son situaciones a las que cualquiera se puede enfrentar y con cierta frecuencia los menores se convierten en víctimas mortales.

El secreto no es convertir las redes en la manzana prohibida ni dejarse llevar por el miedo. El recurso tecnológico está ahí y nos brinda miles de facilidades en la vida cotidiana. Lo ideal sería analizar bien qué y en qué momento vamos a publicar algo, verificar si quienes salen en una foto están de acuerdo, definir quién va a poder ver lo publicado, asegurarnos de que quienes lo hagan sean de nuestra confianza. Es decir, tomar conciencia de cada acto que realizamos en internet. Que el ego no nos obnubile. El precio puede ser muy alto. (O)

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@conniehunterdg

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