We steal secrets: Los secretos más polémicos

30 de Junio de 2013

El filme We steal secrets (Robamos secretos) explora la creación de WikiLeaks, el sitio fundado por Julian Assange, el cual facilitó la mayor brecha de seguridad en EE.UU.

Definitivamente Julian Assange se convirtió de pronto en una superestrella salida del irreverente mundo de los piratas cibernéticos y quizá, el primero que ha sido blanco de la política internacional. El motivo es simple, pero escabroso: haber develado secretos, entre el 2009 y 2010, de una sustanciosa cantidad de documentos clasificados de la diplomacia estadounidense a través de WikiLeaks, el sitio que fundó en el 2006 y ejercía el cargo de editor en jefe. Pero no lo hizo solo, su principal informante fue el soldado Bradley Manning (25 años), quien fue acusado por filtrar a WikiLeaks documentos y un video del ejército estadounidense en el que se ve cómo un helicóptero estadounidense mata a un grupo de civiles en Irak.

Dato

Julian Assange fundó el sitio web WikiLeaks en el 2006

Esta historia fue suficiente para que el cineasta Alex Gibney, ganador de un Óscar por Taxi to the Dark Side (Viaje en taxi al lado oscuro), muestre la mediática presencia de Assange, australiano de 41 años, en el documental We steal secrets: The story of WikiLeaks (Robamos secretos: La historia de WikiLeaks), que ya tiene sus detractores, especialmente el mismo Julian, sus compañeros de WikiLeaks, el colectivo Anonymous y sus seguidores, debido a la visión crítica del director que despertó uno de los debates periodístico-políticos más interesantes de los últimos tiempos.

El filme se estrenó en Nueva York en mayo de este año, aunque fue presentado en la última edición del Festival de Sundance en enero. Alex Gibney es un respetado director de documentales estadounidense que ha dirigido notables películas como Enron: The Smartest Guys in the Room y Gonzo: The life and work of Dr. Hunter S. Thompson.

Gibney quiso entrevistar directamente a Assange para usar ese material para el documental, pero según el director, le exigió una cuantiosa suma monetaria (un millón de dólares), para cubrir sus gastos judiciales. En una entrevista concedida a la revista Salon, antes del estreno de la cinta, Gibney sostenía que Assange se había convertido en lo que supuestamente combatía y que sufría de lo que llamaba “corrupción de la causa noble”, que afectaría a los que, al estar al servicio de una causa justa, se consideran más allá del bien y del mal.

Por su parte, voceros de WikiLeaks arremetieron contra Gibney, argumentando que el director “se había vendido a la administración Obama, sumando su talento y prestigio a una campaña de difamación a Assange y WikiLeaks. El filme muestra los presuntos actos de Manning como una debilidad de carácter en vez de un triunfo de la conciencia” y agregó que la descripción de su relación con Assange es “enormemente irresponsable”.

Para Gibney, su nueva película ha tenido más detractores de lo que él esperaba. “Creo que el orgullo es su perdición. Se hizo imprudente. Aunque Assange no ha visto el documental (ni Manning), el fundador de WikiLeaks y sus seguidores, entre ellos el periodista John Pilger y el director de cine Oliver Stone, ‘denunciaron’ el documental tras su estreno en el festival de Sundance”, dijo Gibney.

Gibney buscó ayuda de un coterráneo, el director Mark Davis para solicitar imágenes de Assange antes de ser famoso. En ellas se lo mostraba más cándido, y Gibney encontró también grabaciones domésticas de Islandia que mostraban a Julian menos protegido, incluso bailando. Davis había seguido al fundador de WikiLeaks antes de la filtración sobre la guerra de Afganistán.

En el rodaje, la propia historia de Assange se desarrolla con la de WikiLeaks, culminando en su entrada en la Embajada de Ecuador en Londres para evitar su extradición a Suecia, donde dos mujeres lo acusan de violación y abusos sexuales.

Gibney se valió de todo para sustentar su filme. Sin haber podido entrevistar a Manning ni a Assange para el documental, el cineasta acudió a fuentes como amigos o excompañeros de Manning, y al pirata informático Adrián Lamo, quien dio al FBI el registro de los chats en los que Manning confesaba que había pasado información clasificada a WikiLeaks. Asimismo, logró que Anna, una de las denunciantes y exvoluntaria de WikiLeaks, participe en su filme. “(Assange) es experto en responsabilizar a otros (…) Pero nunca ha querido que nadie lo responsabilice a él. No puede soportar que nadie le diga que se equivoca, y por lo tanto rechaza su responsabilidad por esas acusaciones sexuales en Suecia”, dijo Gibney.

“Creo que el orgullo es su perdición”, dijo Gibney. Y agregó: “Se hizo imprudente. Comenzó a imaginar que la agenda de transparencia y Julian Assange eran lo mismo. Y ese es un lugar muy peligroso”.

Para el director, la imagen de Assange fuera de cámaras era otra (había hablado varias veces con el australiano). Gibney había manifestado que se trataba de un personaje complejo. “Si lo encuentras en momentos desprevenidos, puede ser un ser humano terriblemente encantador, autocrítico y realmente cautivador”.

Para los seguidores de WikiLeaks, We steal secrets es un panfleto destinado a dañar más al hombre que destapó los trapos sucios de la diplomacia norteamericana. Para la crítica, es una exploración apasionante del poder, la personalidad y la tecnología. Por lo pronto, la cineasta Laura Poitras presentará a fines de este año otro documental acerca de Wikileaks. Este último ha recibido una especie de bendición por parte de la organización. (A.C.J)

 

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