Los Irons del cine
Todo un relevo generacional entre Jeremy Irons y su hijo Max, dos actores que vuelan alto, pero en diferentes atmósferas.
La genética sí importa a la hora de triunfar y si a eso se le suma el hecho de tener buenos contactos en el mundo de la cinematografía, las cosas funcionan mucho mejor. Así lo demuestran algunos casos: Tom Hanks y su hijo Colin, Clint Eastwood y Scott, Arnold Schwarzenegger y Patrick, o Jeremy Irons y su hijo Max.
En 1991, Jeremy ganó un Óscar a mejor actor por El misterio de Von Bulow (Reversal of Fortune, 1990) y otros premios en cine, teatro y televisión. Su hijo poco a poco se ha hecho notar en las tablas, cine y televisión, hasta dar el gran salto en la película La huésped (The Host, 2013).
Jeremy tiene 69 años y Max, 32, ambos británicos. La carrera del padre está consagrada, mientras que la de su hijo se abre camino no solo en lo actoral, sino también en el modelaje. Definitivamente, Maximilian Paul Diarmuid Irons ha heredado el talento de su padre y la pasión por el teatro de su madre, Sinead Cusack, heredadas, a su vez, de su célebre abuelo, Cyril Cusack.
Ambos siguen activos en sus trabajo. A Jeremy lo podremos ver pronto en el piloto de Watchmen, el proyecto de HBO basado en el famoso cómic. Allí interpretará a un impetuoso anciano de una mansión inglesa.
Max adquirió notoriedad en la cinta de 2011 Caperucita Roja, acompañado de Amanda Seyfried. También en La casa torcida (2017), en la que compartió roles con Glenn Close. Asimismo, en Cóndor, serie de televisión que actualmente transmite ABC en la que protagoniza a un analista de la CIA; allí comparte roles con William Hurt, Leem Lubany, Mira Sorvino, Brendan Fraser y Bob Balaban.
Cóndor se basa en la novela Seis días del cóndor de James Grady (1974) y el guion cinematográfico de 1975 de Los tres días del cóndor, la adaptación cinematográfica que hizo Sydney Pollack. Vale mencionar que la carrera de Max fue empujada por la moda al ser la imagen de grandes campañas publicitarias tanto de marcas como de diseñadores cuando fue descubierto por el flash de Mario Testino.
De hecho, se ha colado en los rankings de los más elegantes, pero eso sí, tiene claro que su futuro está en el mundo de la actuación y sus trabajos lo han ido avalando. “El problema con Hollywood es que para los actores de mi edad realmente no tienes muchas opciones”.
Papá Irons
“Me convertí en actor para ser un pícaro y un vagabundo”, dijo durante una entrevista. Jeremy Irons es provocador, inteligente, singularmente inadecuado para la era de las redes sociales, e incitado por su indignación. Quienes lo conocen dicen que es compasivo, pero también no estudiado, ligeramente ingenuo, contrario, contradictorio y compulsivo. Intencionalmente así. Si él abre la boca, es para decir lo que cree, sin tapujos.
Es uno de los actores británicos más prestigiosos desde que a principios de los años 80, Retorno a Brideshead lanzase su carrera. A partir de entonces ha forjado su carrera entre altas y bajas y no ha pasado desapercibido por ciertas declaraciones, por ejemplo, en torno a la legalización del matrimonio homosexual en Reino Unido. “Creo que la sociedad debería exponer buenas ideas. Esperaba que internet ayudara. En realidad, lo que ha hecho es hacer que todos se vuelvan locos. Son atacados por decir cualquier cosa, pero en realidad no dicen nada”.
Lo hemos visto en varias películas, entre ellas, la más reciente y taquillera Batman v Superman: el amanecer de la justicia o en La Liga de la Justicia, en la que se mete en la piel de Alfred, el mayordomo de Bruce Wayne (Ben Affleck), un ayudante muy competente. “He desarrollado una vida que parece necesitar un ingreso relativamente alto”, dice. Sí, entre sus bienes se incluyen seis casas y un castillo del siglo XV en la ciudad irlandesa de Cork, para lo cual Jeremy tardó dos años en renovar.
Hijo Irons
Max no puede negar quién es su padre. Todos en su familia se dedican al mundo del cine. Su abuelo, su abuela, su padre, su madre, su hermano Samuel James Brefni y sus tres tías son actores y actrices; su tío Paul Cusack es director de cine y su otro tío, Padraig, es productor. Pero en las reuniones familiares procura hablarse de todo menos de cine. “Supongo que tenía alrededor de 15 años cuando comencé a obtener papeles. Fue durante un festival en mi colegio cuando hice una obra de teatro y pensé: Esto es lo más divertido que se puede tener. Y luego presenté mi candidatura a la escuela de teatro y logré obtenerlo. Eso aumentó mi confianza un poco. Fue algo gradual, no hubo un momento de epifanía”, señala imdb.
En sus películas Max se “come” la cámara, transmite emociones y encandila a la audiencia. En el plano sentimental, está soltero desde que terminó su relación con la actriz Emily Browning. Luego se lo ha relacionado con Sophie Pera, estilista británica y ex asistente de moda de la editora de moda Anna Wintour.
En muchas entrevistas Max debió contestar cordialmente preguntas relacionadas con la fama de su apellido. “Siempre siento que estoy respondiendo lo mismo y me apena que los periodistas reciban todas respuestas iguales, pero es lo que siento; tiene sus ventajas ser hijo de quien soy, pero está la otra cara de la moneda y es que si haces un mal trabajo, todo el mundo va a decir que te dan oportunidades solo por ser el hijo de alguien conocido”.
Sin embargo, también desmitifica con rapidez la concepción que puede tener el espectador de su vida privada: “Mi papá es una persona normal, no vive en Los Ángeles, sigue en Londres.
Cuando era chico no me llevaban a fiestas o a sets de filmación, sino que me decían: Ya viste todo lo que nos puede permitir esta carrera, vacaciones y otras cosas, pero todo tiene un costo y hay que tener talento para superarse”.
Los consejos de papá Jeremy permanecen siempre con Max, quien le demostró a su familia que quería tomarse la carrera de intérprete con seriedad y no como un hobby. “Me formé, hice teatro, y ahora estoy listo para elegir más papeles en cine, con el riesgo de equivocarme. Siempre quiero volver, por ahora soy consciente de que puedo tomar malas decisiones en mi carrera, pero sé que es parte del proceso”, ha dicho.
Cuando se la ha insistido en que si su apellido lo ha catapultado, Max no lo niega rotundamente. “Bueno, es cierto que me invitaron a muchos castings, pero una vez pasada la prueba, si no vales como actor el apellido no sirve de mucho. No me avergüenzo de ser un Irons, pero no pretendo utilizar mi apellido para obtener privilegios. Estoy siguiendo el camino de mi padre, pero mi carrera la haré a mi manera”.
Pero su padre no ha estado ajeno a su carrera. Tienen una muy buena relación. “Me pidió que prestara atención a todo lo que estaba haciendo, que no se me olvidara que yo era un actor y que, durante el rodaje, nada más me importase que la interpretación. Ellos no se meten en mi carrera, aunque de vez en cuando mi padre me advierte sobre qué puedo esperar de una ciudad como Los Ángeles (se ríe)”.
En ciertas entrevistas también se ha ventilado sobre el legado de los Irons. “La presencia de mis abuelos y mis padres no hace que mi carrera sea ni más fácil ni más difícil. Me ha costado llegar a esto, ya que además soy disléxico. Pero he pasado por unas cuantas tablas teatrales y, sinceramente, creo que el nepotismo no existe en el cine. Nadie me va a dar un papel por ser hijo de Jeremy Irons. Se invierte demasiado dinero y reputación en el cine como para correr riesgos innecesarios con alguien que no encaja en un personaje”, declaró Max, quien al inicio pensó ser piloto y admira a James Dean.
Fuentes: theguardian.com, Vogue y agencias