Enseñar a los hijos sobre el alcohol

14 de Febrero de 2016

Cuando los hijos entran en la adolescencia, las primeras salidas suelen ser motivo de preocupación:  ¿Sabrá cómo manejarse con el alcohol? ¿Podrá medirse o la fiesta acabará mal?

Preocuparse por los hijos jóvenes y sus primeras experiencias con el alcohol en reuniones sociales es muy sensato, y expresa, en primer lugar, el temor a cómo lidiarán los jóvenes con eso.

Pero, al mismo tiempo, cabe preguntarse:  ¿cómo habrían de saber cómo medirse con el alcohol si nadie se los enseña? El primer paso es que los padres no traten el tema como un tabú, la experiencia ha demostrado que las prohibiciones no suelen ser de gran ayuda.

El alcohol está en todas partes, con lo cual las frases “eso no es para ti, te hará mal”, parecen darle la espalda a la realidad. Por lo general, el encuentro de los adolescentes con el alcohol no es en casa sino con amigos o durante una excursión. Además, es sabido que los primeros tragos de la juventud se dan muchas veces en el marco de una práctica social y para no quedar fuera del grupo. Muchos compiten con algún compañero y miden sus capacidades.

Hablar del tema a tiempo

Johannes Lindenmeyer, especialista en adicciones y fundador de un proyecto centrado en el consumo del alcohol en jóvenes, explica su propuesta a partir de un paralelismo: la bicicleta.

“Claro que los padres pueden darle a su hijo una bicicleta y dejarlo que la use una y otra vez hasta que sepa cómo manejarla. Decirle que si se cae se puede lastimar o sangrar no servirá de nada, los niños querrán andar. Por eso es bueno, como adultos, comprarles cascos y protectores de rodillas. Lo mismo debería hacerse con el alcohol”, explica este experto.

¿Cómo sería su propuesta?  Lindenmayer dice que no existe un esquema universal, ya que algunos jóvenes muestran interés por las bebidas alcohólicas desde muy temprano, mientras que a otros no les llama en absoluto la atención. “Los padres deberían ver cuál es un buen momento para conversar con sus hijos al respecto”, explica.

Se puede sondear el tema para saber si los amigos ya han bebido o si alguno ha contado su propia experiencia. En caso de que así sea, es momento de hablar. Un cumpleaños o alguna otra celebración familiar pueden ser una buena ocasión. Allí se puede permitir que el joven beba algo de alcohol, pero de modo que aprenda que, en primer lugar, las bebidas alcohólicas se toman solo en fechas especiales y con otros.

Lo importante es hablar antes y determinar cuál será la cantidad. Los jóvenes pueden beber una copa de champán para un brindis o media copa de vino con la comida, en compañía de sus padres. Desde ya, el ejemplo de los mayores será crucial:  Los padres tampoco deberían excederse en la fiesta.

¿Ha conversado con sus hijos sobre el alcohol? Coméntenos

Ejemplos prácticos

Es bueno explicarles a los jóvenes qué puede suceder cuando alguien bebe mucho. Por ejemplo, pocos adolescentes saben que el efecto del alcohol no se siente de inmediato. Tampoco suelen saber que si alguien cae en coma por exceso de alcohol puede ahogarse en su propio vómito.

Son casos extremos, que sin embargo, hacen que los jóvenes tomen cierta conciencia. Y si sus hijos ya han tenido el primer inconveniente con la bebida, el modo de reaccionar puede ser decisivo. Los especialistas recomiendan mostrar comprensión, pero no dejar de ser firme y aclarar que “así no es”.

Lo ideal es transmitir algo así como “si vas a tomar, hazlo de un modo inteligente”. Puede servir, por ejemplo, beber junto con el menor una cantidad mínima de alcohol y hacerle notar cómo eso reduce sus capacidades, tanto mentales como motrices. Hacerle sacar una cuenta matemática o pedirle que camine en línea muy recta luego de beber hará que él mismo vea el impacto de la bebida. Esas pequeñas demostraciones pueden servir para que los jóvenes aprendan a evitar la embriaguez.

Señales de descontrol

“Hay que tener mucho cuidado en la actitud de los padres de familia frente al alcohol, ya que las posturas extremas generan grandes problemas”, advierte la psicóloga clínica Sonnia Navas Gafter.

Ella se refiere a familias que niegan toda posibilidad de que el hijo tome una cerveza o un vino, cuando este tiene más de 16 años. “Proyectan una actitud evasiva y de negación; como consecuencia, los jóvenes se habitúan a ocultar, mentir y tener doble moral”.

Por otro lado, están las familias habituadas al consumo de licor, que transmiten a sus hijos que es positivo que se inicien en la bebida para que tengan resistencia, desentendiéndose de los peligros para la salud y las consecuencias en el plano social.

“Considero que este tema debe abordarse en el momento en que los hijos muestran interés, ni antes ni después; debe darse un diálogo abierto, que los padres fijen los límites, contemplando la edad (no es igual un joven de 15 que uno de 18), la madurez de la persona y la frecuencia. No es lo mismo brindar algo de licor en una graduación de secundaria que incluirlo en las fiestas de jóvenes de educación básica (octavo, noveno y décimo).

También hay quienes simplemente no pueden tomar responsablemente, es demasiado para ellos. ¿Cómo un padre puede darse cuenta de si a su hijo joven no le conviene tomar en lo absoluto? ¿Qué señales hay?

“El descontrol”, afirma Navas. “Hay jóvenes químicamente inhabilitados para consumir alcohol, por herencia, por escasa resistencia, por problemas psicológicos, entre otros factores”. Estos casos necesitan apoyo de los padres y también el que brindan a individuos y a la familia, organizaciones como Alcohólicos Anónimos. (DPA, D.V.) (F)

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