POR: SANDRA MIRANDA

LA PRIMERA independencia

Jóvenes que experimentan el paso del colegio a la universidad cuentan con emoción los cambios que esto significa. ¡No más expreso escolar ni representantes que averigüen de las notas! Sin embargo, también se declaran conscientes de lo que esto implica: “Es tu responsabilidad si quieres estudiar o hacer vida social”, reflexiona uno de ellos.

"E

s un cambio radical. En el colegio había presión de los profesores, mientras que en la universidad puedes hacer lo que quieras. Es tu responsabilidad si quieres estudiar o hacer vida social”. Así sintetiza Rubí Ávila, estudiante del preuniversitario de Comunicación Social, su transición de colegiala a universitaria.

Alexis Alvarado esperaba mayor libertad al ingresar al preuniversitario de Medicina de la Universidad de Guayaquil y aunque siente que tiene más independencia porque se traslada sola, dice que sus padres y hermanos la llaman permanentemente, tanto así que a veces apaga el celular para que no la contacten, por miedo a que le roben cuando va en el bus.

Para María Belén Gordillo, de 17 años de edad, estudiante del pre de Comunicación Social de la Universidad Católica, el cambio fue drástico porque estaba en colegio de señoritas y “ahora convivir con chicos es difícil”. Se está adaptando de a poco y aunque este ‘mundo’ trae nuevas opciones de distracción, conserva en su mente las recomendaciones de sus padres. Cuando por algún motivo se va a tardar lo comunica por teléfono y no hay conflictos.

Pasar del colegio a la universidad trae sin duda cambios en la vida del ser humano. Ya los padres no son representantes ni los llaman para verificar si el estudiante faltó a clases, el expreso escolar queda atrás y aunque económicamente muchos siguen dependiendo de la familia, empieza un periodo de responsabilidad propia mayor. Para quienes trasladan su residencia de una ciudad a otra, el impacto es más alto. Deben vivir solos o con algún familiar que los acoge.

Melba Cedeño, por ejemplo, vino desde Manabí a estudiar periodismo y la primera semana ya se quería regresar. Le costó acostumbrarse a vivir sola, pero tampoco tiene completa libertad, sus padres la llaman todas las noches y la visitan una vez por semana.

A Beatriz, una manabita estudiante de arquitectura de la Universidad Espíritu Santo, le sorprendió que siendo su padre un hombre “muy estricto” haya accedido a que ella viva sola. “No es fácil, es complicado mi estilo de vida, y aunque ya no pido permiso, les informo sobre lo que hago y a veces me visitan de sorpresa”, dice con picardía pero sin preocuparse.

Cuando residía en su tierra natal, su padre la llevaba a las fiestas o le permitía ir si una de las madres de sus amigas se responsabilizaba en regresarla en un horario acordado previamente, tenía prohibido ir a discotecas y si tenía un novio, solo podía verlo en casa de sus padres. Para su madre, Irina, no es que su esposo sea estricto, pero Beatriz lo ve así porque tiene carácter fuerte y hace cumplir las reglas, dice.

Ahora que está en la universidad, la señora asegura que le han dado libertades porque confían en que eso la hará crecer y Beatriz será un mejor ser humano y responsable de su vida.

Libertad responsable
“Lo mejor es que ya soy más independiente”, señala en tanto Marcel León, estudiante del preuniversitario de Literatura en la Universidad Católica. Es el mayor de la familia y por ello el que toma la delantera en ingresar a las aulas universitarias. Vino de Loja a vivir en casa de unos tíos. Sus parientes y sus padres conocen su horario y usan el teléfono para controlarlo.
“Me llaman todos los días, es embarazoso cuando me llama mi mamá y estoy en clase o con mis amigos”, sostiene entre risas mientras un color rojo invade su rostro. A Marcel le gustaría tener mayor libertad para salir . .

Econ sus amigos y cree que la merece porque es disciplinado en los estudios y en su vida.
A sus 37 años de edad Xavier, quien pide encubrir su nombre, está en cuarto año de derecho en la Universidad de Guayaquil. Muy joven él vino de Manabí a estudiar periodismo en la Universidad Laica Vicente Rocafuerte, donde por su carisma pronto hizo un grupo de farras. Segundo año lo perdió por inasistencia, igual que varios de sus amigos con quienes faltaba con regularidad los viernes. Como vivía con sus hermanos, también estudiantes, nadie lo controlaba.
Xavier dejó de estudiar y cuando su padre se dio cuenta ya habían pasado dos años. Ahora dice que se arrepiente del tiempo perdido porque igual pudo divertirse sin descuidar sus estudios. De hecho asegura que sale con frecuencia con sus compañeros, pero ya no sacrifica una clase por una fiesta.
Ninguna de las experiencias se pueden tomar como situaciones que se repetirán, pero son parte de una realidad a la que se enfrentan los jóvenes, en unos casos con mayor madurez que en otros, al pasar a la universidad. Para ellos significa una primera libertad porque asumen riendas que antes guiaban sus padres. Lo importante, dicen los expertos, es que sepan que con esa pequeña independencia también viene una mayor responsabilidad y que las reglas familiares se sigan respetando.

“Tienen que asumir de forma autónoma las responsabilidades de esta nueva experiencia para forjarse un futuro exitoso”, indica la psicóloga Elba Bermúdez Reyes, directora de la carrera de Psicología de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

Pero los cambios no son solo en los estudiantes. Los padres enfrentan quizá uno de los retos más difíciles porque más allá de la confianza que puedan dar en el ámbito de notas y asistencia a clases está la seguridad.

Ángel Chicaíza espera que su hija Diana, quien inicia sus estudios en Odontología en la Universidad Estatal, mantenga la responsabilidad que demostró en el colegio y dice que si la llama cuatro veces al día es por los peligros de la ciudad.

Precisamente Marlene Mattos, madre de Alexis Alvarado, dice que es por la inseguridad que decidieron que el padre de la joven la lleve diariamente a clases, mas no por falta de confianza. “El papá la va a dejar en la universidad, por el peligro que hay en las calles, pero ella se regresa sola o con unas compañeras que viven cerca de la casa”. Agrega, eso sí, que su hija sabe que una de las reglas del hogar es llegar antes de las 20:00 y hasta el momento lo ha cumplido.

¿Faltar a las reglas?
Para la psiquiatra Rocío Álvarez, justamente en el punto de la disciplina se debe poner énfasis siempre, no solo cuando los chicos van a la universidad. “Los hijos deben aprender a amar las reglas y normas que nos permiten un orden de vida para el desarrollo en armonía, poniéndonos límites”.
¿Qué pasa si se rompe una regla?, los padres deben enfrentar a sus hijos sin hacer alboroto, se debe conversar y tratar de razonar con ellos, se les debe informar las consecuencias que tendrían si pierden la confianza ganada, por ejemplo, se cortarían las salidas hasta que reflexionen y negocien una solución, señala Álvarez, quien también añade que este proceso no es de la noche a la mañana sino que se inicia en la infancia.

Para el psicólogo Francisco Brito, presidente de la Federación Ecuatoriana de Psicólogos Clínicos, en la universidad los jóvenes se van a enfrentar solos a la influencia de nuevos amigos. Por eso, los chicos deben establecer prioridades y buscar compañeros con su mismo perfil de conducta y deseos de superación personal para que no se encuentren con la constante tentación de un mundo de vicios y excesos.

La confianza mutua y la comunicación son esenciales para que los chicos no busquen en amigos los consejos que necesitan tener en esta etapa. “Si el joven no es comunicativo, los padres deben buscar mecanismos para acercarse a ellos”, manifiesta Rocío Álvarez.

Para evitar que el joven cometa errores por una mala decisión, “los padres deben mantener las reglas del hogar, apoyar a sus hijos, escuchar sin juzgar ni sermonear, estar prestos para servir, orientar y perdonar”, recomienda la psicóloga Rosa Elena Cepeda, máster en Terapia Familiar.

GUÍA PARA PADRES
•Antes o durante el preuniversitario, o al ingresar a primer año, tener una conversación seria con los hijos para que pueda pasar esa transición de un joven colegial a un adulto joven responsable.
•Confiar en los hijos.
•Compartir tiempo con ellos y escuchar sus inquietudes.
•Darles libertad por la condición que han ganado.
•Ubicar al joven, explicarle que sigue siendo parte de la familia.
•Mantener las reglas del hogar.
•Acompañarlos y ayudarlos a esclarecer sus motivaciones e intereses.
•No influenciarlos en tomar carreras con las que no se identifican.
•No proyectarse en ellos, los chicos tienen sus propias vidas.
•No ser controladores, dejar que ellos asuman las consecuencias de sus actos.
GUÍA PARA JÓVENES
•Tener claros sus objetivos, no desviarse ni desvirtuar sus metas.
•Confiar en sus padres.
•Ser responsables de su humanidad.
•Cuidar su integridad y sus cosas.
•Responder y seguir siendo parte de su familia.
•Cumplir con las normas y reglas del hogar.
•Ser comunicativos.
•Saber autocontrolarse ante las influencias del medio.
•Establecer prioridades.


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