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UNA TENDENCIA numerosa
La planificación familiar no estaba presente en el imaginario de la época, la regla era “los hijos que Dios mande”. Estas mujeres, ahora matriarcas de una numerosa familia, recuerdan con nostalgia la casa llena de niños y el esfuerzo diario por darles una educación a todos. Mitilene Intriago, con 17 hijos, y Enma Sotomayor, con 10, cuentan sus historias.
unque para muchas mamás cuidar de 17 hijos puede convertirse en una misión casi imposible, no lo fue para Hermencia Mitilene Intriago de Tuárez, de 82 años. Ella se convirtió en madre de cinco varones y doce mujeres, a los cuales considera como una verdadera bendición.
Doña Miti, como la llaman sus más allegados, nació en la parroquia Calderón, del cantón Portoviejo, provincia de Manabí, el 24 de noviembre de 1928, y contrajo matrimonio con su esposo, Julio César, cuando tenía 17 años.
“Aunque nos tilden de anticuados, creo que esos eran los mejores momentos del amor. Porque el amor no se medía por caricias y en los besos, sino en el respeto y la paciencia. Aun después de pedir mi mano, él supo esperar con paciencia, hasta comenzar nuestra vida de esposos”, cuenta ella.
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La señora Mitilene con sus 16 hijos: Gloria, Ruth, Pepe, Piedad, Lina, Julio César, Jeanette, Nancy, Narcisa. Sentados junto con ella están: Jorge, César, Mónica, William y Elizabeth. Abajo su nieta Paola, hija de Alina, su hija que falleció, y Gina. |
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Con la llegada de los hijos, sus responsabilidades aumentaron, pero asegura que todos fueron bien recibidos y afortunadamente siempre contaron con la ayuda necesaria para cuidarlos. Comenta que su esposo se alegraba con el nacimiento de cada nuevo bebé y ambos confiaban en que cada niño vendría “con el pan bajo el brazo”.
“No fue tarea fácil, pero tuve muchas ayudas de mi suegra, doña Sofía, de mis cuñadas y de mis hijas mayores. Ellas los atendían en la ciudad, mientras estudiaban. Junto con mi esposo trabajábamos arduamente en el campo”, dice.
Los valores fueron un pilar fundamental dentro de su hogar, por lo que siempre, ella y su esposo, se esforzaron por inculcar en sus hijos el amor al trabajo y sobre todo la humildad.
“La base de esta noble tarea fue la fe y el amor a Dios junto con el amor al prójimo. A nuestros hijos los educamos con el ejemplo del trabajo de sol a sol. La sencillez y la humildad de corazón”, expresa.
Pero como todo en la vida, hubo dificultades y tristezas. Su vida familiar también se vio marcada por la muerte de su esposo y de dos de sus hijas: María, a solo tres días de haber nacido, y Alina, quien falleció en un accidente automovilístico. “Solo de pensar en ellas dos, al recordar sus risas y rostros, los ojos se me llenan de lágrimas, pero hay que seguir, porque Dios es el único que tiene derecho a terminar mi caminar”.
Actualmente doña Miti tiene más de 70 nietos y unos 20 bisnietos por quienes guarda un profundo amor y con quienes mantiene conversaciones y tertulias.
“Sin duda lo más bonito que Dios me ha dado son mis hijos y mis nietos, quienes significan la renovación de mi espíritu. Hoy a mis 82 años de vida contemplo con profundo gozo y paz espiritual el bienestar de cada uno de mis hijos. Todos tienen un noble corazón y aman y respetan su trabajo”, puntualiza. (DLA).
nma Sotomayor Pereira viuda de Guzmán empezó a ‘plantar árboles’ a los 19 años, sembró diez y hoy, 59 años después, está cosechando buena madera y sanos frutos, todos zarumeños, como ella.
Es madre de diez hijos, abuela de 22 nietos y bisabuela de 12 niños. Doña Enma es el tronco de un árbol genealógico gigante. Si suma a las nueras y yernos ya son 60.
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Hace 23 años. Jorge Arturo (i), Luis Roberto, José Eduardo, Martha, Jorge Guzmán Kyrbi (papá); Raquel, Enma Sotomayor Pereira de Guzmán (mamá), Rossana y Enma María. Sentados: Guillermo, María Eugenia y Fernando. Durante el matrimonio de una de sus hijas.. |
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Ella divide su vida en dos fases, la siembra y la cosecha. “Cuando mis hijos estaban pequeños el trabajo era muy duro y uno se cansa. Pero ahora siento que todo valió la pena. Lo mejor es el momento de cosechar. Es bello cuando ellos ya son profesionales, cuando tienen su hogar y cuando llegan los nietos”, dice con una amplia sonrisa.
Su voz dulce contrasta con el carácter disciplinado que según sus consejos es indispensable para educar a los hijos. “Con tantos niños, lo más importante es ser organizada, hacer todo y dejar un tiempito para el descanso”, asegura.
Al pedirle que recuerde los momentos más complicados de estar al cuidado de sus hijos, ella se ríe y los enumera: la hora del baño, de la comida y el inicio de clases.
Su esposo le ayudaba a bañar a los niños y cuando estaban más grandes aprendieron a hacerlo solos. “Tenían que obedecer porque si no no alcanzaban a bañarse todos y nos retrasábamos para la siguiente actividad”, explica doña Enma. La misma disciplina la usaban al momento de comer. “Siempre había alguno al que no le gustaba algo, pero ahí había que ingeniarse”.
Cuando el periodo lectivo estaba próximo, doña Enma llevaba a sus diez hijos al sastre o costurera para que les tomara las medidas del uniforme, uno al jardín, el otro la escuela y los demás al colegio. También pasaban por el zapatero, porque como no había zapaterías tenían que hacerlos a la medida.
Pero el trabajo recién empieza ahí, había que almidonar la ropa (con una mezcla de yuca y agua) y usar la plancha de carbón para quitar las arrugas. Después hacer las carátulas a todos los cuadernos y revisar las tareas.
Enma Sotomayor viuda de Guzmán también creció en una familia numerosa, es la penúltima de catorce hermanos y confirma que lo más difícil de mantener una familia grande no está en el ámbito económico sino espiritual. Es creyente católica y uno de sus mayores propósitos es inculcar ese amor en sus hijos. Una madre estricta y cariñosa al mismo tiempo, que cocinaba pequeñas humitas y panes para que sus pequeños jugaran y comieran.
Ahora es ella la consentida. Sus hijos viven en diferentes ciudades del país, y desde cualquier punto sus nietos y bisnietos exigen su visita, sus abrazos, sus juegos de naipe, su comida zarumeña y sobre todo su amor. (G.J.S.)
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