CECILIA CHÁVEZ B. DE LARREA

Mi regalito de Dios

Son casi nueve años de estrenarme como mamá y sigo aprendiendo: a sonreír para que se sienta segura, a parecer fuerte cuando se enferma, a aparentar calma cuando corre un riesgo.

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emoré en casarme. Algo puede haber tenido que ver el escuchar permanentemente los problemas matrimoniales… y, por otro lado, me sentía “libre” para hacer mi vida a mi gusto. Era cómodo ser hija de familia, llegar a casa y conversar con mi mamá de todo un poco, que ella me esperara y se sentara conmigo a cenar y la sobremesa con mi papá, hablando de temas políticos y su eterna lucha con el IESS.
Luego, al casarme, aprender a consultar a otro, adaptarme a una nueva vida me costó, pero el ser madre primeriza me puso el mundo de cabeza, y a prueba la paciencia de mi querido esposo.

Ninguna lectura ni enseñanza ajena prepara verdaderamente para ser padres. La emoción de escuchar el primer llanto del bebé, el verla en una sabanita verde de la maternidad con sus ojos abiertos y su curiosidad por ver el mundo (esa es mi interpretación), su fortaleza dentro de la indefensión en que nacen… nos crea un compromiso tan fuerte que nada lo puede terminar, el corte del cordón es un simbolismo que marca que somos dos, pero nuestro bebé será siempre nuestro bebé.

Y nació mi hija… se me humedecen los ojos siempre con esos recuerdos. Doy gracias a Dios cada día por tenerla. Cada día le doy la bendición y junto a ella le digo “te amo”, para que nunca lo dude, para que crezca sana y sea una persona de bien, porque solo se puede dar de lo que uno tiene y quien crece con amor va a actuar en concordancia.
Sentir su manito en mi cara, sus abrazos, su “mami, te quiero” hasta en mi celular son experiencias maravillosas que iluminan mi vida. Ceci también me da la bendición a diario y me contagia su alegría de vivir y su energía. Dios me dio un regalito, que apenas voy abriendo, que está lleno de sorpresas y me llena de emociones gratas.

Son casi nueve años de estrenarme como mamá y sigo aprendiendo: a sonreír para que se sienta segura, a parecer fuerte cuando se enferma, a aparentar calma cuando corre un riesgo. Aprendí a amar a los gatos por Ceci, y a vencer mis temores “soltándola” para que no se vuelva dependiente, por ser hija única.
Comprendí a mi mami cuando se ponía nerviosa por mis diabluras, ahora que mis piernas se hacen de gelatina si escucho un grito de mi hija, y sé ahora lo que es imaginarse lo peor, lo más raro, cualquier cosa que rasga mi corazón cuando ella sufre.

Mi hija sabe que ella es mi corazón y nuestro himno es la canción Yo te esperaba, de Alejandra Guzmán, que le dediqué desde el comienzo del embarazo (la sugiero en consulta a las parejas que esperan hijos).
No soy una madre modelo, una parte de mí hubiera querido ser como mi mamá conmigo, pero no soy así. Soy de la generación que huye a los quehaceres domésticos, pero converso mucho con mi hija, cuido sus sueños, puede confiar en que siempre la defenderé y siempre estaré apoyándola en lo que emprenda… y siempre orgullosa de ella.
Le invento cuentos para cada ocasión y le escribo poemas, para que cuando ya no esté con ella me escuche en esos versos.

Y espero, espero mucho de ella, pero no serán mis sueños los que ella siga.
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